Mastodon Málaga y sus historias: Emilio de la Cerda, el periodista satírico

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jueves, 20 de mayo de 2021

Emilio de la Cerda, el periodista satírico

 

Hijo de padres ilustrados, nació en Lérida en 1841, aunque con quince años se trasladó a Málaga y allí desarrolló sus habilidades poéticas y como dibujante, descollando como redactor periodístico en su época. Sus trabajos literarios aparecieron en revistas locales como Lope de Vega y como poeta fue premiado en Córdoba en 1872 y en Málaga en 1875. Desarrolló su carrera literaria y periodística entre Málaga, Córdoba, Madrid y Barcelona, ciudad a la que se trasladó en 1899 y donde escribió muchas novelas de corte popular, bastantes de ellas en coautoría con Luis del Val.


Ilustraciones del semanario 'El país de la olla'.


Entre los títulos de libros firmados por él se hallan, desde 1868 a 1890, entre otros, Notas de mi lira, El último día de Numancia, Un drama al pie del Vesubio, La hora de la paz, Tipos andaluces, Ensayos poéticos, Un recuerdo de Torrijos, Guía de Málaga y su provincia, El secreto de Ernestina, Esposo, amante y marido, El extraviado, y Dos enteros y un quebrado.


Dirigió varias revistas o periódicos, donde además escribía y dibujaba, como El avisador malagueño, La luz, El grito de la revolución, El país de la olla, La semana ilustrada, El mundo femenino, La novela ilustrada y El espejo nacional. Además colaboró en varios periódicos y revistas, como El correo de Andalucía, El diario de Málaga, El tiempo de Madrid, La discusión, El cronista y La Iberia, estas cuatro últimas editadas en Madrid.


De ideología republicana se mostró infatigable en su defensa de las clases populares oprimidas desde un filantropismo que tenía sus raíces en la masonería de su época. Esencialmente se mostró interesado por la clase obrera y por la educación del individuo en sociedad, fue anticlerical, cientifista, racionalista y con un peculiar sentido del feminismo que le impulsó a utilizar la figura de la mujer en sus ilustraciones y viñetas como alegoría de las fuerzas liberadoras de la sociedad española.


En su estilo se adivinan herencias de grandes ilustradores franceses de la mitad del siglo XIX, aunque también se observan en Emilio de la Cerda las características de los dibujantes catalanes y madrileños de La flaca, El loro o La mosca. Se mostró también muy interesado por los avances en las técnicas de impresión y plasmación de sus dibujos, de hecho introdujo la cromolitografía en Málaga.


Falleció en Barcelona en 1923. La importancia de su obra satírica fue estudiada en el libro del historiador Fernando Arcas Cubero titulado El país de la olla.

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