El año 1722 fue un año con una muy escasa cosecha de trigos en toda la Andalucía, pero muy especialmente en Málaga y Granada. La Albóndiga no contaba con surtido alguno y esto hizo pensar al gobernador Diego de Cárdenas en procurar subsistencias, pues ya en la ciudad se notaba la falta y el pan subía considerablemente de precio, según narra la crónica recopilada en Curiosidades históricas de Andalucía de Narciso Díaz Escovar.
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Puerto de Málaga en el siglo XIX. |
Por lo pronto se nombró una Junta compuesta de cuatro Caballeros Capitulares y el Alcalde Mayor. A falta de otros caudales echaron mano del destinado para conducir a las fuentes públicas el agua de la llamada del Rey. El regidor Luis de Santiago Chinchilla, salió secretamente de la ciudad para viajar a Cádiz, recorriendo entre otros términos los de Medina, San Roque y Jimena, los labradores de los citados municipios, conscientes de la carestía y no muy sobrados tampoco de trigo tampoco, sólo vendieron ciento cincuenta fanegas,.
El pueblo empezaba ya a inquietarse y los Diputados del Comercio gestionaron cerca de los Mercaderes para que hicieran pedidos a todas partes, para que trajesen granos al puerto malagueño, pues las esperanzas de tierra se iban perdiendo. También se acudió al rey y éste dictó algunas beneficiosas disposiciones en favor de Málaga, pero no las necesarias, ni la dispensa de derechos solicitada.
La llegada de un navío inglés con dos mil fanegas de trigo, consignadas a Mateo Quilty, así como la de tres buques que transportaban mil cuatrocientas ochenta fanegas para Levante, fueron obligados a descargar en Málaga y una consignación de novecientas cinco que obtuvo la casa de los señores Ximénez aplazaron el conflicto.
Se nombró entonces una Diputación para cada barrio y otra para los lugares de Alhaurín de la Torre y Churriana, se formaron listas especiales de panaderos que traían el pan cocido a la Plaza de las Cuatro Calles, en virtud de pólizas especiales firmadas por el Alcalde Mayor y Luis de Tolosa y Coalla y fueron castigados los que ocultaban trigos y harinas. Se fletó por cuenta del gobernador un navío, que saliese en busca de subsistencias, entregándose seis mil pesos con este fin al sobrecargo Juan Bautista Buzo.
Pero todo era inútil. Los grupos hambrientos de mujeres, hombres y niños recorrían la ciudad y amenazaban las casas de los ricos. Para calmarlos se registraban cortijos, lagares y caseríos . Este registro dio por resultado un hallazgo de nueve mil cuatrocientas noventa y seis medias fanegas, muchas de ellas de proveedores de presidios, galeras, tropas y fronteras.
Una mañana , el pueblo atendiendo una voz calumniosa, se alborotó y acudió en masa al Convento de San Francisco. Se aseguraba que allí se ocultaban dos mil fanegas de grano y que el Gobierno conocía la ocultación y la patrocinaba. “La malicia rompió todo dique. La murmuración hizo pasto a personas muy respetables”, según narró Escovar.
El Alcalde Mayor, el Fiscal General Eclesiástico y tres regidores visitaron el convento y se demostró que no había allí depósito alguno. Solo en la enfermería baja se encontró un corto número de fanegas, traídas de Baena para el consumo de los frailes y parte de las que les había regalado el marqués de Chinchilla.
Estaba anclado en el puerto el navío inglés Sorpresa, su capitán Roberto Goult, esperando viento favorable para hacerse a la vela, hacia Lisboa. El pueblo supo que llevaba algún trigo y asedió a los regidores que sin pararse en barras, impulsados sin duda por la excitación popular, cada día mayor, mañosamente recogieron las patentes al capitán, le hicieron venir a tierra y repitiendo lo antes ocurrido con los tres buques valencianos, le obligaron a desembarcar el trigo del navío, sin escuchar quejas ni atender fundadas protestas. Este trigo lo distribuyó el regidor Luis de Santiago. El Alcalde Mayor dictó un bando para que a los forasteros no pudiera venderse más que un pan diario, a la vez que se hacía salir de Málaga a los muchos que accidentalmente se encontraban en la ciudad.
Salvador Gallego de Santa Cruz, ciudadano industrioso, prudente y sagaz, con el teniente Bartolomé Gutiérrez partió para indagar qué pueblos podrían tener almacenado trigo y estando en Antequera, supo que en La Rambla existía un clérigo de Menores llamado Fernando Cabello de los Cobos, que tenía crecida porción de granos, ajustándole un número de fanegas. Se fletaron otros dos barcos y se despacharon correos, en solicitud de granos, a Gibraltar y Lisboa, con cartas de los cónsules.
Afortunadamente empezó a disiparse el conflicto, a lo cual contribuyó el cónsul inglés . También trajeron granos el navío Santa Bárbara, el francés Santa María de la Guardia y otra serie de barcos, por lo que Málaga quedó abastecida y pudo socorrer a Ronda y Marbella, cuyos habitantes eran víctimas del hambre.
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