Mastodon Málaga y sus historias: hambruna
Mostrando entradas con la etiqueta hambruna. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta hambruna. Mostrar todas las entradas

martes, 30 de enero de 2024

La hambruna en la Málaga de la posguerra

 

La miseria y la falta de comida se instalaron en muchos hogares de Málaga tras la guerra civil. La mayoría de la población carecía de recursos económicos para pagar los elevados precios de los escasos productos alimenticios que se ponían a la venta en el mercado negro.


Reparto de comica incautada del mercado negro.


Para hacer frente a la situación de extrema necesidad, el régimen del general Franco implantó las cartillas de racionamiento, que tenían como objetivo distribuir alimentos básicos y productos de primera necesidad. Sin embargo, ni siquiera con esa medida se logró garantizar las necesidades de alimentación de los malagueños, lo que condenó a muchos de ellos a la desnutrición, por lo tanto a ser presa fácil de diversas enfermedades y a morir antes de tiempo.

En 1940 la mayoría de la población de Málaga no tenía qué llevarse a la boca, una hambruna que las autoridades no conseguían paliar. En esa fecha, el Gobierno Civil trató de calmar los ánimos con el anuncio de que en breve llegarían a Málaga dos barcos cargados con 3.000 toneladas de trigo y 4.000 de cereal.

También se incrementaron los controles y se impusieron sanciones para intentar frenar la especulación y el estraperlo. Unas actuaciones que no consiguieron hacer desaparecer el mercado negro, que continúo haciendo fortuna con precios que sólo estaban al alcance de unos pocos y que en ocasiones contando con la complicidad de las autoridades.

Ante el alza de los precios se establecieron dos cartillas de racionamiento, una para la carne y otra para el resto de productos alimenticios. La población fue dividida en varios grupos. Por un lado, estaban los hombres adultos y las mujeres adultas (a las féminas se les daba una ración un 20 por ciento inferior a la de los hombre).

Por otro lado, se encontraban los niños y niñas de hasta catorce años (cuya ración era un 40 por ciento inferior a la de un hombre adulto). El tercer grupo lo componían hombres y mujeres de más de sesenta años (también se les daba un 20 por ciento menos de ración que a un varón adulto). Aunque en un principio las cartillas de racionamiento eran familiares, a partir de 1943 fueron individuales.

La consecuencia directa de la mala o nula nutrición fue el incremento de una serie de enfermedades como las hepáticas, la tuberculosis, la gripe, las fiebres tifoideas, el paludismo y la disentería. La mortalidad entre niños y ancianos se disparó.

Como en todo periodo de miseria, hubo gente que ganó mucho dinero a costa de la penuria de los demás. Las autoridades trataron de combatir el estraperlo y persiguieron las ventas abusivas de alimentos y productos de primera necesidad. Para ello, se impusieron multas que oscilaron entre 25 y 6.000 pesetas. Además de las sanciones económicas, hubo penas de cárcel para los especuladores. En el caso de Málaga, en julio de 1940, 24 personas ingresaron en prisión después de haber sido detenidas en la estación intentando introducir pequeñas cantidades de pan blanco, harina, fideos y cebada.


Fuentes documentales: Hambre en la posguerra española. Poder, estrategias de supervivencia y resistencias cotidianas a partir de un enfoque «micro» (Málaga, 1939-1951). Encarnación Barranquero Texeira. Universidad de Málaga. Años cuarenta del siglo XX: el tiempo del hambre en Málaga. Ángel Escalera. Diario Sur, mayo 2019

viernes, 13 de enero de 2023

La hambruna de 1722

 

El año 1722 fue un año con una muy escasa cosecha de trigos en toda la Andalucía, pero muy especialmente en Málaga y Granada. La Albóndiga no contaba con surtido alguno y esto hizo pensar al gobernador Diego de Cárdenas en procurar subsistencias, pues ya en la ciudad se notaba la falta y el pan subía considerablemente de precio, según narra la crónica recopilada en Curiosidades históricas de Andalucía de Narciso Díaz Escovar.


Puerto de Málaga en el siglo XIX.


