Mastodon Málaga y sus historias

viernes, 14 de noviembre de 2025

La Casa Quilty

 

Los Quilty, familia católica originaria del Condado de Limerick, en la provincia de Munster (Irlanda), estuvo asentada en ese condado, mayoritariamente hasta el siglo XVII. Posteriormente, debido a las represiones de Oliver Cromwell y las confiscaciones de sus bienes, se ven obligados a mudarse al Condado de Waterford, donde adquirirían nuevas propiedades. Pocos años después, tras el derrocamiento de Jacobo II y la política religiosa de marginación hacia los católicos, llevada a cabo por Guillermo de Orange, les terminarían obligando a instalarse en Málaga, donde, prosperarían ejerciendo la actividad comercial, principalmente con el “Comercio Marítimo de Ultramar”, integrándose rápidamente en la sociedad mercantil y en la nobleza malagueña.


Enrique Greel y Quilty, biznieto de Nicolás Quilty y Valois.


En las siguientes generaciones, algunos seguirían ejerciendo dicha actividad, alternándolo con cargos de relevancia social concedidos por el monarca. Otros miembros de la familia, abrazarían el ejército, ingresando en los Reales Cuerpos de Caballería o Artillería, también en la Real Armada Española o serían altos funcionarios de la administración del Estado. Más tarde, también llegarían a ser diputados en Cortes, senadores o diplomáticos.

Thomas Quilty y Power, fue el primer miembro de esta familia llegado a Málaga en 1779, donde se le reconocía su nobleza irlandesa, nobleza que seguirían ejerciendo y manteniendo sus herederos, que supieron integrarse rápidamente en España, tanto en el mundo mercantil como en la nobleza malagueña, quienes por vía de los matrimonios concertados, se afianzaron y consolidaron su ascenso social. Los hijos de Thomas Quilty y Power, siguieron mayormente el camino de la carrera comercial de su padre.


Fuente documental: Estudios Nobiliarios y Emblemáticos de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía nº 2 (2022). Leopoldo Fernández de Angulo y Gómez de las Cortinas, con la colaboración de Carlos Cólogan Soriano. Real Asociación Española de Cronistas Oficiales

jueves, 13 de noviembre de 2025

Los carreteros

 

Los carreteros eran transportistas que movían mercancías dentro y fuera de Málaga con carros tirados por mulas, bueyes o caballos. Su función era vital para el comercio portuario y agrícola. En el puerto, llevaban vino, pasas, aceite o hierro hasta los almacenes o el ferrocarril.


El papel de los carreteros era esencial para el comercio.


En la ciudad, transportaban materiales de construcción, leña, carbón y productos de las huertas del Guadalhorce. En los pueblos, hacían rutas largas con carros cubiertos, llevando productos hasta Antequera, Vélez o Granada. Los carros eran de ruedas macizas de madera reforzadas con hierro, y muchos llevaban una campanilla o cencerro para avisar su paso por las calles estrechas.

Los carreteros se agrupaban en cuadrillas o compañías familiares. Los más experimentados trabajaban para casas exportadoras o fábricas (como las de Heredia o Larios). Había también carreteros independientes, que esperaban trabajo en los alrededores del Puerto o la Alameda.

Su jornada era larguísima, desde el amanecer hasta la puesta de sol. Dormían a menudo junto a sus animales, en corrales o patios de los barrios bajos, especialmente en El Perchel. Tanto aguadores como carreteros estaban asociados a los barrios populares; en El Perchel, junto al puerto y la estación, lleno de almacenes, corrales y cuadras; La Trinidad, con abundancia de pozos y talleres artesanos; Capuchinos y Cruz del Molinillo, zonas de paso hacia las fuentes y los montes.

Estos barrios formaban el corazón trabajador de Málaga, un mundo de mulos, cántaros, barro y sudor, donde la vida giraba en torno al agua, las bestias y el esfuerzo físico. En los grabados y relatos de viajeros del XIX (como Ford o Richard Twiss) se describe al aguador malagueño como una figura pintoresca: “Con su cántaro bruñido, su paso firme y el burro adornado con cintas y campanillas, sube entre el polvo de las calles, saludado por los niños y las amas de casa.” Y al carretero, cubierto de polvo y sol, guiando su mula al grito de “¡Arre, la blanca!”, símbolo del trabajo humilde pero indispensable.