Mastodon Málaga y sus historias: huérfanos
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lunes, 26 de mayo de 2025

El Asilo de San Bartolomé

 

El Asilo de San Bartolomé, fue fundado por el sacerdote y canónigo malagueño Eduardo Domínguez Ávila (1838-1904) para acoger a los numerosos huérfanos y mendigos del barrio de Capuchinos, muy castigado por la crisis industrial que se padecía por essos años.


Banda de Música del Asilo.


El Asilo de San Bartolomé había sido inaugurado el 14 de agosto de 1871 en el número 4 de la calle de Montaño, pero poco después se trasladó a la calle de Gigantes, donde dispuso de unas instalaciones más amplias y capilla. Como el número de acogidos no cesaba de crecer, la institución se mudó de nuevo, ésta vez al barrio del Molinillo, donde ocupó el inmueble de la antigua fábrica de fósforos de Juan Casielles, en el camino de Casabermeja. Posteriormente se obtuvieron varias donaciones de terrenos y en una visita que realizó a la ciudad el reyAlfonso XII en 1877, el 19 de marzo se puso la primera piedra para un nuevo edificio.

Este asilo ocupó el extremo más septentrional de la antigua huerta de los Capuchinos. En este mismo año, una enfermedad mental hizo aconsejable que su fundador, el sacerdote Domínguez Ávila, entregase la gestión del asilo al obispo Manuel González, quien constituyó una comunidad diocesana de sacerdotes a la que encomendó esta misión.

Hay que señalar que Eduardo Peinado, otro malagueño que emigró a los Estados Unidos de América, donde falleció, en su testamento consignó las condiciones para fundar un asilo en un barrio de su ciudad natal con el objeto ele acoger a huérfanos y proporcionarles formación. El edificio, proyectado por el maestro Eduardo Strachan, fue construido sobre terrenos ele la antigua Huerta de los Frailes capuchinos y se concluyó en 1887, aunque posteriormente pasó a fusionarse con el Asilo de San Bartolomé, al que se adosaba y con el que mantenía comunicación a través de una puerta. Una lápida colocada en su fachada se encargaba de dejar constancia de su origen. Una calle dedicada a Peinado junto al colegio Salesiano, en el barrio de Molinillo-Segalerva, recuerda un apellido que muchos no llegan a identificar.

En 1884 residían de forma permanente en el Asilo de San Bartolomé niños, por lo que teniendo en cuenta las necesidades crecientes se constituyó la Sociedad Protectora de los Niños de Málaga, de la que se redactaron Estatutos.

Fuente documental: Transformaciones urbanísticas en la huerta del convento de Capuchinos de Málaga: El asilo de Eduardo Peinado. Francisco José Rodríguez Marín Revista Isla de Arriarán.

jueves, 29 de octubre de 2020

Colegio de Huérfanos Ferroviarios

 

El día 7 de septiembre de 1935 se inaugura el Colegio de Huérfanos Ferroviarios en Torremolinos. La construcción de este orfanato, levantado junto a la playa, fue una labor de la Asociación Nacional de Empleados y Obreros de los Ferrocarriles de España, con el fin de garantizar el sostenimiento y educación de los huérfanos. El edificio, con capacidad para 300 niños, es obra del arquitecto Francisco Alonso Martos.


Antiguo Colegio de Ferroviarios.


El Colegio de Huérfanos Ferroviarios de Torremolinos aún está presente en la memoria de muchos malagueños. En sus 38 años de vida, por sus aulas pasaron miles de alumnos en régimen de internado. En un principio, el colegio era masculino, luego fue mixto y finalmente albergó solo a niñas de hasta doce años. El nexo común de los niños y niñas que tuvieron su hogar en ese centro fue ser huérfanos de padre. Todos los trabajadores de los ferrocarriles aportaban una cuota obligatoria para el mantenimiento de los seis colegios que llegaron a funcionaren Madrid, Torremolinos, Alicante, Palencia, Ávila y León.


El centro, además de garantizar la correcta nutrición de los alumnos y facilitarles una educación que la falta de medios de muchas madres no habría podido ofrecerles, fue un verdadero hogar para los internos, además de permitirles una oportunidad para salir adelante una vez cumplida la edad de abandonar la institución, de ahí que aún muchos exalumnos recuerden con cariño esa etapa inicial de sus vidas.


El primer colegio de huérfanos de ferroviarios que se abrió fue el de Madrid el 11 de mayo de 1930. Sus 500 plazas pronto se ocuparon y hubo una fuerte demanda para entrar. Esa situación hizo que la junta directiva de la Asociación de Ferroviarios de España decidiese la construcción de otro centro. La provincia elegida fue Málaga y el lugar, Torremolinos.


Como se recogía en el boletín del colegio de Madrid, “el terreno del nuevo centro de Torremolinos cuenta con una superficie de 23.180 metros cuadrados, con fachada a la carretera de Málaga a Cádiz y una profundidad media hacia el mar de ciento sesenta metros”. El solar estaba treinta metros por encima del nivel de la playa y a unos 200 metros de distancia de esta. Era un enclave inmejorable. El arquitecto diseñó un centro que destacaba por su funcionalidad. El Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de Torremolinos tenía forma de avión, como se apreciaba con nitidez viéndolo desde el aire.


El colegio en un principio fue dirigido por personal laico, aunque en su última etapa llegaron las Hermanas de la Caridad. El colegio de Torremolinos se cerró en 1973. Durante 17 años sufrió un proceso de deterioro. La Junta de Andalucía lo declaró Bien de Interés Cultural en 1990. Tras ser restaurado por el Ayuntamiento de Torremolinos, se abrió al público en 2001 como Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso.