Mastodon Málaga y sus historias: arte
Mostrando entradas con la etiqueta arte. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta arte. Mostrar todas las entradas

jueves, 28 de abril de 2022

Genalguacil: el Pueblo-Museo

 

Genalguacil, conocido como el "pueblo museo", está situado al este de la provincia de Málaga a unos 45 km de Ronda, en el Valle del Genal, y es una de la poblaciones que conforman la Serranía de RondaSu peculiar estructura urbana, herencia de los pobladores árabes que dieron origen a la villa, se escalona adaptándose al empinado terreno que desde hace centenares de años lo acoge, distinguiéndose entre el verde del valle su blanco caserío adornado de obras de arte.


Rincón de Genalguacil.


La iniciativa Genalguacil Pueblo Museo, en la actualidad gestionada por una fundación sin ánimo de lucro, tiene como razón de ser frenar la despoblación de la localidad fusionando cuatro elementos, como son tradición, arte, cultura y naturaleza.

Después de 50 años perdiendo población, desde 2019 se está incrementando en un 4 por ciento anual, gracias al citado proyecto cultural, a las personas que apoyan esta idea y a los vecinos del pueblo. Un pilar fundamental del proyecto es el uso del arte contemporáneo como motor de crecimiento generando oportunidades para el desarrollo y transformación. Esto le ha dado a Genalguacil una amplia proyección nacional e internacional.

Cada dos años el Ayuntamiento organiza los “Encuentros de Arte” del Valle del Genal, aunque durante los años iniciales fueron encuentros anuales, de gran éxito por la calidad de piezas expuestas y la afluencia de participantes. Las piezas colocadas con carácter permanente en plazas y calles convierten el pueblo en un auténtico museo al aire libre. Ya son un más de un centenar de pintores, escultores, fotógrafos, y ceramistas los que allí han dejado su impronta.

El municipio durante la quincena del encuentro dota a los artistas de cuanto necesitan. A cambio la obra se incorpora al patrimonio del municipio y de acuerdo con el material de su construcción quedan expuestas a la intemperie o pasan al acopio expositivo del museo municipal. El resultado es que calles y esquinas, plazas o rincones, paredes o tejados de Genaguacil han convertido la localidad en un gran museo.

martes, 14 de julio de 2020

Erik el Belga (y II)

En la entrega anterior se describió el orígen y el inicio de las catividades de Erik el belga. Aragón, Catalunya y Castilla y León fueron testigos de muchas de sus osadas andanzas. Cada encargo era un reto, y encontró un filón en el ingente patrimonio cultural que se acumulaba en algunos conventos y otros edificios religiosos sin apenas medidas de seguridad.

Erik el Belga.
Fue precisamente gracias a sus incursiones y al expolio al que los sometió que las autoridades civiles y eclesiásticas empezaron a tomar conciencia del valor de esas obras maestras.

Entre esas piezas, destaca la arqueta de Sant Martirià de Banyoles, un relicario gótico del siglo XV que El Belga y su banda robaron en 1980. El grueso de las piezas de plata que lo componían fue recuperado tres décadas después, pero todavía hoy nada se sabe de cinco de esas tallas.

En total, se estima que pudo hacerse con 6.000 obras de arte, aunque a los compradores también les ‘coló’ como originales algunas de sus falsificaciones. Es más, presume de que algunas de ellas están en los museos más importantes del mundo.

Su primera detención en España llegaría en 1966, cuando pretendía robar en la Catedral del Burgo de Osma (Soria). Diez años después fue arrestado en Bélgica, aunque logró escapar y refugiarse en España, de donde no volvería a marcharse.

Su último encontronazo con la ley sería en 1982. Tras una temporada en la cárcel Modelo de Barcelona, logró su libertad en 1985 a cambio de ayudar en la recuperación de las piezas robadas. Devolvió 1.500 piezas y quedó absuelto en los 14 juicios que aún tenía pendientes por prescripción de los delitos.

Resultos sus problemas con la Justicia y casado con Nuria, la abogada que le sacó de prisión la última vez, se estableció en Málaga, desde donde se dedicaba a asesorar a coleccionistas y museos de todo el mundo gracias a sus dotes para la restauración.

Le encantaba pintar escenas religiosas, especialmente vírgenes góticas que regalaba a conventos y que posteriormente las monjas vendían. En 2004, tras conocer el robo de una talla muy emblemática en el pueblo granadino de Cúllar, se ofreció a realizar un cuadro con la imagen de la virgen desaparecida.

Acabó donando una veintena de sus obras, y en agradecimiento a semejante muestra de redención, el Ayuntamiento de la citada localidad le dedicó un museo. En declaraciones a los medios con motivo de la inauguración, no mostró arrepentimiento, y aseguró que tampoco trataba de limpiar su conciencia. “Los que debieran arrepentirse son quienes han vendido obras de arte como el que vende patatas”.

lunes, 13 de julio de 2020

Erik el Belga (I)

René Alphonse Ghislain Van Den Berghe, más conocido como Erik el Belga estaba considerado uno de los mayores ladrones de obras de arte de Europa, reconvertido en mecenas tras protagonizar más de más de 600 golpes maestros por todo el mundo, ya que en muchos casos sustituyó la obra original por sus propias falsificaciones, llevaba décadas asentado en la Costa del Sol. 


Erik el Belga, mítico falsificador.

Un infarto  acabó con su vida, a los 80 años, en un hospital de Málaga el pasado 18 de junio de 2020. Por expreso deseo suyo, fue velado y enterrado en la barriada de El Palo.

Nacido en Nivelles (Bélgica) en el seno de una familia humilde en 1940, su vida parece sacada de una novela negra, con entradas y salidas de prisión, torturas, tiroteos con la policía, traiciones entre compañeros o engaños que quedó recogida, muy ficcionada eso sí, en la autobiografía ‘Por amor al arte’  publicada por Planeta, en 2012. 

Fueron su abuelo y su madre, pintora, quienes le inculcaron un amor al arte que presumió de llevar a límites insospechados. Su padre le enseñaría sobre armas y libros antiguos. Ya de pequeño demostró su peculiar concepción del mundo, dedicándose con su hermano a traficar con las armas y el metal de las balas de los camiones de armamento que se escondían en el bosque cercano a su casa.

El mundo de las antigüedades era su destino natural, y se convirtió en anticuario. Con apenas 25 años sucumbió a las peticiones de coleccionistas privados interesados en ciertas obras no al alcance de cualquiera.

 En muchas ocasiones, eran piezas estropeadas que él mismo se encargó de restaurar y devolver a la vida, lo que le llevó a considerarse a sí mismo como un “trasladador”. Según su propio testimonio  no robaba, sino que tomaba piezas descuidadas a las que nadie prestaba atención y se encargaba de dárselas a quien sabría cuidar de ellas. También se hizo de forma legal con camiones repletos de obras que la iglesia “no quería”.

viernes, 12 de abril de 2019

El colectivo Palmo

El 1 de febrero de 1979 se inaugura la sede del Colectivo Palmo, en el primer piso del número 3 de Puerta de Buenaventura, cedido para esta actividad por Francisco Puche.

Integrantes del colectivo.
La inauguración se produce con con una exposición de veinticinco óleos y cuatro esculturas que representan a los catorce fundadores: Juan Béjar, Manuel Barbadillo, Enrique Brinkmann, Pepa Caballero, José Díaz Oliva, José Faria, Ramón Gil, Antonio Jiménez, Jesús Labrador, Jorge Lindell, Pedro Maruna, Pepe Miralles, Stefan y Dámaso Ruano.

El colectivo no se propone crear una galería de arte convencional, sino un centro dinamizador de las artes plásticas en Málaga con carácter interdisciplinar (literatura, medios audiovisuales, artesanía, urbanismo...) que incorpora un taller-escuela.

 En los años posteriores sus miembros tomarán rumbos distintos, algunos adquirirán prestigio internacional y otros se alejarán de la creación.

Pero el Colectivo Palmo ya era un punto de referencia del renacimiento cultural de la ciudad en los años ochenta.

El Colectivo Palmo fue una asociación cultural de pintores y grabadores que ven la necesidad de promocionar y vender su propia obra desplazando a las galerías de arte, que como intermediarios se llevaban una comisión por las ventas de las obras, además de decidir qué y quién debía exponer. La experiencia de José Faria en Lisboa con Gravura les anima a la su puesta en marcha.