Teatro Cervantes. |
Se
exhibían diez cuadros de los que, aunque no se conocen los títulos
exactos, sí parece posible afirmar que fueron algunos de los
habituales de la casa Lumière y Méliès, por ejemplo
la famosa escena de 'L'arrivée d'un train à La Ciotat', de
1895.
El
cinematógrafo se fue extendiendo por toda la provincia, con
presentaciones en salas de teatro, en salones de baile de hoteles, en
salones de variedades, hasta en barracas o casetas de feria, o casas
particulares. Las salas estables, que hoy se llaman cines, tardaron
mucho en generalizarse.
José
González, propietario del Café España, fue de los
primeros en darse cuenta de las posibilidades de este invento y se
convirtió quizá en el primer empresario de cine en la provincia.
Adquirió un aparato de proyección de la casa Lumière y
comenzó sus presentaciones por los barrios aprovechando ferias o
fiestas. En un solar despejado y con unas sillas, instalaba su
aparatoso proyector contra una pared blanca o una lona, y asombraba a
los vecinos que pagaban gustosos.
Hay
pocos datos de la difusión de estas presentaciones por los pueblos,
pero su facilidad de montaje, así como la expectación que despertó
desde el primer momento hacen pensar que fue muy rápida. En 1899 se
tiene noticia de la primera instalación hecha ex profeso para cine,
la que levantaron, durante verano, Rafael
Baquera
y
Carlos Lafuente
en los terrenos ganados al mar en el muelle del marques
de Guadiaro.
Por
último, el 4
de mayo de
1903 se
estrena en el Teatro
Cervantes
el cinematógrafo perfeccionado
Imperial Bioscope.
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