Mastodon Málaga y sus historias: Las escuelas de ‘migas’

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lunes, 6 de junio de 2022

Las escuelas de ‘migas’

 

Hasta mediados del siglo XVIII en Málaga, como en el resto del país, la enseñanza no se consideraba un servicio público y el analfabetismo alcanzaba al 90 por ciento de la población. Los centros escolares eran muy escasos y prácticamente inexistentes en los pueblos.


Alumnos de una escuela de 'migas' en la playa de El Bulto.


Según el Reglamento para Catedráticos, Maestros y Ayudantes redactado en 1768 la educación se dividía en cuatro niveles formativos, en el primero se encontraban las escuelas de Amigas o “migas”, término popular por deformación de amiga, en las que una señora, soltera o viuda, cuidaba en su propia casa de niñas menores de cuatro años, a veces también se recogían niños, y les proporcionaba unos mínimos conocimientos de catecismo y urbanidad, aunque sin control de la calidad de la enseñanza ni de la formación de las maestras por parte de las autoridades.

No hay que olvidar que entre las clases populares de la población se constataba un cierto desinterés por la educación de las hijas. Incluso se consideraba por parte de los padres que esta formación elemental podía ser perniciosa para las mismas niñas, distrayéndoles de otras ocupaciones domésticas entre las que se incluía el aprendizaje de las labores “características de su sexo”.

Pero volviendo a las escuelas de ‘migas’, estas eran especie de guarderías a las que acudían las niñas más pequeñas. Parvularios regentados por señoras solteras o viudas que contaban con la autorización de las autoridades municipales. Una solución al problema de la escasez de escuelas. A menudo las escuelas de amigas eran los únicos centros escolares que conocían las mujeres a lo largo de su vida. En las insuficientes escuelas de instrucción primaria para niñas que existían las pequeñas adquirían unas nociones elementales de lectura, escritura, aritmética, doctrina cristiana y diversas labores consideradas femeninas.

El obispo Manuel Ferrer y Figueredo sostuvo a finales del siglo XVIII en Málaga dos “migas” en los barrios de la Trinidad y de la Victoria, en las que además se repartían alimentos de forma gratuita. También se exigía a las mujeres que impartían enseñanza en las "migas" que fueran personas de "sangre limpia", y entre los requisitos mínimos se mencionaba el "tener conocimientos de las oraciones y de la doctrina cristiana" solamente.


Fuente documental: Heredia Flores, Victor M. La mirada recuperada. Memoria de mujeres en las calles de Málaga.

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