Victoria de la Cruz falleció a los 110 años en Tokio, en la Casa Alegría de las monjas adoratrices de Kitami, una de las siete que tiene en el país asiático una congregación fundada en Madrid en 1856 para liberar a las mujeres oprimidas por la prostitución y ofrecerles promoción e integración social.
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Sor María de la Cruz. |
Victoria había nacido el día de San Juan del año 1907 en la fonda “Andaluza”, propiedad de su abuela paterna, que ocupaba el céntrico edificio de la calle Juan Díaz donde actualmente se encuentra el restaurante Trillo. Hija de Manuela y Francisco, concertino de la Orquesta de Málaga y profesor del Conservatorio, fue la segunda de nueve hermanos y recibió el bautismo en El Sagrario. Según su familia, que sigue viviendo en Málaga, Victoria era una niña lista y trabajadora, que consiguió estudiar para maestra en la Escuela Normal y que, para sostener a su familia, daba clases particulares a niños de La Caleta.
La familia se trasladó luego a calle Cister y, en 1914, a calle Madre de Dios. Tras unos ejercicios espirituales, decidió que quería ser religiosa adoratriz para lo que ingresó en el noviciado de Guadalajara. Ante los sucesos del año 1931, un familiar la sacó del convento y la llevó de vuelta a Málaga.
En 1936 fue destinada a Japón como misionara, viaje que realizó en barco y que le llevó dos meses. Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial, tres años después de su llegada a Tokio, Victoria de la Cruz tuvo que marchar a las montañas de Karuizawa, al norte de la capital, junto a las religiosas de su comunidad. La propia religiosa, en declaraciones a la agencia AVAN, contaba: «estuvimos en las montañas de Karuizawa, lejos de Tokio, con muchísimo frío y poca comida, y pasamos de todo hasta que acabó la guerra y nos marchamos a la ciudad de Yokohama, al sur de la capital». Victoria fue testigo de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki.
La monja celebró su 110 cumpleaños en Tokio tocando las castañuelas en un emotivo recital, mostrando su carácter bondadoso y alegre. Falleció en Japón a comienzos de junio de 2018, pocos días antes de cumplir los 111 años, tras sufrir un paro cardíaco.
Grandes personas anónimas que dedican su vida a mejorar las de los demás. Especialmente a los oprimidos. Sin ellas el mundo sería mucho peor.
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