Mastodon Málaga y sus historias: contagio
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viernes, 24 de mayo de 2024

La epidemia de cólera de 1885

 

El cólera se convirtió en una grave amenaza para la sociedad malagueña del siglo XVIII, poniendo en jaque a las autoridades políticas y sanitarias y resaltando las enormes carencias que presentaba el dispositivo higiénico-sanitario de la ciudad.


Corralón en El Perchel.


Málaga se había librado, gracias a las prudentes medidas de sus autoridades, de la fiebre amarilla que el año 1870 causó infinitas victimas en Barcelona, pero no fue tan afortunada el año 1885, cuando el cólera hizo estragos terribles en provincias limítrofes, especialmente en Granada.

A pesar de aquellas famosas fumigaciones de Bobadilla, que dieron motivo a escandalosos artículos de la prensa, el cólera penetró en Málaga y diariamente fallecían algunas personas, especialmente en el barrio de la Trinidad.

La Junta de Sanidad no descansó y a sus medidas se debió que el cólera no se incrementase en la capital. En cambio algunos pueblos de la provincia como Vélez, Archidona, Alora, Cuevas de San Marcos y otros, sufrieron la terrible epidemia de manera aterradora. El cólera no llegó a declararse oficialmente. Los casos sospechosos duraron los meses de julio y de agosto, desapareciendo en septiembre.

En total, durante el siglo XIX la ciudad sufrió cuatro epidemias de cólera, una enfermedad contagiosa que segó la vida de los malagueños y que se transmitió con facilidad debido a la poca higiene y a la escasez de recursos sanitarios.


viernes, 21 de septiembre de 2018

Epidemias de fiebre tifoidea


El 15 de enero de 1951 se declara oficialmente en Málaga una epidemia de fiebre tifoidea, que causa 52 muertes y afecta a tres mil personas.

Las autoridades sanitarias la definieron como un brote epidémico originado por contaminación fecal, accidental y masiva, del abastecimiento de agua potable en una zona que comprende y afecta, aproximadamente, a la mitad de la población.

El hacinamiento en los corralones aumentaba el contagio. Foto: Sur.
La campaña de vacunación, principal medida adoptada, afectó a 202.160 personas. El 24 de febrero se pusieron en marcha tres depuradoras por cloro. Las autoridades locales intentaron mantener en silencio la existencia de la epidemia para no afectar el tráfico comercial y turístico.

Pero no era la primera vez que el tifus sembraba el pánico entre la población, sobre todo entre la más desfavorecida. En 1939 se produjo otra epidemia que lleno los cementerios. La declaración oficial de la enfermedad no se hizo hasta abril de 1941. Los contagios se mantuvieron hasta 1943, pero la mortalidad fue descendiendo con el paso de los meses. La mayoría de los fallecimientos se registraron de abril a julio de 1941. En 1941 se contabilizaron 437 defunciones, 47 en 1942 y seis en 1943.

Los malagueños vivieron años muy difíciles. El hambre y la falta de alimentos eran la tónica predominante. A ello se unían la escasez de viviendas, lo que favorecía el hacinamiento en corralones e incluso en cuevas, así como la falta de medidas higiénicas.

Todos esos factores favorecían que el tifus se propagase con celeridad. Por sexos, atacó más a los hombres que a las mujeres. La población más afectada fue la que tenía de 30 a 59 años. Las clases pobres sufrieron más la infección, consecuencia directa de su desnutrición y de tener las defensas inmunológicas muy bajas.

Para contrarrestar la epidemia, el Ayuntamiento habilitó un hospital de infecciosos, abrió una estación de desinsectación y limpieza, se entregaba ropa limpia, se desinfectó el transporte público y se suspendió la Feria de Agosto para tratar de disminuir los contagios.