Entre la primavera y el verano de 1804 volvió a producirse un
segundo brote de la fiebre amarilla en Málaga. Fue incluso
más virulento que el anterior, afectando a una población ya muy
debilitada por el primer brote. El balance de víctimas fue
escalofriante. De los cerca de 40.000 habitantes que quedaban en
Málaga en junio de 1804, fallecieron 11.486 personas y se
marcharon, antes del cierre y cuarentena de la ciudad, otras 4.548
personas.
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| Calle Pozos Dulces. |
El origen de este
brote se localizaba en la calle Pozos Dulces, según la
investigación de Juan Manuel de Aréjula, reputado cirujano y
químico, que estableció que la epidemia llegó a Málaga el
25 de agosto de 1804, a través de Francisco Melgar, vecino de
la calle citada y que murió en mayo después de regresar de
Alhucemas (entonces protectorado español de Marruecos)
una semana antes. A finales de junio de 1804 el vómito negro
había avanzado hasta Puerta Nueva, Carretería y
Cobertizo del Conde. En julio afectaba con fuerza a las
feligresías del Sagrario, Santiago, San Juan y
de la Catedral. En agosto se aceleraron los casos,
pasando, en la parroquia de los Mártires, de 26 enfermos en
junio; a 103, en julio; y 1.640, en agosto. Idéntica progresión se
registró en el resto de las parroquias.
La investigación de
Aréjula apunta que el 7 de septiembre se produjo el pico de
casos, momento a partir del cual empezaron a bajar hasta que en
diciembre se dio por terminada la epidemia. En el recuento de
víctimas que realizó este médico, incluyó entre las 18.348
víctimas totales a 8 médicos, 13 cirujanos y 9 farmacéuticos.
Además de 20 panaderos de Churriana, que pese a estar lejos
del foco de la epidemia de la capital, se vieron afectados por
proveer de pan a la ciudad.
En aquel momento,
viajar en barco requería de un permiso de sanidad, en el que se
certificaba que el pasajero no estaba infectado por ninguna
enfermedad contagiosa. Los barcos solían ser las principales vías
de extensión de las epidemias y se intentaba controlar su tránsito.
El ya citado doctor
Juan Manuel Aréjula, en su investigación, se detuvo en el
hecho de que el inicio de la epidemia en 1803 coincidió con la
llegada de dos bergantines franceses procedentes de Marsella con
tropas que iban a Santo Domingo. El pasaje de estos dos
buques, Desaix y Union, estaba formado por 171 tropas
de desertores, vagabundos y presidiarios de los castillos
penitenciarios de San Juan y San Nicolás, en el primer
caso; y 150 efectivos, también del mismo origen, en el segundo
barco. La fiebre amarilla estaba afectando a los internos en estos
dos castillos y, de hecho, 20 hombres murieron por vómito
negro en la travesía de estos dos bergantines y 42
mientras estaban fondeados en la rada del puerto. Finalmente se
alojaron en el castillo de Gibralfaro, donde murieron otros
tres. Conocido ahora que la transmisión se producía a través de
un mosquito, algo que desconocía Aréjula, no es descabellado
que llegara en estos dos bergantines y afectara a la embarcación
atracada cerca.
Fuente
documental: Cuando Málaga tuvo su ébola. Miguel
Ferrary. La Opinión de Málaga, septiembre de 2014