Mastodon Málaga y sus historias: Restricciones eléctricas

viernes, 3 de enero de 2020

Restricciones eléctricas

El 28 de julio 1957 se anuncia en Málaga el final del período de restricciones eléctricas. Uno de los problemas más graves y conocidos de la historia económica del primer franquismo fue la “penuria energética”.

Central eléctrica de Los Ramos, en El Atabal.
La insuficiencia de la oferta frente a la demanda resultó especialmente intensa en el terreno del petróleo y en el de la electricidad. La escasez de petróleo era, en buena medida, una cuestión de política exterior que se solucionó cuando se suavizaron las sanciones y las estrecheces provocadas por la II Guerra Mundial. Sin embargo, la incapacidad de atender la demanda eléctrica, que se alargó hasta 1957, respondía a otros motivos, bastante complejos.

Fueron  cuatro las causas principales que se han apuntado para explicar la restricción eléctrica de la posguerra. En primer lugar, es sabido que las autoridades del régimen franquista recurrieron a la “pertinaz sequía” para dar explicación al problema eléctrico.

Sin negar el incuestionable argumento meteorológico y su influencia, los empresarios de la época aportaron otros dos de mayor calado. Por una parte, la ausencia de “unidad de explotación”, es decir, de una red única y, por otra, la congelación de las tarifas.

El asunto de la red única, segunda causa, era un problema real que los empresarios particulares utilizaron como argumento para crear Unidad Eléctrica S.A. (UNESA) y defenderse de la amenaza que suponía, a la altura de 1944, el desembarco del Instituto Nacional de Industria (INI) en el sector eléctrico a través de la creación de la Empresa Nacional de Electricidad (ENDESA).

Respecto a las tarifas, tercera causa, su ordenamiento se remontaba a un Real decreto de 1924 que fue confirmado en 1933 y no se revisó hasta 1951. Su inmovilidad fue una de las razones más frecuentemente esgrimidas desde los años cuarenta a la hora de explicar la escasez eléctrica y una de las que se ha ponderado como de mayor importancia.

Con precios fijos desde antes de la guerra civil y en una coyuntura de inflación galopante es lógico que las empresas evitaran nuevas inversiones, que el consumo se disparara y que la ausencia de inversión se convirtiera en un auténtico cuello de botella.

El propio aumento del consumo constituye la cuarta explicación al problema energético de la posguerra. Mientras que en los años treinta lo habitual había sido el exceso de oferta de electricidad, en la posguerra la situación sufrió un vuelco que, al menos hasta 1942, no parecía alarmar a muchos.

Se ha demostrado que las autoridades franquistas no se plantearon la escasez de electricidad como problema hasta la fecha citada y ello ha permitido afirmar que antes se produjo una “apatía oficial hacia la cuestiones eléctricas”.

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