Mastodon Málaga y sus historias: La fiebre amarilla de 1804

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martes, 13 de septiembre de 2022

La fiebre amarilla de 1804

 

Entre la primavera y el verano de 1804 volvió a producirse un segundo brote de la fiebre amarilla en Málaga. Fue incluso más virulento que el anterior, afectando a una población ya muy debilitada por el primer brote. El balance de víctimas fue escalofriante. De los cerca de 40.000 habitantes que quedaban en Málaga en junio de 1804, fallecieron 11.486 personas y se marcharon, antes del cierre y cuarentena de la ciudad, otras 4.548 personas.


Calle Pozos Dulces.


El origen de este brote se localizaba en la calle Pozos Dulces, según la investigación de Juan Manuel de Aréjula, reputado cirujano y químico, que estableció que la epidemia llegó a Málaga el 25 de agosto de 1804, a través de Francisco Melgar, vecino de la calle citada y que murió en mayo después de regresar de Alhucemas (entonces protectorado español de Marruecos) una semana antes. A finales de junio de 1804 el vómito negro había avanzado hasta Puerta Nueva, Carretería y Cobertizo del Conde. En julio afectaba con fuerza a las feligresías del Sagrario, Santiago, San Juan y de la Catedral. En agosto se aceleraron los casos, pasando, en la parroquia de los Mártires, de 26 enfermos en junio; a 103, en julio; y 1.640, en agosto. Idéntica progresión se registró en el resto de las parroquias.

La investigación de Aréjula apunta que el 7 de septiembre se produjo el pico de casos, momento a partir del cual empezaron a bajar hasta que en diciembre se dio por terminada la epidemia. En el recuento de víctimas que realizó este médico, incluyó entre las 18.348 víctimas totales a 8 médicos, 13 cirujanos y 9 farmacéuticos. Además de 20 panaderos de Churriana, que pese a estar lejos del foco de la epidemia de la capital, se vieron afectados por proveer de pan a la ciudad.

En aquel momento, viajar en barco requería de un permiso de sanidad, en el que se certificaba que el pasajero no estaba infectado por ninguna enfermedad contagiosa. Los barcos solían ser las principales vías de extensión de las epidemias y se intentaba controlar su tránsito.

El ya citado doctor Juan Manuel Aréjula, en su investigación, se detuvo en el hecho de que el inicio de la epidemia en 1803 coincidió con la llegada de dos bergantines franceses procedentes de Marsella con tropas que iban a Santo Domingo. El pasaje de estos dos buques, Desaix y Union, estaba formado por 171 tropas de desertores, vagabundos y presidiarios de los castillos penitenciarios de San Juan y San Nicolás, en el primer caso; y 150 efectivos, también del mismo origen, en el segundo barco. La fiebre amarilla estaba afectando a los internos en estos dos castillos y, de hecho, 20 hombres murieron por vómito negro en la travesía de estos dos bergantines y 42 mientras estaban fondeados en la rada del puerto. Finalmente se alojaron en el castillo de Gibralfaro, donde murieron otros tres. Conocido ahora que la transmisión se producía a través de un mosquito, algo que desconocía Aréjula, no es descabellado que llegara en estos dos bergantines y afectara a la embarcación atracada cerca.


Fuente documental: Cuando Málaga tuvo su ébola. Miguel Ferrary. La Opinión de Málaga, septiembre de 2014

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