La
Comisión
Cooperadora
para la Extinción
de la Mendicidad,
que tenía
el
objetivo de
conseguir que las limosnas se
conviertan en donativos de cuota fija para constituir un fondo de
socorro que se encargará de alojar, curar y alimentar a los
"menesterosos"
emite el 12 de junio de 1907 una circular.
Casa del Niño Jesús en la calle Pozos Dulces. |
En
uno de los párrafos del escrito que se dirige al pueblo de Málaga,
se puede leer que “Si no es posible evitar que haya indigentes, es
relativamente fácil impedir que éstos se conviertan en mendigos,
como lo es prohibir que a esta capital concurran los de toda la
provincia, separar los verdaderos pobres de los que ejercen de
mendicantes para satisfacer vicios y hábitos de vagancia, remediar
la vil explotación de tiernas criaturas que se emplean como señuelo
para atrapar la limosna, y limpiando la vía pública de limosneros,
tullidos, vagos y niños pervertidos, llevar a cabo la obra de
beneficencia y cultura que se pretende".
Un
documento representativo de la catásfrofe socioeconómica y
mentalidad de la clase dirigente que en aquella época padecía la
sociedad malagueña. Para tratar de empezar a dar soluciones a la
grave situación surgieron algunas iniciativas como, por ejemplo, la
puesta en marcha, el 31 de marzo, de la
Cruz Roja
de Antequera,
mientras que el 8 de diciembre de 1907 veía el nacimiento una nueva
institución dedicada al cuidado y atención de los niños más
necesitados, la
Casa del Niño Jesús.,
ubicada
en un inmueble propiedad del Obispado
en la calle Pozos
Dulces.
Semejante
ejercicio de caridad, pública o privada, no pudo significar jamás una
solución definitiva al problema, que residió en el desequilibro de
la distribución
de la riqueza existente, y aunque es cierto que a menudo ayudó a aliviar
situaciones de pobreza, en realidad lo que hizo fue contribuir a su
mantenimiento.
En
medio de esta atmósfera maduró la conciencia de clase del
proletariado malagueño,
hecho que se vio favorecido tanto por el nivel creciente de concentración
obrera como por la difusión de ideas reivindicativas, hasta desembocar
en la consolidación de las organizaciones obreras y en una intensa
conflictividad
laboral.
Hay
que insistir en que estas condiciones de vida, hacinamiento e insalubridad,
no se localizaron únicamente en el área de expansión industrial de
la periferia
urbana, separada de la ciudad por el río Guadalmedina, ya que también
existieron importantes bolsas de pobreza dentro del casco urbano,
caso de
los barrios de la Victoria y de Capuchinos, y aun en el
núcleo central,
camufladas
tras las lujosas viviendas de la burguesía.
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