Mastodon Málaga y sus historias

lunes, 8 de diciembre de 2025

Barberos y cirujanos

 

Durante el XIX, el barbero-cirujano era una figura habitual de los barrios populares, donde se mezclaban oficios artesanos, obreros y marineros. En el centro de la ciudad había barberías más refinadas, que servían a la burguesía y a comerciantes extranjeros.


Hospital de las Atarazanas.


En muchas casas-barbería existía un sillón alto de madera junto a una palangana de loza; frascos con alcohol, navajas, sanguijuelas y tijeras y habitualmente un letrero pintado a mano: “Se sangra y se afeita”.

La barbería era también un centro social, lugar de reunión, confidencias, y rumor político. A menudo los barberos sabían leer, algo no tan común en la época y podían escribir cartas o leer el periódico a sus clientes.

En Málaga, el Ayuntamiento y la Junta de Sanidad comenzaron a exigir permisos y registro de practicantes. Una Real orden fechada en Madrid el 14 de diciembre de 1817 daba cuenta al Ayuntamiento de Málaga de que Fernando VII había atendido «la solicitud de la Junta Superior Gubernativa de Cirugía, relativa al establecimiento de un Colegio de enseñanza de aquella actividad en el hospital de las Atarazanas». Un centro, de efímera vida.

Pese a ello, durante toda la segunda mitad del siglo, los barberos siguieron practicando curas menores, sobre todo en barrios y pueblos donde no había médicos. En los padrones municipales se los mencionaba como, “barbero y sangrador”, “barbero-cirujano”, “practicante”, o simplemente “barbero”.

Aunque los nombres concretos varían según fuentes, hay registros de barberos en los padrones municipales de Málaga (1830–1875), conservados en el Archivo Municipal de Málaga, donde figuran barberos en los barrios de San Pablo, Perchel y Trinidad. En el Hospital Civil de Málaga, en sus primeros años, los “practicantes de cirugía” muchas veces procedían del gremio de barberos. Algunos de los nombres de los barberos más populares aparecen mencionados en crónicas costumbristas locales, como las de Narciso Díaz de Escovar.

Hacia finales del siglo XIX, los barberos-cirujanos fueron desapareciendo como tales, los practicantes y enfermeros asumieron las funciones sanitarias, mientras que los barberos se especializaron en peluquería y estética, mientras que las barberías sobrevivieron como centros sociales masculinos, pero ya sin el instrumental médico. El viejo cartel “Se sangra y se afeita” fue sustituyéndose por “Peluquería” o “Salón de afeite”.

Un extraordinario profesional en la Málaga de mediados del siglo XVIII fue el doctor Fernández Barea, fundador en 1757 de la Academia de Ciencias Naturales y Buenas Letras, precursora de la actual Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y de la Academia Malagueña de Ciencias. Este facultativo realizó una importante labor de difusión de la ciencia de su época, al menos hasta que fue destinado a Madrid como médico de Cámara de Carlos IV en 1793

viernes, 5 de diciembre de 2025

La fabricación de vidrio

 

Málaga, como ya señaló el historiador al-Maqqarī, fue uno de los principales centros de producción de vidrio en época califal y durante los reinos de taifas. En la etapa nazarí alcanzó gran fama en todo el Mediterráneo por sus lozas de lujo, decoradas con reflejos metálicos en azul y dorado.


Museo de el Vidrio en la actualidad.


al-Maqqarī (siglo XVII) recoge testimonios de cronistas andalusíes sobre la prosperidad artesanal de ciudades como Málaga, Almería y Murcia. En la Málaga islámica se trabajaban el vidrio soplado y las cerámicas vidriadas con técnicas de reflejo metálico, que después serían imitadas en Manises (Valencia) tras la conquista cristiana. Entre los siglos XIV y XV los talleres nazaríes de la ciudad, especialmente en la zona de El Perchel, producían azulejos y lozas de lujo destinadas a la corte granadina y al comercio mediterráneo (Génova, Pisa, Venecia).

Tras la conquista castellana (1487), muchos de esos artesanos musulmanes fueron deportados o emigraron, y la tradición local del vidrio y la loza decayó, aunque dejó huella en la toponimia y en la iconografía urbana. Aunque la tradición vidriera se mantuvo a lo largo del tiempo,

En 1847, el empresario Joaquín María Canales fundó en Málaga una fábrica de vidrio en la Huerta de Cappa, al sur de la actual calle Salitre, dentro de la zona de expansión industrial de la ciudad. La factoría se convirtió en uno de los talleres vidrieros más importantes de Andalucía en el siglo XIX. En ella se elaboraban objetos de vidrio y cristal soplado, tanto utilitarios como decorativos, siguiendo modelos europeos y empleando técnicas avanzadas para la época.

Su producción incluía botellas, copas, frascos, lámparas y vajillas, algunas de las cuales se conservan hoy en el Museo del Vidrio y Cristal de Málaga. La empresa reflejaba el dinamismo industrial de la ciudad en aquellos años, cuando la prosperidad del puerto y la presencia de capital extranjero favorecieron la aparición de nuevas manufacturas.