Mastodon Málaga y sus historias: Francia
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viernes, 15 de diciembre de 2023

La princesa Rattazzi

 

En las efemérides malagueñas, extraídas de la obra inédita Anales de Málaga y su provincia de Díaz Escovar y Díaz Serrano se recoge la noticia de la salida desde Málaga hacia Sevillla, el 16 de abril 1877 de la princesa Rattazzi que fue despedida por gran número de literatos y artistas v por una comisión del Partido Constitucional.


Princesa Rattazzi.


Marie-Laetitia Bonaparte-Wyse era nieta de uno de los hermanos de Napoleón, Luciano Bonaparte. Nació en Waterford, Irlanda, en 1831, hija de Laetitia Bonaparte y John Studholm, aunque luego adoptó el apellido del marido de su madre, sir Thomas Wyse, de quien estaba separada.

La joven Marie-Laetitia se educó en París, donde comenzó a desarrollar su curiosidad intelectual y conoció a personalidades de la cultura francesa como Víctor Hugo, Eugène Sue y Alejandro Dumas. A los 17 años se casó con Frédéric Joseph de Solms, un aristócrata de Alsacia, pero se separaron poco después.

Expulsada de Francia por sus ideas políticas cuando su primo Napoleón III se proclamó emperador, era notoria su enemistad con Eugenia de Montijo, se instaló en Turín (Italia) y comenzó a desarrollar su carrera como periodista y escritora. También era una consumada especialista en pintura de miniaturas. Usó varios seudónimos durante su prolífica vida literaria, entre ellos Barón de Stock, Bernard Camille y La Muse des Alpes, entre otros.

Después de la muerte de su primer marido, se casó con el político Urbano Rattazzi en 1863, que fue primer ministro de la recién reunificada Italia en varias ocasiones. Fueron años de intensa actividad para madame Rattazzi, que publicó libros y revistas y nunca provocó controversias. Tras la muerte de su marido, en 1873, regresó a París durante una temporada antes de trasladarse a España con la hija de su último matrimonio.

Rápidamente se integró en la vida política y social del Madrid de la época de Alfonso XII y entabló amistad con personalidades relevantes como Cánovas del Castillo, Sagasta, Castelar o Emilia Pardo Bazán. Esta última era una asidua visitante de las veladas literarias organizadas por la princesa Rattazzi, como la conocían los medios de comunicación. Su libro L'Espagne Moderne (1879) refleja el conocimiento que adquirió de las circunstancias intelectuales, sociales y políticas del país en los primeros años de la Restauración.

El 4 de abril de 1877 llegó a Málaga para una estancia de dos semanas y fue una época de gran actividad. Entre otras visitas, acudió al Teatro Cervantes y a la Academia de Bellas Artes, se organizó un banquete en su honor en la Fonda de la Alameda, dejó un obsequio de joyas a la patrona de Málaga y visitó el Instituto de Secundaria, donde todos quedaron impresionados por sus conocimientos científicos. Se decía que la vida parecía mucho más animada mientras esta ilustre viajera estaba en la ciudad.

El año anterior había conocido a Luis de Rute, primo de Francisco Giner de los Ríos, accionista fundador del Instituto de Educación Libre. Como ingeniero dirigió el departamento de Obras Públicas de Granada y como político fue militante del Partido Liberal y diputado por Vélez-Málaga durante cuatro legislaturas. Ambos se casaron en Málaga en 1880. Su boda tuvo lugar en la catedral el 19 de enero de 1880, siendo la invitada de honor la reina Isabel II (representada por Rosalía Ruiz).

Rute murió de neumonía en Granada en abril de 1889, mientras su esposa se encontraba en París donde visitaba la Exposición UniversalMarie Laetitia Bonaparte-Wyse continuó su labor intelectual hasta el momento de su muerte, en París, el 6 de febrero de 1902.


Fuente documental: La princesa Rattazzi, un Bonaparte en Málaga. Víctor Heredia. Diario Sur, 5 de agosto 2022.

martes, 4 de mayo de 2021

La madre de la emperatriz Eugenia de Montijo y de la duquesa de Alba (y II)

 

La muerte del rey Fernando VII en 1833 y la consiguiente regencia de la María Cristina de Borbón, llamada la Gobernadora, alivió considerablemente la situación de Cipriano Portocarrero, que se vio rehabilitado ante la corte. En 1834 murió sin descendencia Eugenio Portocarrero, su hermano mayor, y le sucedió en los títulos y grandezas de su casa, heredando también una cuantiosa fortuna.


