La sabrosa crónica del corresponsal del diario ABC en Tánger (Marruecos)
El 31 de marzo de 1965 cae al mar el avión de la línea
Málaga-Tánger cerca del cabo Espartel. Sólo hay tres supervivientes entre los
48 pasajeros y 5 tripulantes.
El diario ABC, en su edición del día 1 de abril titulaba una
crónica de su corresponsal en Tánger resaltando “Pesqueros españoles rescatan a
cuarenta y cuatro cadáveres de la catástrofe aérea de Cabo Espartel”. La entradilla de la citada noticia informaba de que “un
avión de la compañía Iberia, en vuelo "charter" de Málaga a Tánger,
con cuarenta y ocho pasajeros a bordo y cinco personas de tripulación, se
estrelló ayer en el mar, minutos antes de las nueve de la mañana, en la zona
del Estrecho de Gibraltar, a siete millas del cabo Espartel.
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Cabo Espartel (Marruecos). |
La misma información añadía que “excepto tres
supervivientes -cuya existencia suponían las primeras informaciones y
confirmaron las posteriores-, todos los ocupantes del aparato perecieron en la catástrofe,
cuya causa no se ha determinado, y será muy difícil de esclarecer, dadas las
circunstancias que han concurrido en el suceso”.
La crónica de ABC daba pelos y señales de lo sucedido. “A
las doce menos diez de la mañana recibíamos en el embarcadero del puerto
interior de Tánger a la señorita Mona Andersen, sueca; a la señora Tove
Nielsen, danesa, y a D. Erik Sondermann, comerciante de Copenhague. Eran todo
lo que quedaba con vida del "Convair Metropolitan" de Iberia, que
había salido a las 8,33 minutos, hora española, del aeropuerto de Málaga
repleto de turistas escandinavos que venían a pasar la jornada en Tánger”.
“Los tres supervivientes habían sido transbordados de un
pesquero español a la canoa número 2.759, de las Reales Fuerzas Aéreas Británicas.
Desembarcados aquí, ingresaron en el Hospital Principal Al Kortobi. A los pocos
minutos de haber sido introducidos en el quirófano, uno de los médicos salió
para decirnos que ninguno de los tres supervivientes tenía heridas de
importancia, aunque sí sufrían fuerte "shock" nervioso. Momentos después,
Erik Sondermann era llevado a una habitación. Tenía rasguños en la cara y estaba
congestionado. Sin embargo, parecía conservar toda su lucidez. El cronista pudo
aprovechar unos momentos en que el médico salió, para hacer unas preguntas a
Sondermann”.
La sabrosa crónica del corresponsal tangerino, que
reproduzco en su integridad, añadía que Sondermann “contestó con cierta
dificultad: Todo iba bien a bordo y yo leía un periódico. De pronto sentí un
tremendo golpe y me encontré en el agua. Lo primero que noté fue que mi brazo
ortopédico flotaba a pocos metros de mí. En efecto, veo que al comerciante
danés le falta el brazo izquierdo El médico volvía con el aparato en la mano, e
interrupe bruscamente el diálogo”.
“Una enfermera me dio noticias por la tarde de las otras dos
supervivientes. La señora Nielsen, que ha perdido a su marido -iba sentado con
ella junto a la ventanilla-, cree haber visto hacer explosión uno de los
motores, pero no recuerda lo que ocurrió después. Mona Andersen dice que el avión
había empezado a virar y perder altura cuando se produjo el accidente. No
advirtió ninguna señal de alarma en la tripulación del aparato. Lo confirma el
hecho de que los supervivientes no se hubiesen colocado los cinturones de
seguridad y se encontrasen flotando en el agua, lo mismo que los cadáveres. Los
tres supervivientes se mantuvieron durante una hora y media agarrados a algunos
restos del aparato. Uno de los funcionarios de la torre de control del
aeropuerto de Tánger dijo en los primeros momentos que, al establecer comunicación
con el avión de Iberia, le había parecido oír decir que un motor no funcionaba
bien. Pero la verdad es que luego no hemos podido oír la cinta magnetofónica
que grabó la conversación”.
La crónica del corresponsal de ABC sigue narrando los hechos
y sus vicisitudes y dice “el guardián marroquí del Cabo Espartel nos dice, por
su parte, que vio caer al avión en barrena a poca distancia de la costa y
levantar un enorme surtidor.
He podido hablar con los técnicos, señores Budión Santos y
Menéndez, con el doctor Herrero y con los pilotos del avión especial enviado
por Iberia. Volaron sobre los restos desperdigados del aparato a unas ocho millas
de la costa. Varias embarcaciones de diversas nacionalidades aún seguían
buscando supervivientes o los cadáveres de las víctimas. El "Convair Metropolitan"
destruido era un aparato relativamente nuevo, pues sólo tenía ocho mil horas de
vuelo”.
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Puerto de Tánger (Marruecos). |
Más adelante, la crónica periodística señala que, “apenas
corrió la noticia de la catástrofe nos dirigimos a las once de la mañana al
Cabo Espartel. Una caravana de coches ocupados por curiosos embotellaba los
quince kilómetros de carretera. La niebla había sido intensa a primera hora y
aún no se había despejado cuando llegarnos al mirador. Todos pensamos que a
causa de la escasa visibilidad el aparato se habría estrellado en los
acantilados del cabo. Pero ni en la falda de la montaña ni en los pocos
kilómetros que podía alcanzar la vista en el mar había trazas del avión. Las
ambulancias y coches de bomberos dieran media vuelta y se dirigieron al puerto,
adonde se esperaba que serían llevadas las víctimas.
Nosotros fuimos al aeropuerto, donde nos informaron que a
las ocho y dos minutos (hora de Tánger) un avión "Convair" de la
Iberia, en vuelo "charter", había perdido contacto con la torre de
control cuatro minutos antes de la hora prevista para el aterrizaje. Desde
aquel instante no se pudo volver a comunicar con el aparato. Poco después se
confirmaban trágicamente las sospechas, Tan pronto como se dio la alarma a
través de la emisora Tánger Radio empezaron a acudir al lugar del accidente
numerosas embarcaciones, helicópteros y aviones. Después se informó que los
cuarenta y cuatro cadáveres recogidos iban a ser trasladados por embarcaciones
españolas a Cádiz.
La mayoría de los pasajeros eran suecos y daneses. Venían en
excursión desde la Costa del Sol. El avión accidentado, que llevaba la,
matrícula "EC-ATH", había sido alquilado por una popular agencia de
viajes. El piloto, don Juan Brinles, conocía perfectamente la ruta, y era uno
de los más experimentados de la línea. Los representantes de la agencia se
hallaban ya en el aeropuerto con los autobuses dispuestos para realizar los
acostumbrados "tours" a las rutas de Hércules, Cabo de Espartel,
Monte, Alcazaba y Ciudad Moderna. Después de almorzar en un restaurante típico
y de hacer compras de objetos de artesanía, los escandinavos tomarían a última
hora de la tarde el avión para regresar a Málaga.
Después de recorrer el sector donde había caído el aparato,
el guardacostas marroquí "Tarfaya" regresó a Tánger, trayendo
numerosos restos: bolsos de señora, zapatos, sandalias, cinturones, sombreros,
sillones y la documentación de a bordo. La tripulación del guardacostas dijo
que los restos se hallaban a sólo siete kilómetros de la playa tangerina Sidi
Macana. La gendarmería real hizo recuento de los efectos”, termina la brillante
y minuciosa crónica del corresponsal, que no firma su trabajo con nombre y
apellidos.
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