En la Asamblea de Córdoba, centrada en cuestiones
económicas, por un lado, se completan y profundizan determinados aspectos de la
de Ronda, cuyas conclusiones se asumen plenamente. Por otra parte, se aborda la
llamada «cuestión agraria», proponiendo reformas para su solución.
Por último, se diseña un programa de transformación de la
realidad socioeconómica andaluza. En conjunto, en ambas asambleas se aprueban
las líneas de actuación y las alternativas que plantea el movimiento
andalucista.
![]() |
Blas Infante con algunos de sus hijos. |
Cabe añadir además que, desde el Manifiesto de Córdoba del 1 de
enero de 1919, encabezado por Infante, el andalucismo abandona el calificativo
regionalista, para definirse explícitamente como nacionalista, propugnando la
abolición del centralismo, la consecución de una «Andalucía libre» y la
formación de una llamada Federación Hispánica.
En esta etapa de intensa actividad de Blas Infante, el
movimiento andalucista va penetrando en las provincias andaluzas, respaldado
por sectores de las clases medias urbanas. La incorporación de Pascual Carrión,
en 1917, aportará nuevos planteamientos sobre «la cuestión de la tierra». En
1918 y 1919, Infante participará, sin éxito, en las elecciones, y en 1919 el
andalucismo desplegará una importante campaña sobre «el problema agrario en
Andalucía».
Tras la plenitud
andalucista de 1919, reafirma sus principios y propuestas en 1920, a lo que
sigue un progresivo repliegue hacia el silencio en los años posteriores. El
mismo Blas Infante, en este tiempo previo al retraimiento de la época
dictatorial, desarrollará su dimensión de escritor-pensador, siendo su obra de
teatro Motamid -parábola sobre Andalucía- y su ensayo La Dictadura Pedagógica,
ejercicio intelectual en búsqueda de un nuevo modelo de sociedad, las muestras
más significativas de esta faceta. El impulso se truncará con el golpe de
Estado de Primo de Rivera.
En 1923, con la llegada de la dictadura y la política que
ésta desarrolla, los movimientos regionalistas y nacionalistas españoles se
adentran en una fase de repliegue. Así sucederá también en Andalucía. El
andalucismo debió recogerse sobre sí mismo y se vio forzado al silencio y a la
inacción.
Blas Infante buscó una discreta retirada. Una especie de
«exilio interior». Permutó su notaría de Cantillana por la de Isla Cristina
(Huelva). Una vez allí, abandonó toda actividad pública y se dedicó a las tareas
profesionales, a la lectura, a la escritura y a los viajes.
Entre otros a Marruecos, a la tumba de Al-Motamid; a
Portugal, en homenaje al mismo Al-Motamid, hijo del Algarbe; a Galicia, para
contactar con los nacionalistas gallegos de la revista Nos y también a la vida
familiar. Infante se había casado en 1919 y en Isla Cristina nacerán sus dos
hijas mayores; tendrá luego un hijo y otra hija. En este período, a través del
estudio, los escritos y los viajes, buscó encontrar las raíces, orígenes y
fundamentos de Andalucía y de lo andaluz. Es un tiempo dedicado a la meditación
y a la maduración de ideas.
Tras varios años de aislamiento, la noche del 9 de enero de
1930, en la Sociedad Económica de Amigos de País, de Málaga, reaparece Blas Infante,
que diserta sobre el tema “La continuidad de Andalucía”, que, en los estertores
de la dictadura, venía a ser un mensaje sobre la pervivencia de Andalucía, pese
al “largo silencio”.
En los últimos meses de 1930, Infante reproducía a
multicopista su largo escrito Casta acerca del fundamento de Andalucía, de gran
densidad ideológica y conceptual, que constituye básicamente su libro inacabado
Fundamentos de Andalucía, obra clave para conocer el desarrollo de su
pensamiento sobre nacionalismo, cultura y pueblo. Con todo ello, el andalucismo
reemprendía su actividad.
Infante piensa que es hora de volver a Sevilla y se
traslada a la notaría de Coria del Río
Se entra, a partir de 1931, tras las etapas regionalista
(hasta 1918) y nacionalista, en la fase liberalista-autonomista, en la que Blas
Infante y los andalucistas intervendrán en los decisivos procesos nacionales de
la época, elecciones, reforma agraria, autonomía.
En este sentido, entienden que es el momento crucial de la
«lucha por la autonomía andaluza» y reorganizados en la junta Liberalista de
Andalucía, de un lado, presionarán de inmediato sobre ayuntamientos y diputaciones
para reunir una asamblea que elabore un proyecto de Estatuto andaluz.
De otro, difundirán
sus ideas sobre «la revolución española” el “Estado libre de Andalucía” y los
contenidos del Estatuto. Asuntos que plantea Blas Infante en su libro, de 1931,
La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía, en donde
cuenta también su fallida experiencia electoral en las Constituyentes de 1931.
A partir de una concepción confederal del Estado, y de la
propia Andalucía, considera Infante que el Estatuto andaluz debe recoger: una
auténtica autonomía municipal; libertad de enseñanza; justicia gratuita;
especial atención a las cuestiones de la agricultura, con el principio de la
tierra para el cultivador; amplio recurso al sistema cooperativo.
A instancias de los andalucistas, la comisión gestora de la
Diputación sevillana convocó una reunión de presidentes de las diputaciones
andaluzas para estudiar la conveniencia de redactar un Estatuto.
El 6 de julio de 1931 se celebró en Sevilla la citada
reunión, aceptando la propuesta. La conclusión de la misma fue que el 26 de
febrero de 1932, en Sevilla, las diputaciones acordaron las bases para un
anteproyecto de Estatuto de Andalucía.
Al tiempo, convinieron en celebrar, en Córdoba, una asamblea
regional, en la que estarían representados todos los organismos
administrativos, políticos, técnicos, culturales, para elaborar a partir de
dichas bases un anteproyecto que, de acuerdo con el título I de la
Constitución, sería plebiscitado por los andaluces, antes de someterlo a las
Cortes. Así, desde 1932, quedaba convocada la Asamblea de Córdoba que, que tras
varias dilaciones, se desarrollará del 29 al 31 de enero de 1933 con el
objetivo de preparar un Anteproyecto de Bases del Estatuto de Andalucía.