Málaga fue quizá una de las ciudades que más trabajo pudo darle a los tribunales de la Inquisición. Las causas son variadas, pero puede que tuviera mucho que ver su condición de ciudad costera. Este intercambio con la población extranjera favoreció que a la ciudad se la vinculara con un modo laxo de entender la moral.
Sala de la Inquisición en Ronda (Museo Lara). |
Lo cierto, es que el fenómeno de la Inquisición en Málaga no ha sido demasiado estudiado, aunque sí existen algunos trabajos que abordan el fenómeno, como el de la profesora de la Universidad de Málaga María Teresa López Beltrán, titulado ‘Los inicios de la Inquisición y su obispado’.
En aquella época la religión y la magia eran las dos caras de la misma moneda, al tiempo que se invocaba a los santos para que intercedieran ante los problemas, otros invocaban al diablo para que actuara del mismo modo. Aunque los Reyes Católicos instauraron este tipo de tribunales no sólo para luchar contra la brujería, sino especialmente contra los falsos conversos. El rigor de la Inquisición llegaba a todos los estratos sociales y el inquisidor general tenía su sede en Granada aunque existían representantes en cada una de las ciudades más importantes.
Algunos documentos del siglo XVI, el más duro de la Inquisición, recogen, por ejemplo, el proceso de la Inquisición contra María Alemán, una mujer que llegó a Málaga tras ser expulsada de Baeza (Jaén) por bruja y por prostituta y a la que sus vecinos habían denunciado porque precisamente sus hechizos funcionaban. Y aquello se vinculaba directamente a que había hecho un pacto con el diablo. María Alemán fue juzgada en Málaga por otra denuncia en la que se le acusaba de amamantar a un pequeño demonio. Aunque la mujer logró salvar su vida, sólo fue expulsada del Reino de Granada y de Madrid, porque pudo demostrar que aquel acto no fue para vender su alma al demonio, sino que actuó movida por la caridad cristiana y por pena.
En otros caos no había tanta piedad y los reos eran conducidos directos a la pena máxima de muerte, sobre todo en el caso de los falsos conversos o de los que sí existía constancia que habían vendido su alma al diablo o habían participado en que otros lo hicieran.
A pesar de que muchos de los juicios eran a puerta cerrada, siempre después de una denuncia firmada por dos testigos independientes para evitar las acusaciones falsas o venganzas, en los casos más 'graves' se buscaba la asistencia del público para que el ajusticiamiento o la muerte delante de los vecinos sirviera de ejemplo al conjunto de la comunidad.
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