Como era de esperar, España, y Málaga no es una excepción, prestan un masivo apoyo a la Ley de Sucesión que da continuidad al régimen franquista. Planteado como una disyuntiva entre el Sí "a la paz de Franco" y el No "igual a la barbarie roja", el 6 de julio de 1947 quedan pocas dudas. En la capital se producen 177.506 votos a favor, y 3.905 en contra. En la provincia el resultado es de 370.599 frente a 11.412.
Póster de propaganda gubernamental pidiendo
el voto afirmativo en el referendum.
Durante el franquismo se celebraron dos referéndums. Uno, el ya referido en 1947, para aprobar la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, y, en 1966, para hacerlo con la Ley Orgánica del Estado. En ambos casos, el resultado fue aplastante en favor del sí, con una oposición testimonial de 3.725 y 11.412 votos respectivamente, y una participación próxima al 100 por ciento en la capital en 1947 y superior al 90 por ciento en 1966.
Conseguir esas cifras de participación fue la obsesión del régimen en los referendos, y a ello contribuía una presión propagandística extraordinaria sobre los electores poniendo de manifiesto las realizaciones del régimen e identificando el voto afirmativo con el sí a Franco. En 1947, la jerarquía eclesiástica respaldó abiertamente el referéndum y la propaganda oficial se dirigía a los católicos indicándoles que votar sí suponía "estar en paz y gracia de Dios".
En 1947, los trabajos de organización del referéndum en Málaga costaron 190.000 pesetas, según la documentación del gobernador García del Olmo, e incluían, aparte de los gastos de las actividades propagandísticas del Frente de Juventudes, numerosas partidas para alimentos a los enfermos, detenidos, niños pobres, o recetas de farmacia, en el más puro estilo caciquil de la Restauración, aunque ahora corriendo por cuenta del Estado.
El apoyo también se lograba mediante la coacción. Como el voto era obligatorio, un edicto del alcalde de Ronda advertía a las empresas que serían sancionadas en caso de pagar nóminas sin la presentación por los trabajadores del certificado de voto y recordaba los posibles perjuicios en caso de no votar a los beneficiarios del subsidio familiar.
El temor a las represalias por la abstención quedaría impreso en la memoria de los malagueños de cierta edad, como se puso de manifiesto en las primeras votaciones de la democracia cuando siguieron pidiendo certificados de votación en las mesas electorales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario