Casi todo el mundo lo conoce como el convento del Cister, pero el nombre con el que incluso fue bautizada la céntrica y angosta calle en la que se ubica procede de la Abadía de Santa Ana de la Orden del Cister. Este convento de monjas data de principios del siglo XVII y su fundación tuvo lugar en la calle Cinco Bolas en 1604, cuando la comunidad de mujeres "arrepentidas" que había creado el obispo García de Haro adoptó la regla benedictina.
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Abadía de Santa Ana. |
Fue en 1617 cuando las monjas se trasladaron a la plazuela del Conde, un ensanche en la actual calle Cister donde, según el historiador Víctor Heredia, "se hicieron evidentes las diferencias entre las monjas con y sin dote". Los distintos intereses entre estos grupos desembocaron en la separación de ambos en dos comunidades distintas, decisión que fue confirmada por el rey Felipe IV en 1640 y llevada a efecto diez años después. Las monjas sin dote pasaron a integrar el nuevo monasterio de la Encarnación, mientras que las religiosas cistercienses con dote permanecieron en el mismo lugar bajo la advocación de Santa Ana.
En 1671 Luis de Valdés, beneficiado de la parroquia de Los Mártires, se comprometió a sufragar la construcción de una nueva iglesia. En ese mismo año profesaron en el convento Claudia y Andrea, hijas del escultor Pedro de Mena, que vivía en la calle Afligidos, justo enfrente de la abadía y que dispuso que su cuerpo fuera enterrado a la entrada de su iglesia.
Del primitivo edificio conventual apenas se conocen datos, salvo que limitaba con las calles Cister, Pedro de Toledo y Rebanadillas (actual Marquesa de Moya) y que fue demolido en 1873 durante la I República. Posteriormente las monjas llegaron a un acuerdo con Antonio Campos Garín, que había comprado los solares resultantes del derribo, para reedificar el convento en la parte interior de la parcela.Así, dando fachada a las calles Cister y Pedro de Toledo se hicieron edificios de viviendas, mientras que se trazó un pasaje (la calle Abadía de Santa Ana) que servía de acceso al convento.
Las obras se realizaron en 1878 y el arquitecto Jerónimo Cuervo fue el autor tanto de las destinadas a vivienda como de las propiamente conventuales. Según Heredia, "parece que la portada de la antigua iglesia fue recolocada en la nueva, al igual que la imagen de Santa Ana con la virgen niña de barro cocido que la preside, atribuida al escultor Juan Cháez".
La estructura del templo se compone de una nave única dividida en dos tramos cubiertos con bóveda de medio cañón con arcos fajones .La capilla mayor, de planta semicircular, se remata en una cubierta de cuarto de esfera. El coro se eleva a los pies del edificio, abriéndose la tribuna a la zona del presbiterio. En el exterior destaca la portada de piedra blanca, de líneas clásicas, con arco de medio punto flanqueado por pilastras toscanas cajeadas. Centra la fachada la citada hornacina con la imagen de Santa Ana, original del siglo XVIII.
La escasez de vocaciones determinó el cierre del monasterio en 2009 cuando las dos últimas monjas que lo habitaban, ambas con más de 80 años, lo abandonaron. La Orden Cisterciense trasladó los enseres del convento al de Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja.
Sus obras de arte pasaron a constituir el Museo de Arte Sacro en la abadía gracias al acuerdo al que en 2007 llegaron el Ayuntamiento, a través de la empresa municipal Promálaga, y la orden cisterciense, aunque años después el consistorio dispuso su cierre. Desde el 2014 es la sede canónica de la Real Hermandad del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad.
Fuente documental: El olvido en el que cayó un convento, Raquel Garrido. Diario Málaga Hoy, marzo 2011
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