Por lo pronto se nombró una Junta compuesta de cuatro Caballeros Capitulares y el Alcalde Mayor. A falta de otros caudales echaron mano del destinado para conducir a las fuentes públicas el agua de la llamada del Rey. El regidor Luis de Santiago Chinchilla, salió secretamente de la ciudad para viajar a Cádiz, recorriendo entre otros términos los de Medina, San Roque y Jimena, los labradores de los citados municipios, conscientes de la carestía y no muy sobrados tampoco de trigo tampoco, sólo vendieron ciento cincuenta fanegas,.

El pueblo empezaba ya a inquietarse y los Diputados del Comercio gestionaron cerca de los Mercaderes para que hicieran pedidos a todas partes, para que trajesen granos al puerto malagueño, pues las esperanzas de tierra se iban perdiendo. También se acudió al rey y éste dictó algunas beneficiosas disposiciones en favor de Málaga, pero no las necesarias, ni la dispensa de derechos solicitada.

La llegada de un navío inglés con dos mil fanegas de trigo, consignadas a Mateo Quilty, así como la de tres buques que transportaban mil cuatrocientas ochenta fanegas para Levante, fueron obligados a descargar en Málaga y una consignación de novecientas cinco que obtuvo la casa de los señores Ximénez aplazaron el conflicto.

Se nombró entonces una Diputación para cada barrio y otra para los lugares de Alhaurín de la Torre y Churriana, se formaron listas especiales de panaderos que traían el pan cocido a la Plaza de las Cuatro Calles, en virtud de pólizas especiales firmadas por el Alcalde Mayor y Luis de Tolosa y Coalla y fueron castigados los que ocultaban trigos y harinas. Se fletó por cuenta del gobernador un navío, que saliese en busca de subsistencias, entregándose seis mil pesos con este fin al sobrecargo Juan Bautista Buzo.

Pero todo era inútil. Los grupos hambrientos de mujeres, hombres y niños recorrían la ciudad y amenazaban las casas de los ricos. Para calmarlos se registraban cortijos, lagares y caseríos . Este registro dio por resultado un hallazgo de nueve mil cuatrocientas noventa y seis medias fanegas, muchas de ellas de proveedores de presidios, galeras, tropas y fronteras.

Una mañana , el pueblo atendiendo una voz calumniosa, se alborotó y acudió en masa al Convento de San Francisco. Se aseguraba que allí se ocultaban dos mil fanegas de grano y que el Gobierno conocía la ocultación y la patrocinaba. “La malicia rompió todo dique. La murmuración hizo pasto a personas muy respetables”, según narró Escovar.

El Alcalde Mayor, el Fiscal General Eclesiástico y tres regidores visitaron el convento y se demostró que no había allí depósito alguno. Solo en la enfermería baja se encontró un corto número de fanegas, traídas de Baena para el consumo de los frailes y parte de las que les había regalado el marqués de Chinchilla.

Estaba anclado en el puerto el navío inglés Sorpresa, su capitán Roberto Goult, esperando viento favorable para hacerse a la vela, hacia Lisboa. El pueblo supo que llevaba algún trigo y asedió a los regidores que sin pararse en barras, impulsados sin duda por la excitación popular, cada día mayor, mañosamente recogieron las patentes al capitán, le hicieron venir a tierra y repitiendo lo antes ocurrido con los tres buques valencianos, le obligaron a desembarcar el trigo del navío, sin escuchar quejas ni atender fundadas protestas. Este trigo lo distribuyó el regidor Luis de Santiago. El Alcalde Mayor dictó un bando para que a los forasteros no pudiera venderse más que un pan diario, a la vez que se hacía salir de Málaga a los muchos que accidentalmente se encontraban en la ciudad.

Salvador Gallego de Santa Cruz, ciudadano industrioso, prudente y sagaz, con el teniente Bartolomé Gutiérrez partió para indagar qué pueblos podrían tener almacenado trigo y estando en Antequera, supo que en La Rambla existía un clérigo de Menores llamado Fernando Cabello de los Cobos, que tenía crecida porción de granos, ajustándole un número de fanegas. Se fletaron otros dos barcos y se despacharon correos, en solicitud de granos, a Gibraltar y Lisboa, con cartas de los cónsules.

Afortunadamente empezó a disiparse el conflicto, a lo cual contribuyó el cónsul inglés . También trajeron granos el navío Santa Bárbara, el francés Santa María de la Guardia y otra serie de barcos, por lo que Málaga quedó abastecida y pudo socorrer a Ronda y Marbella, cuyos habitantes eran víctimas del hambre.