Eugenia de Montijo.


Una nueva vida empezaba para él con un nuevo nombre, cambió su apellido Guzmán por Portocarrero, conde de Montijo. Pasó a residir en Madrid, y bajo el Estatuto Real fue nombrado sin problema prócer del Reino. Sin embargo, su mujer no regresó junto a él. La condesa de Teba era ahora la condesa de Montijo, pero seguía en París.


Manuela Kirkpatrick frecuentaba en París a hombres de letras como Henri Beyle (Stendhal) o Prosper Mérimée, a quien había conocido en España. Mérimée fue buen amigo de la familia formada por Manuela y sus hijas, interesándose en la educación de estas. Por su propia declaración se sabe que el argumento de su novela Carmen se lo sugirió la condesa al relatarle un suceso real. Esta anécdota ha dado pie a que algunas fuentes supongan, erróneamente, que la personalidad de Carmen estaba inspirada en la de Manuela.


Por estos años cultivó también la amistad del joven diplomático inglés George Villiers, embajador en España desde 1833, que en 1838 heredó el título de IV conde de Clarendon y más tarde sería secretario del Foreign Office. Seconoce una estancia de Manuela y sus hijas en Londres durante la temporada de cricket de 1837.


Esta amistad dio pie a habladurías sobre una relación adúltera de la condesa con Villiers, soltero y seis años más joven que ella. Se ha dicho que Manuela, recién viuda, habría sufrido una decepción cuando lord Clarendon contrajo matrimonio en 1839 con una dama inglesa, también viuda aunque mucho más joven. Y hasta se ha llegado a atribuir al inglés la paternidad de las hijas de ella, cosa del todo inverosímil teniendo en cuenta los fechas.


Después de que muriera su marido en 1839, todavía se quedó algún tiempo en París la condesa viuda de Montijo. Hacia 1843, cuando sus hijas tendrían unos 18 y 17 años, se instaló en Madrid, dedicándose a una intensa vida social, sin reparar en gastos, con el claro propósito de ‘casarlas bien’. Durante la ‘década moderada’, Manuela protagonizó la vida mundana de la corte isabelina, congregando a lo más granado de la aristocracia y la alta burguesía en los bailes, conciertos y sesiones que a menudo celebraba en su palacio de la plaza del Ángel y en su casa de campo de Carabanchel, donde se construyó incluso un teatro.


La malagueña Manuela Kirkpatrick entró tardíamente a servir en palacio como dama de la reina, concretamente en 1847. Pero sus dotes de simpatía enseguida le ganaron la confianza de Isabel II, que ese mismo año la nombró su camarera mayor. el puesto más relevante para una mujer en la corte.


Ocupaba dicho cargo en febrero de 1848, cuando se celebró la boda de su hija Paca con el duque de Alba, pero cesó pocos meses después, tras solo un año de servicio. Su enemistad con el marqués de Miraflores, presidente del Senado y gobernador de palacio, la llevó a pedir el cese y a abandonar la corte. La reina quiso desagraviarla con un raro privilegio, desde entonces y hasta el final de su reinado, la condesa viuda de Montijo mantuvo en la Real Casa los ‘honores y consideraciones’ de camarera mayor.


A raíz de su salida de palacio, Manuela se instaló de nuevo en París en compañía de su hija Eugenia. Cinco años duró esta nueva estancia en la capital francesa, durante los cuales madre e hija aprovecharon bien el tiempo. El 30 de enero de 1853 Eugenia se casó en la catedral de Notre Dame con el ya emperador Napoleón III, en una ceremonia que revivió los esplendores del Ancien Régime.


Con el casamiento de su hija menor, la condesa viuda de Montijo había cumplido su objetivo, y tras la boda regresó a Madrid, donde aún vivió un cuarto de siglo rodeada de una gran consideración social. Esta etapa se vio ensombrecida, en 1860, por la prematura muerte de su hija Paca Alba, que le dejó tres nietos de corta edad a quienes dedicó sus desvelos.


Falleció en su casa de Carabanchel el 22 de noviembre de 1879, a los 85 años de edad. Seis meses antes, había muerto trágicamente en Sudáfrica su nieto el príncipe Luis Napoleón, único hijo de Eugenia y heredero de los Bonaparte.