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Un sacerdote se dirige a los emigrantes antes de su partida. Foto: Sur. |
Concretamente, el 9 de mayo de 1964 se publica en el diario Sur la convocatoria de uno de estos
cursos, para "proveer 40 plazas de trabajadores que deseen marchar a Alemania". Los requisitos exigidos
eran ser español, mayor de 18 años, no
tener cualificación profesional, saber leer y escribir y no padecer enfermedad
física ni defecto que le impida ser declarado apto.
Durante veinte días esas personas recibieron enseñanzas en
régimen externo. Las clases se impartían tres días a la semana, de seis y
cuarto de la tarde a nueve y cuarto de la noche.
El promedio de las demandas mensuales de empleo en el
exterior registradas por el IEE en
la provincia de Málaga entre
1964-1973 fue de 4.797.
El paro, la falta de oportunidades y la miseria obligaron a
miles de malagueños a hacer las maletas y marcharse al extranjero en busca de
un mundo mejor. La emigración se presentó como opción para encontrar un empleo
en países como Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, Holanda e, incluso, en la lejana Australia. Ese éxodo se produjo sobre
todo en la década de los años sesenta del siglo pasado. Muchos de esos
emigrantes regresaron a Málaga con
el paso del tiempo, pero otros echaron raíces en las ciudades que los
acogieron.
Francia y Alemania fueron los destinos preferidos
de los malagueños que traspasaron las fronteras. El 67 por ciento de esas
personas eligieron el país galo como punto en el que trabajar a lo largo de los
sesenta. La barrera del idioma y un estilo de vida diferente supusieron las principales
trabas que debieron sortear los emigrantes. Su objetivo era atesorar los
ahorros suficientes que les permitiesen volver con capacidad para comprar una
vivienda y montar un pequeño negocio con el que ganarse el sustento.
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