El 1 de febrero de febrero de 1926 la prensa de la época recoge la noticia de la apertura del plazo de matrícula de la Escuela de Sordomudos y Ciegos, creada y dirigida por el médico Miguel Mérida Nicolich, que era ciego.
Miguel Mérida-Nicolich. |
Detrás de este hecho se esconde la historia de Miguel Mérida-Nicolich, un oftalmólogo que, por ironías del destino, perdió la visión de una forma turbulenta y que, lejos de quedar postrado en una silla, se formó para convertirse en maestro de ciegos y acabó siendo el precursor a nivel europeo de la educación para niños invidentes y sordomudos.
A pesar de que cuenta con una calle en su nombre en la zona de Parque Litoral, para la mayoría de los malagueños es un completo desconocido. Pero su legado continúa hasta hoy gracias al Colegio de Educación Especial La Purísima y a los Laboratorios Nicolich, que fundó junto a su hermano Manuel, y que aún hoy fabrica desde Málaga la pomada de la Abéñula, que patentaron en 1934.
En 1924, Miguel, que entonces era un joven de 32 años y soltero, pierde la vista en una reyerta. Un suceso ocurrido en la calle de Las Siete Revueltas que hoy ya no existe pero que se encontraba en uno de los laterales de la calle Larios, en la zona de la Plaza de las Flores, donde se ubicaban algunos de los cabarets y cafés más célebres del momento como el Maipú o la Venta de Farfán.
Al parecer, un asunto de faldas, terminó en una pelea y Miguel recibió un tiro en la cabeza que le dejó completamente ciego. Aquel hecho se convirtió en uno de los sucesos más sonados de la época, debido a la posición que ocupaba el joven médico.
Aquel accidente, lejos de postrar a Miguel, supuso el comienzo de una nueva vida. Mientras que se recuperaba de sus heridas, conoció a una joven enfermera de familia inglesa, encargada de realizarle las curas, Vera Blackstone y Danger, con la que se casó el 17 de junio de 1925 en la capilla del Hospital de Santo Tomás, del que fue director el oculista.
Miguel se da cuenta de la importancia de ofrecer una educación a los niños ciegos para poder brindarles un futuro mejor. Su esposa, Vera, se convierte en la mejor aliada en esta nueva andadura. Miguel se forma como maestro de niños ciegos, viajando por todo el mundo junto a su esposa para conocer los sistemas de enseñanza adaptados para este tipo de alumnos.
En 1925 crea en Málaga el Instituto Municipal para Sordomudos y Ciegos, situado en la calle Gálvez Ginachero, en un edificio ya desaparecido, junto al Hospital Civil, pionero a nivel europeo y que se convierte en todo un referente en su especilidad. La mayoría de sus alumnos cursaban las clases en régimen interno donde eran atendidos por monjas franciscanas.
Tuvo la desgracia de tener ese accidente. La providencia le premio que se olvidará de aquella mala vida y cambio totalmente de vida alegre y visitando ciertos ambiente que no era bueno para el como profesional, La suerte de entra en su vida su mujer Vera, y hacerle ver que tenía que cambiar y dedicarse a otra cosa y ayudar a los niños Sordomudos y Ciegos. Y fundo el Instituto Municipal para Sordomudos y Ciego.
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