Rainiero y Grace Kelly. Foto: Sur. |
Según la prensa de la época, la famosa actriz vestía un
conjunto color beis, rebeca blanca y un pañuelo amarillo en la cabeza. Tras ser
recibidos por el capitán, recorrer el buque y tomar un refrigerio, los
príncipes cenaron en la intimidad.
Al día siguiente, los príncipes recibieron en el yate a las
autoridades locales. La recepción comenzó a la una de la tarde. El cónsul de Mónaco Jiménez Lopera se encargó de las presentaciones. Al acto
protocolario acudieron, entre otros, el gobernador civil de la provincia, Luis Julve; el alcalde de Málaga, Pedro Luis Alonso, y el presidente de la Diputación, Antonio Pérez de
la Cruz.
Una vez acabado el encuentro con las autoridades, los
príncipes, acompañados por Jiménez
Lopera, fueron a un restaurante de la Costa
del Sol. El menú del almuerzo estuvo compuesto exclusivamente de pescado:
se sirvieron cigalas, gambas, espetos de sardinas y chanquetes.
Después de almorzar se marcharon a la residencia del cónsul.
Los príncipes pasaron la tarde en la terraza de la vivienda. Más tarde
volvieron al 'Deo Juvante II', en el
que cenaron a solas.
El matrimonio pasó
toda la mañana del viernes en el yate. A las ocho y media de la tarde, los
ilustres visitantes y el cónsul Jiménez
Lopera se trasladaron a Torremolinos
para cenar en el restaurante del hotel El
Pinar.
Los príncipes asistieron al día siguiente a un almuerzo
ofrecido por las autoridades malagueñas. Se celebró en la hostería de Gibralfaro. A lo largo de la comida, Grace Kelly firmó varios autógrafos.
Una vez finalizado el almuerzo, un operador de NO-DO tomó imágenes de los príncipes y de las autoridades locales
que les acompañaban, así como algunas vistas de Málaga, grabadas desde la terraza de la hostería. Por la tarde, Rainiero y Gracia de Mónaco dieron
un paseo en coche por la Farola
para, seguidamente, ir de compras a varios establecimientos malagueños.
Los actos celebrados en honor de los príncipes concluyeron
el sábado por la noche con una fiesta que tuvo como escenario los jardines de Villa Saint Moritz, residencia del
cónsul Jiménez Lopera, a la que
acudieron numerosos invitados.
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