La
ciudad de Málaga sufrió un gran número de epidemias durante
todo el siglo XVI pero
entre los años 1582 y 1583 padeció uno de los más importantes
brotes epidémicos de la centuria, afectando no sólo a la ciudad
sino también a muchos pueblos, incidiendo dramáticamente en su
población y provocando un gran quebranto económico. Algunos
autores consideran que la peste se encontraba
instalada en Málaga desde el verano de 1581, disminuyendo el
número de enfermos durante los meses de invierno y alcanzando su
máxima intensidad en marzo de 1583.
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| El cabildo catedralicio tuvo un papel destacado contra la edpidemia. |
Esta
periodicidad se puede comprobar con los acuerdos adoptados por el
cabildo catedralicio
el día 12 de septiembre de 1582, cuando se pone de manifiesto que se
había determinado hacer un hospital para curar a los enfermos con
tumoraciones, quedando patente que la enfermedad se encontraba activa
en la ciudad desde ese momento.
Las
Actas Capitulares son una fuente excelente para ilustrar las
graves circunstancias que vivieron los malagueños y sus autoridades
que intentaron detener la propagación de la enfermedad. Una larga
serie de medidas intentaron mejorar las condiciones de los
ciudadanos, pero no impidieron que, ante la falta de eficacia de
tratamientos médicos, las victimas ascendieran en gran número.
La
avalancha de gastos motivados por la epidemia hará que el
Ayuntamiento de Málaga
se viera obligado a solicitar socorro de la Corona para
poder costear las numerosas deudas ocasionadas por el mantenimiento
de los hospitales. Según el concejo, los gastos ascendían a más de
5.000 ducados, entre los pagos al boticario y los salarios de
cirujanos, médicos, barberos y personas que habían asistido a los
enfermos durante el contagio.
Tras
casi dos años de enfermedad y cerca de 12.000 personas afectadas
entre muertos
y enfermos, la ciudad vuelve a recuperar la salud y su actividad con
un balance de graves consecuencias tanto personales como económicas.
La
pérdida de población, cargos públicos vacantes, endeudamiento del
concejo, interrupción de la actividad económica con la consecuente
crisis de abastecimiento en Málaga y todos los pueblos de su
jurisdicción, serían las consecuencias del azote de la plaga.
El
brote epidémico se consideró concluido el 14 de agosto de 1583,
cuando el portero
de la ciudad llama a cabildo por orden del corregidor para informar a
todos los caballeros del buen estado de salud que había y tratar de
las fiestas que se debían hacer para dar gracias a Dios por
el fin de la epidemia. Acordándose igualmente informar al Obispo
para que, a su vez, diera las órdenes oportunas para realizar una
procesión el día de San Roque. Unos meses después, el 18 de
enero de 1584, el cabildo malagueño acordó celebrar fiesta el día
de San Sebastián en conmemoración de la salud de la ciudad y
la liberación de la peste.