Mastodon Málaga y sus historias: Erik el Belga (y II)

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martes, 14 de julio de 2020

Erik el Belga (y II)

En la entrega anterior se describió el orígen y el inicio de las catividades de Erik el belga. Aragón, Catalunya y Castilla y León fueron testigos de muchas de sus osadas andanzas. Cada encargo era un reto, y encontró un filón en el ingente patrimonio cultural que se acumulaba en algunos conventos y otros edificios religiosos sin apenas medidas de seguridad.

Erik el Belga.
Fue precisamente gracias a sus incursiones y al expolio al que los sometió que las autoridades civiles y eclesiásticas empezaron a tomar conciencia del valor de esas obras maestras.

Entre esas piezas, destaca la arqueta de Sant Martirià de Banyoles, un relicario gótico del siglo XV que El Belga y su banda robaron en 1980. El grueso de las piezas de plata que lo componían fue recuperado tres décadas después, pero todavía hoy nada se sabe de cinco de esas tallas.

En total, se estima que pudo hacerse con 6.000 obras de arte, aunque a los compradores también les ‘coló’ como originales algunas de sus falsificaciones. Es más, presume de que algunas de ellas están en los museos más importantes del mundo.

Su primera detención en España llegaría en 1966, cuando pretendía robar en la Catedral del Burgo de Osma (Soria). Diez años después fue arrestado en Bélgica, aunque logró escapar y refugiarse en España, de donde no volvería a marcharse.

Su último encontronazo con la ley sería en 1982. Tras una temporada en la cárcel Modelo de Barcelona, logró su libertad en 1985 a cambio de ayudar en la recuperación de las piezas robadas. Devolvió 1.500 piezas y quedó absuelto en los 14 juicios que aún tenía pendientes por prescripción de los delitos.

Resultos sus problemas con la Justicia y casado con Nuria, la abogada que le sacó de prisión la última vez, se estableció en Málaga, desde donde se dedicaba a asesorar a coleccionistas y museos de todo el mundo gracias a sus dotes para la restauración.

Le encantaba pintar escenas religiosas, especialmente vírgenes góticas que regalaba a conventos y que posteriormente las monjas vendían. En 2004, tras conocer el robo de una talla muy emblemática en el pueblo granadino de Cúllar, se ofreció a realizar un cuadro con la imagen de la virgen desaparecida.

Acabó donando una veintena de sus obras, y en agradecimiento a semejante muestra de redención, el Ayuntamiento de la citada localidad le dedicó un museo. En declaraciones a los medios con motivo de la inauguración, no mostró arrepentimiento, y aseguró que tampoco trataba de limpiar su conciencia. “Los que debieran arrepentirse son quienes han vendido obras de arte como el que vende patatas”.

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