Originalmente el apodo de Carlos Arias Navarro era ‘Carnicero de Málaga’ pero se convirtió en ‘Carnicerito’ a secas tras la publicación el 19 de mayo de 1977 del artículo ‘Carlos Arias, Carnicerito de Málaga’ dentro de una serie de semblanzas de personajes políticos de actualidad redactadas en clave taurina por el periodista Francisco Cerecedo y publicadas en Diario 16, y que le valió al periodista una querella presentada por Arias Navarro contra él y contra Miguel Ángel Aguilar, director de la publicación.
Carlos Arias Navarro. |
Nacido en Madrid el 11 de diciembre de 1908, Carlos Arias Navarro, fue estudiante en las Escuelas Pías de la capital; ejerció como abogado y notario, logrando el doctorado por la Universidad Central de Madrid. Trabajó en la dirección general de Registros y Notarias, siendo su jefe Manuel Azaña. Consigue por concurso público el cargo de fiscal y es destinado a Málaga en 1933 cuando ya estaba proclamada la República en España.
Para Arias Navarro, estos años de estancia en la ciudad andaluza fueron muy complicados. El joven fiscal ya se había caracterizado por su carácter recio y autoritario, apenas salía y solamente se dedicaba a su trabajo y a su fervor religioso.
Lo del apodo de ‘Carnicerito’ era debido al cierto aspecto de torero, con su bigotillo y su mirada fría, a lo que se unía su facilidad para enviar a la tumba los enemigos del Régimen.
Tres años llevaba en la Fiscalía, cuando el 18 de julio sus correligionarios se sublevaron en armas contra la República. Debido a sus ideas y a su afinidad con los sublevados, fue sustituido del cargo de fiscal. Para evitar su detención pensó que para seguir manteniéndose en territorio hostil, la mejor manera era la de unirse al enemigo.
Para ello ideó la forma más segura de subsistir en zona roja por lo que se hizo pasar por anarquista. Entonces, no dudó en hacerse ver acompañando a patrullas anarquistas de orden público, fingiendo ser un miembro más de ellas.
Además Arias Navarro se había ganado la amistad de bastantes personas de influencia entre partidos y sindicatos, entre ellas la de un camarero que pertenecía a la CNT y que tenía gran reputación dentro de la federación sindical. Otro de los amigos de Arias Navarro era un miembro anarquista, componente de una de las patrullas que actuaron al inicio de la guerra, el cenetista Juan Castro, al que acompañó Arias Navarro varios días en las salidas encubiertas que realizaba el joven fiscal disfrazado como uno más de sus miembros.
Al tiempo se dedicaba a realizar periódicamente transmisiones de radio a sus compañeros en Sevilla, estos informaban personalmente a Queipo de Llano de los acontecimientos en la ciudad, la actividad portuaria y objetivos para ser bombardeados.
Cuando se vio en peligro, le pidió ayuda a su amigo republicano, el presidente de la Audiencia de Málaga Atilano Lorente González, que lo mantuvo escondido en una pensión situada en el centro de Málaga, hasta que el 23 de octubre y a consecuencia del bombardeo que destruyó varios edificios, entre ellos los famosos Almacenes Masó, tuvo que salir por temor al derrumbe del edificio donde se encontraba.
Ya en la calle fue reconocido por un grupo de milicianos de la FAI. Aunque en esta ocasión también logró huir y Atilano Lorente, para mantenerlo alejado de la situación bélica de la ciudad, le buscó refugio por medio del juez Felipe Varea Viniegra, en el municipio de Pizarra, en casa de su hijo Pelayo Varea Rodríguez, que ocupaba el cargo de secretario municipal en este pueblo.
En diciembre de 1936 Arias Navarro fue descubierto; detenido por un grupo de milicias es conducido a Málaga, en el viaje hasta la capital le acompañaba Pelayo Varea para evitar, según Arias Navarro, que fuese asesinado en el camino por los anarquistas.
En su breve estancia en prisión es reconocido por su amigo el camarero anarquista, que intercede por él y es puesto en libertad. Entonces Arias Navarro desaparece de la ciudad hasta febrero de 1937.
Cuando Málaga fue ocupada, el anarquista Juan Castro fue detenido por las tropas franquistas. El cenetista se quedó estupefacto al ver a su amigo y compañero de patrulla anarquista ocupando el cargo de capitán honorario adscrito al cuerpo jurídico militar del ejercito franquista, firmando innumerables sentencias de muerte.
El acompañante de Arias Navarro desde Pizarra hasta Málaga también fue detenido, nadie intercedió por él. Pelayo Varea Rodríguez fue condenado a pena de muerte, notificándose la sentencia en la cárcel de Málaga el 26 de febrero de 1937 a las doce de la noche del 2 de marzo fue fusilado.
Añadir que, haciendo honor a su apodo, en los consejos de guerra en los que actuaba de fiscal, se sabe que en ocasiones y debido al enorme trabajo por los cientos de procesos pendientes, cuando se le hacía tarde, levantando la voz y decía: “Como es muy tarde y no tenemos tiempo de deliberar, pena de muerte para los restantes”. Se le atribuye haber participado en la muerte de más de 4.300 leales al Gobierno de la República.
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