Erik el Belga, mítico falsificador. |
Un infarto acabó con su vida, a los 80 años, en un hospital de Málaga el pasado 18 de junio de 2020. Por expreso deseo suyo, fue velado y enterrado en la barriada de El Palo.
Nacido en Nivelles (Bélgica) en el seno de una familia humilde en 1940, su vida parece sacada de una novela negra, con entradas y salidas de prisión, torturas, tiroteos con la policía, traiciones entre compañeros o engaños que quedó recogida, muy ficcionada eso sí, en la autobiografía ‘Por amor al arte’ publicada por Planeta, en 2012.
Fueron su abuelo y su madre, pintora, quienes le inculcaron un amor al arte que presumió de llevar a límites insospechados. Su padre le enseñaría sobre armas y libros antiguos. Ya de pequeño demostró su peculiar concepción del mundo, dedicándose con su hermano a traficar con las armas y el metal de las balas de los camiones de armamento que se escondían en el bosque cercano a su casa.
El mundo de las antigüedades era su destino natural, y se convirtió en anticuario. Con apenas 25 años sucumbió a las peticiones de coleccionistas privados interesados en ciertas obras no al alcance de cualquiera.
En muchas ocasiones, eran piezas estropeadas que él mismo se encargó de restaurar y devolver a la vida, lo que le llevó a considerarse a sí mismo como un “trasladador”. Según su propio testimonio no robaba, sino que tomaba piezas descuidadas a las que nadie prestaba atención y se encargaba de dárselas a quien sabría cuidar de ellas. También se hizo de forma legal con camiones repletos de obras que la iglesia “no quería”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario