Por segunda vez consecutiva, Málaga no verá este año desfilar por sus calles los espectaculares tronos que portan a sus veneradas imágenes. El motivo, la suspensión decretada como consecuencia del virus Covip-19 y sus conocidas medidas higiénico sanitarias.
Jesús Cautivo. |
El pasado mes de enero, el obispo de la diócesis, Jesús Catalá, firmó un decreto en el que disponía “la suspensión 'sine die' de todos los actos que tengan carácter de culto externo y todas las celebraciones en las que se haga uso de la vía pública”. Más adelante, la referida disposición señalaba que “en su lugar, y particularmente en lo referente a procesiones, estaciones de penitencia y romerías, cada párroco o director espiritual, en colaboración con las asociaciones de fieles, cofradías y hermandades afectadas, organizará la oración o celebración más oportuna para ese momento, de acuerdo a las orientaciones que la delegación de Hermandades y Cofradías proponga”.
Las tradicionales procesiones de Semana Santa empiezan a celebrarse en Málaga tras la entrada de los Reyes Católicos en la ciudad en 1487. La conversión de los habitantes de la ciudad al catolicismo así como la llegada de nuevos pobladores, en su mayoría procedentes de Castilla, suponen, tras siglos de influencia musulmana, una nueva dimensión en la expresión religiosa de los malagueños. Sin embargo, el Concilio de Trento y la posterior Contrarreforma serán los acontecimientos que más influyan en la forma de celebrarse la Pasión y Muerte de Cristo en Málaga.
La Iglesia, en una clara intención de combatir la herejía, fomentará el culto a las imágenes. Esta seña de identidad poseía una doble intención, si bien servía como seña distintiva del credo católico, también se utilizó para catequizar al pueblo. Será pues en esta época cuando Málaga viva la fundación de un gran número de cofradías y hermandades.
Aunque la celebración de la Semana Santa de entonces resultaba completamente diferente de la que se conoce en la actualidad. Todos los tronos salían de sus respectivos templos, las imágenes iban en unas reducidas andas portadas por unos ocho o diez hombres y el cortejo estaba formado por "hermanos de luz", lo que equivaldría a los actuales nazarenos, y "hermanos de sangre" o disciplinantes, que, azotándose durante todo el recorrido penitencial, impresionaban al público que se congregaba para presenciar tan tétrico espectáculo.
La mayor parte de los hermanos, además, ingresaban en las fraternidades movidos por el deseo de conseguir un lugar en suelo sagrado en el que sus restos mortales pudiesen hallar el descanso eterno, así como una entidad que dijese las misas de rigor con el objetivo de rogar por su alma obtuviera cuanto antes el descanso eterno.
Próxima entrega: La Semana Santa malagueña (II)
No hay comentarios:
Publicar un comentario