Mastodon Málaga y sus historias: molinos de pólvora
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jueves, 23 de noviembre de 2023

El incendio en la calle Obra Gruesa

 

Serían las ocho de la noche del 9 de mayo del 1644, cuando un resplandor intenso iluminó la ciudad de Málaga y gritos de espanto pusieron en alerta a los vecinos de la Puerta del Mar. La calle de la Obra Gruesa era presa de las llamas. La estrechez de la vía hacía mayor el peligro y efectivamente poco después las casas de uno y otro lado ardían por completo. Muchas personas perecieron y pocas fueron las que se salvaron. El cuadro debió ser terrible, narraba el cronista Narciso Díaz Escovar.


Calle Marín García.


En un manuscrito que se conserva en la Biblioteca Episcopal y contiene datos muy curiosos de los siglos XVII y XVIII, se afirma que «el siniestro fue horroroso, y se cita el caso de tres niños, que abandonados por sus padres, ya porque éstos se hallasen ausentes de sus casas o ya porque egoístas atendieron sólo a su propia salvación, resultaron milagrosamente ilesos».

Las rápidas decisiones del corregidor impidieron que el fuego no se propagase a otras calles, pero la llamada de la Obra Gruesa quedó convertida en un montón de escombros, bajo los cuales yacían restos de no pocos vecinos y la hacienda de otros muchos. Aquel incendio hizo vestir de luto a gran número de familias malagueñas.

Pocos años después se levantaban en aquel sitio nuevas viviendas y se realizó, con el mismo trazado, una nueva calle, a la que se dio el nombre de Casas Quemadas, actual Marín García, en memoria del fatal suceso. Nunca se llegaron a determinar las causas del incendio, aunque Díaz Escovar insinúa como probable origen de las llamas la explosión en un molino de pólvora que aún quedaba en la zona. No hay que olvidar que a raíz de otro incendio, en 1625, se había ordenado que lo citados molinos se trasladarán a las afueras de Málaga.


martes, 25 de mayo de 2021

Los molinos de pólvora

 

Los trabajos de fundición de cañones en Málaga se inicia a finales del siglo XV, precisamente en la antigua fábrica de armas que los árabes disponían en Las Atarazanas. Junto con la fundición de cañones hay otros centros fabriles que también se radicaron en Málaga, como fueron los molinos de pólvora. Estos se emplazaron en la capital malagueña a propuesta del propio capitán general de Artillería, Diego de Vera, que la gestionó ante el cardenal Cisneros, lugarteniente del rey Fernando en la gobernación de Castilla, muerta ya la reina Isabel.


El mercado de Las Atarazanas ha tenido varios usos a lo largo de la Historia.


De estos molinos se tiene amplia constancia, y no precisamente por su buen hacer con las pólvoras, sino por los dos accidentes que sufrieron, estallando en pleno verano, a causa del terral, en los años 1597 y 1618, ocasionando más de doscientos muertos. Tampoco hay que olvidar la existencia de numerosos casos de fraude en el abastecimiento de la pólvora. En la prensa de entonces existe reseña de que el 9 de abril de 1590 el regidor Pedro de Castilla Tapit, se opuso a que la pólvora almacenada en el edificio de Las Atarazanas se trasladase a los almacenes de La Alcazaba.


En las inmediaciones de la fundición y los molinos de pólvora también se encontraba la la Casa de Bastimentos y Munición, centro desde el que se abastecía todo lo concerniente a la alimentación, menaje, armas ligeras y municiones para los buques de la escuadra real. Entre los siglo XVI y XVIII , en los conflictos bélicos tomó mucha importancia la artillería y con ello la pólvora. Esto llevó a que la corona de España monopolizara la fabricación de la pólvora. Para ello eligió varias ciudades y una de ella fue Málaga.


El primer dato que se conoce de los molinos de pólvora de Málaga, se encuentra en una Real Cédula fechada en el año de 1503, por la que se cede un terreno para edificar hornos de pólvora. La de Málaga entro en funcionamiento en torno a 1520 y estuvo próxima a Las Atarazanas, en la parte de la actual plaza de Arriola, por ese motivo a esa explanada se le llamo en un tiempo de los molinos. Pero a medida que la ciudad iba creciendo cada vez era mas peligrosa la elaboración de la pólvora en la fabrica, que tuvo, entre otros, los dos graves accidentes ya citados.


Estos sucesos obligaron a las autoridades a trasladar los molinos de pólvora fuera del casco urbano para evitar otra nueva desgracia. El lugar elegido fue cerca del Convento de la Trinidad, pero los monjes se opusieron y finalmente los molinos se levantaron en las riberas del Guadamedina en un lugar que se llamaba Pozo Verde y poco después desaparecieron definitivamente.