Mastodon Málaga y sus historias: peste
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lunes, 20 de mayo de 2024

El Hospital de Santa Ana

 

En marzo de 2008, gracias a los trabajos arqueológicos realizados bajo los cimientos del antiguo cine Astoria. las excavaciones, a unos dos metros de profundidad, sacaron a la luz los restos del antiguo Hospital de Santa Ana, construido en el primer decenio del siglo XVI.

Su transcurrir histórico abarca casi cuatro siglos, y se ubicaba delante de la Puerta de Granada, en los arrabales de la ciudad, en el emplazamiento ya descrito. En sus orígenes fue un mesón-albergue perteneciente a Iñigo García Fernández de Manrique descendiente de los condes de Frigiliana y de los duques de Fernán Núñez.

Este mesón-hospedería albergaba a los moros que venían del reino de Granada y de las Alpujarra. Sin embargo, tras la toma de Granada el 2 de enero 1492, ya no tenía sentido esta hospedería y se dejó en desuso. En 1493 dos ermitaños, Pedro Pecador y Álvaro Alvarado, que luego ingresaron en la Orden de San Juan de Dios, vinieron a Málaga y solicitaron un permiso para erigir un hospital con el fin de asistir a los enfermos con ‘dolencias vergonzosas’, es decir, de transmisión sexual.


Patio del desaparecido Hospital de Santa Ana.


La ciudad de Málaga aprobó dicha solicitud y la ubicación del hospital estaría a las afuera de la ciudad, en el arrabal que luego se llamaría de La Merced, donde estaba instaurado el ya citado mesón inhabilitado.

Aunque en sus orígenes estuvo destinado a la curación de enfermos de sífilis, sin embargo, en momentos críticos en los que la ciudad se veía amenazada por otras epidemias, como fue el caso de la peste, se utilizó también este centro para albergar a los apestados.

Hay que resaltar que la administración de la institución se vio gravemente afectada por las disputas sobre su propiedad. La admisión de los enfermos requería el cumplimiento de una serie de premisas con normas sanitarias especiales aplicadas a estos, la autorización de los diputados del cabildo y del representante del conde de Frigiliana, junto con el beneplácito del médico, del cirujano y del administrador. Otros requisitos eran la prioridad de los más pobres, de los vecinos de Málaga y de los enfermos menos infectados, ya que su curación requería menor tiempo y de esa manera se evitaba que la enfermedad se incrementara poniendo en peligro al resto de la población.

La asistencia médica era totalmente gratuita, a excepción de los religiosos cuya estancia pagaba la orden, menos los franciscanos que estaban exentos del pago; por los esclavos pagaban sus dueños y el costo era de diez ducados.

El Hospital de Santa Ana o más vulgarmente conocido como el hospital de las buba o del mal gálico, tuvo un origen muy justificado, fueron muchos los enfermos que en aquella época se acogieron allí con su incurable y contagioso mal.

Tuvo una organización y una administración incipientes que no llegaron a alcanzar un desarrollo destacable, su sustento fueron las donaciones y las limosnas, y con estos medios permitió a muchas personas pasar sus últimos momentos de vida de la mejor manera posible.

Al disminuir las rentas de este hospital, sus enfermos fueron trasladados al de San Juan de Dios, quedando abandonados los religiosos que los atendían en Santa Ana. La capilla quedó bastantes años más abierta al público, y todavía en los años de 1866 a 1869, se seguían practicando ejercicios piadosos. Posteriormente los planes urbanísticos condujeron a su demolición.


Fuente documental: Instituciones benéfico-sanitarias en la Málaga de fines del siglo XVII: el Hospital de Santa Ana. Antonio Jesús Jiménez Sánchez. Universidad de Málaga.

jueves, 25 de marzo de 2021

La epidemia de peste de 1583

 

La ciudad de Málaga sufrió un gran número de epidemias durante todo el siglo XVI pero entre los años 1582 y 1583 padeció uno de los más importantes brotes epidémicos de la centuria, afectando no sólo a la ciudad sino también a muchos pueblos, incidiendo dramáticamente en su población y provocando un gran quebranto económico. Algunos autores consideran que la peste se encontraba instalada en Málaga desde el verano de 1581, disminuyendo el número de enfermos durante los meses de invierno y alcanzando su máxima intensidad en marzo de 1583.


El cabildo catedralicio tuvo un papel destacado contra la edpidemia.


Esta periodicidad se puede comprobar con los acuerdos adoptados por el cabildo catedralicio el día 12 de septiembre de 1582, cuando se pone de manifiesto que se había determinado hacer un hospital para curar a los enfermos con tumoraciones, quedando patente que la enfermedad se encontraba activa en la ciudad desde ese momento.


Las Actas Capitulares son una fuente excelente para ilustrar las graves circunstancias que vivieron los malagueños y sus autoridades que intentaron detener la propagación de la enfermedad. Una larga serie de medidas intentaron mejorar las condiciones de los ciudadanos, pero no impidieron que, ante la falta de eficacia de tratamientos médicos, las victimas ascendieran en gran número.


La avalancha de gastos motivados por la epidemia hará que el Ayuntamiento de Málaga se viera obligado a solicitar socorro de la Corona para poder costear las numerosas deudas ocasionadas por el mantenimiento de los hospitales. Según el concejo, los gastos ascendían a más de 5.000 ducados, entre los pagos al boticario y los salarios de cirujanos, médicos, barberos y personas que habían asistido a los enfermos durante el contagio.


Tras casi dos años de enfermedad y cerca de 12.000 personas afectadas entre muertos y enfermos, la ciudad vuelve a recuperar la salud y su actividad con un balance de graves consecuencias tanto personales como económicas.


La pérdida de población, cargos públicos vacantes, endeudamiento del concejo, interrupción de la actividad económica con la consecuente crisis de abastecimiento en Málaga y todos los pueblos de su jurisdicción, serían las consecuencias del azote de la plaga.


El brote epidémico se consideró concluido el 14 de agosto de 1583, cuando el portero de la ciudad llama a cabildo por orden del corregidor para informar a todos los caballeros del buen estado de salud que había y tratar de las fiestas que se debían hacer para dar gracias a Dios por el fin de la epidemia. Acordándose igualmente informar al Obispo para que, a su vez, diera las órdenes oportunas para realizar una procesión el día de San Roque. Unos meses después, el 18 de enero de 1584, el cabildo malagueño acordó celebrar fiesta el día de San Sebastián en conmemoración de la salud de la ciudad y la liberación de la peste.