Hubo muchos problemas previos. Surgieron rivalidades y
diferencias entre las provincias, reticencias por parte de los partidos y
trabas desde diversos sectores sociales. La comisión organizadora, presidida
por Hermenegildo Casas, presidente de la Diputación de Sevilla, desplegó un
gran esfuerzo para superar las dificultades, entendiendo que la autonomía podía
ser una vía de esperanza.
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Blas Infante visitó Marruecos con asiduidad. |
El mismo desarrollo de la asamblea fue accidentado y con
constantes tensiones. Pero se fueron venciendo los obstáculos, tarea en la que
Blas Infante y los andalucistas desempeñaron un papel decisivo, renunciando,
incluso, a buena parte de sus planteamientos con tal de alcanzar un
anteproyecto consensuado, como así sucedió.
El Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Andalucía
constaba de 31 bases, 6 disposiciones transitorias y 2 declaraciones finales.
En el aspecto político, se señalaba que see constituye «la Región autónoma
andaluza dentro del Estado español. En el territorio andaluz podrán
constituirse una o varias regiones autónomas»; ” El organismo
político-administrativo de Andalucía se denominará Cabildo Regional y estará
compuesto por el presidente de la Región, elegido por sufragio universal, con
capacidad para nombrar y separar a los miembros de la Junta Ejecutiva; la junta
Ejecutiva, que tendrá el poder ejecutivo de la Región; el Consejo Legislativo
Regional, formado por diputados de la Región, que ejercerá la potestad
legislativa”.
También se fijaron las atribuciones del Cabildo Regional en
las diversas materias, deslindando sus competencias y las del Estado. En
conjunto, se trataba de un documento de consenso, alejado de las propuestas
andalucistas y de las bases de las diputaciones, que diseñaba para Andalucía
una autonomía de relativa amplitud.
Se había previsto la difusión del Anteproyecto una vez
finalizada la asamblea, para lo que se formó una comisión. Pero tras las
elecciones de noviembre de 1933, las últimas en las que participó sin éxito
Infante, con la llegada al Gobierno de las fuerzas de centro-derecha en
Andalucía quedó detenido el proceso del Estatuto. Habría que esperar a la
primavera de 1936 para que vuelva a reactivarse.
Tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, el 2
de abril la Junta Liberalista de Andalucía difundió, «por todo el País
Andaluz», el Anteproyecto de Córdoba. Se retomaba la «lucha por la autonomía»,
ahora en una coyuntura propicia. Se envió el Anteproyecto a municipios,
entidades y personalidades para que, en el plazo de dos meses, remitiesen
observaciones y sugerencias, reunida esta información, se convocaría una asamblea
en la que, con las opiniones recogidas, se elaboraría el proyecto de Estatuto
definitivo, que se sometería al plebiscito del pueblo andaluz, para, una vez
refrendado, ser presentado a las Cortes.
En este sentido, el 15 de junio Blas Infante publicaba su
último escrito, el Manifiesto «A todos los andaluces», en favor de la
autonomía, en donde decía: «El Estatuto andaluz será lo que quieran que sea
todos los andaluces; pues a todos ellos los venimos a llamar para que, con la
sencillez y, aun, el simplismo que deseen, lleguen a delinear la figura de un
Gobierno propio».
En este reabierto proceso autonómico andaluz, los anteriores
obstáculos desaparecieron. Las provincias, las instituciones y los partidos, en
general, apoyaron ahora la consecución de la autonomía, aunque persistieron
ciertas reticencias.
Sólo Granada y Huelva mantenían sus posiciones, secesionista
y abandonista respectivamente; sin embargo, la decantación proautonomista de
los partidos mermaba su fuerza. En medio de este nuevo clima, el 5 de julio, en
la Diputación de Sevilla, se celebró la Asamblea pro Estatuto de Andalucía. Asistieron parlamentarios andaluces, presidentes de las Diputaciones y
diputados provinciales, representantes de los Ayuntamientos y un buen número de
andalucistas.
Allí se adoptaron los acuerdos de nombrar a Blas Infante
presidente de honor de la junta Regional organizadora del proceso estatutario,
así como a los componentes de la misma; dejar a la consideración de la mesa la
designación de las ponencias encargadas de perfilar el Anteproyecto de Córdoba
y fijar el último domingo de septiembre
como fecha para la asamblea que debía aprobar el proyecto definitivo de
Estatuto que se sometería a referéndum.
El programa de actuación futura estaba fijado y, pese a la grave
situación del país, todo indicaba que el proceso estatutario andaluz quedaría
concluido en 1936. El 12 de julio hubo en Cádiz un acto público proautonomía,
con intervención de Blas Infante; se izó en el Ayuntamiento «la bandera
autonomista»; el 14 se izó en el de Sevilla. Tres días después estallaba la
guerra civil y, con ella, desaparecían todas las esperanzas autonomistas.
Ya antes del golpe de Estado del 17 de julio, Infante se
refería a la existencia de un «clima de guerra civil». Finalmente, ésta
estalló. El 18 de julio, día del pronunciamiento de Queipo de Llano en Sevilla,
Blas Infante intentó llegar a la capital hispalense, pero se encontró cerrado
el paso.
Decidió entonces volver a Coria, y allí permaneció hasta su
detención el 2 de agosto. Ese día, hacia las once de la mañana, el sargento Crespo,
de Falange, con otro más, llamaron a la puerta principal de «Villa Alegría» y
se presentaron por la lateral al ir a abrirla.
La esposa de Blas Infante, Angustias García Parias, en carta
a sus hijos para que, cuando fueran mayores, supieran qué ocurrió y cómo
ocurrió, lo cuenta de esta manera: « (...). Ya todo siguió quieto hasta el día
2 de agosto de 1936, que a las 11 de la mañana vinieron a registrar la casa y a
llevárselo para siempre. También se llevaron la radio y el altavoz, pues
dijeron tenía el pobre una radio clandestina. (...). Y le dijeron se fuese sin
afeitarse y sin nada. Y que se despidiera de mí y de vosotros. Y que no se
preocupase por los papeles de la notaría, ya que vendría otro notario. Detalle
de otras groserías no los quiero escribir (...) ».
Una vez detenido Infante, pasaron por el Ayuntamiento de
Coria y prosiguieron luego a Sevilla. Llevaban orden de que no llegara vivo.
Pero la actitud del sargento Crespo y las gestiones de amigos lograron salvarle
la vida en este primer envite. Una vez en Sevilla, y hasta la noche del 10 de
agosto, Infante vivirá un auténtico calvario. Estuvo primero en un cuartelillo
de Falange, luego pasó a interrogatorio policial, para después de cierta
intervención gubernativa trasladarle a una prisión improvisada en el cine
Jáuregui, en donde permaneció hasta su final.
Su mujer, sobrina del gobernador civil Parias, y sus amigos,
algunos muy cualificados, intercedieron por él intentando salvarle. Pero fue
inútil. Su mujer le llevaba todos los días la comida que se preparaba en la
casa. Esas visitas, con la aceptación de la cestilla y la recogida de su ropa,
eran la señal de que aún vivía. Hasta que el 11 de agosto ya no fue así. La
noche anterior había sido la última de Blas Infante.
Se narró de la siguiente forma: «hacia las once de la noche
del día 10 de agosto, junto con algunos detenidos más, era conducido en un
camión hacia la carretera de Carmona. En la linde de la antigua Huerta de las
Clarisas, a la altura del kilómetro 4 (...), dedos anónimos apretaron el
gatillo del crimen y caía fusilado sumariamente el líder del andalucismo. Al
borde de una cuneta y en el filo de la madrugada del día 11».
El 14 de abril de 1983 el Parlamento de Andalucía acordó
designar a este malagueño nacido en Casares, Padre de la Patria Andaluza, como
consta en el preámbulo del Estatuto de Andalucía.
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