Mastodon Málaga y sus historias: víctimas
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jueves, 23 de septiembre de 2021

Las víctimas malagueñas de Mauthausen

 

Ciento cuarenta y siete malagueños fallecieron en los campos de concentración de Mauthausen, uno de los más grandes de la Alemania nazi. En agosto del año 2019 el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó el listado con los datos de todas las víctimas españolas, un total de 4.427 ciudadanos, que permitió a sus familiares registrarlos como fallecidos, algo que hasta entonces no habían podido llevar a cabo.


Monumento en memoria de los malagueños muertos.


La lista fue elaborada por un equipo de investigación tras confrontar unos libros que se encontraban en el Registro Civil Central, en Madrid. Entre página y página, aparecieron 147 nombres de malagueños de municipios de toda la provincia como, entre otros, Teba, Archidona, Comares, Ardales o Bobadilla. Todos ellos sufrieron las consecuencias del genocidio nazi en el campo de Mauthausen y otros que dependían de éste, como los campos de Steyr, Ternberg o Gusen, aunque la mayoría 135 malagueños fueron víctimas de Mauthausen.


El objetivo de la publicación no era otro que reconocer a las víctimas y dar la posibilidad a los familiares de consultar los datos por sí mismos. En opinión de los responsables de los colectivos de Memoria Histórica era una decisión que llegaba demasiado tarde, ya que muchos de los familiares ya habían fallecido, aunque reconocieron que la publicación de los nombres contribuía a devolver la dignidad a las víctimas.


Como es conocido, muchos exiliados republicanos huyeron a Francia tras el final de la Guerra Civil española. Al llegar a la frontera, un buen número de familias fueron separadas y los hombres fueron destinados a los llamados campos de internamiento franceses, en condiciones penosas, de los que no podían salir salvo porque tuvieran alguna oferta de trabajo de los vecinos o bien porque se escapaban para ir a la Resistencia francesa o alistarse en la Legión Extranjera. También iban a compañías de trabajadores de extranjeros que se crearon en Francia como mano de obra barata.


Pero es cuando Alemania ocupa Francia, entre 1940 y 1945, cuando se produce el traslado de los presos a los campos de exterminio del Tercer Reich. Según diversos historiadores es entonces cuando comunicaron con el general Franco para decirle que tenían a todas esas personas, pero el dictador les dijo que si se habían ido de España era que no eran españoles. A partir de ese momento fueron deportados como apátritas a los campos.


En Málaga, se rinde tributo a los ciudadanos caídos en los campos de concentración con un muro en el que plasman todos sus nombres y ciudades de procedencia en el Centro Cívico de la capital.


martes, 6 de abril de 2021

El naufragio del vapor Ribera del Miño

 

El 29 de marzo de 1856 el vapor Ribera del Miño, que conducía a 85 pasajeros, naufraga entre Gibraltar y Tarifa cuando realizaba una travesía regular entre Málaga, de donde había partido el 28 de marzo, y Sevilla. Murieron 64 de sus 85 pasajeros.


Vapor Ribera del Miño.


Un hecho que conmocionó especialmente a Málaga tanto por el número de muertos como por la relevancia social de los pasajeros. En el siglo XIX el viaje de Málaga a Sevilla por tierra era un suplicio mientras que el el buque Ribera del Miño ofrecía unos servicios de lujo.

El Miño fue abordado por el Minden, un gran buque de transporte inglés. Los supervivientes fueron trasladados a Gibraltar y allí narraron ante las autoridades gibraltareñas lo ocurrido. Afirmaron que el barco inglés no hizo todo lo posible para ayudar a los náufragos. La catástrofe ocurrió frente a Punta Carnero. Algunos sobrevivientes lograron llegar a nado a la isla de Tarifa.

El buque Ribera del Miño era un vapor de hierro construido en Inglaterra en 1853 aunque el lastre de lingotes de plomo parece ser que procedía de la Fundición de San Andrés, propiedad de la familia Heredia de Málaga.

La prensa de la época dedicó gran atención a los funerales celebrados en Málaga y a destacar los nombres de algunos de los pasajeros salvados como Trinidad Grund, su cuñada María Heredia, hija de Manuel Agustín Heredia y un hijo de Martín HerediaA los diez días del naufragio se puso a la venta una litografía conmemorativa reproduciendo el momento de la colisión.

Los restos hundidos del Ribera del Miño constituyen en la actualidad una zona de buceo, más conocida como el ‘El pecio de San Andrés’ por el nombre grabado en el lastre de plomo del barco.

Canal Sur Televisión realizó en 2016 un reportaje sobre la catástrofe y su repercusión en Málaga.



lunes, 18 de enero de 2021

Hundimiento en el colegio de las Carmelitas

El 17 de octubre de 1968 se produce un derrumbamiento en el colegio de las Carmelitas en el Limonar que provoca la muerte de tres niñas y numerosas heridas. Un dramático suceso que ocurrió madrugada y en el que se hundió una nave del primer piso en la que en aquellos momentos dormían alrededor de 40 niñas, que cayeron entre los escombros sobré la planta baja.


Uno de los dormitorios del colegio en esa época.


Según la información recogida por el diario La Vanguardia, era de suponer el pánico que se desató entre las religiosas y alumnas de la institución, que a esa hora dormían tranquilamente. Fueron los vecinos de casas colindantes al colegio los primeros en advertir la tragedia y por ello se lanzaron rápidamente a iniciar unos las tareas de salvamento y otros a avisar a los bomberos, casas de socorro y hospitales para que estuvieran dispuestos a recibir a las víctimas, ya que en los primeros momentos se desconocía el alcance del siniestro.


Rápidamente acudieron los bomberos y varias ambulancias para recoger a las niñas que eran extraídas tras una labor verdaderamente angustiosa, puesto que la masa de escombros y muebles, era verdaderamente enorme. Por todos lados se oían sollozos y gritos, hasta el extremo de que los que estaban realizando las tareas de rescate no sabían a donde acudir. A la clínica del Limonar fueron llevadas 12 niñas; a la casa de socorro del Hospital Noble, 10; y dos al Hospital Civil. Fallecieron las dos trasladadas al Civil y otra de las llevadas al Hospital Noble.


Durante las tareas de salvamento se produjeron escenas de gran patetismo. Cuando los bomberos llevaban más de hora y media de trabajo, oyeron los sollozos de una pequeña, comprobando que en una parte inverosímilmente reducida del piso, que había quedado en pie, se balanceaba una cama en la que se hallaba una niña de unos tres años, que fue rescatada ilesa. Al mismo tiempo, fue rescatada otra de ocho años que sufría conmoción cerebral.


En prevención de nuevos derrumbamientos, todas las niñas que dormían en zonas colindantes a la del suceso, unas 80, fueron desalojadas y trasladadas al comedor del colegio, que ofrecía mayor seguridad. En total, en el colegio de las Carmelitas había 104 alumnas internas, de las cuales 24 son las que sufrieron las consecuencias del derrumbamiento. Las niñas tenían de 3 a 10 años, todas de modesta condición, enviadas allí por el Tribunal Tutelar de Menores o por la Junta Protectora de Menores.


Los técnicos y bomberos sostuvieron que !a causa del hundimiento había sido la excavación practicada para la construcción de un nuevo edificio que, según confirmaron, había dejado el dormitorio prácticamente sin sujeción alguna. Una de las profesoras , había advertido una grieta, aunque no le dio al hecho la importancia que después tuvo.


El nerviosismo y la confusión reinó entre las religiosas, hasta el extremo de que la madre superiora que padecía una enfermedad crónica de tipo hepático, tuvo que ser internada en la clínica del Limonar, muy cercana al colegio, y donde fueron hospitalizadas doce niñas.


 

jueves, 27 de diciembre de 2018

La tragedia del DC-10 de Spantax

Un total de 50 personas muertas (9 de nacionalidad española), 40 heridas graves y 80 leves es el trágico balance del accidente aéreo ocurrido en el aeropuerto de Málaga, el 13 de septiembre de 1982.

Accidente aéreo en el aeropuerto de Málaga en 1982.
Un DC-10 de la compañía Spantax, con 380 pasajeros, en su mayoría norteamericanos, y 13 tripulantes, se salió de la pista al abortar el piloto el despegue, incendiándose junto al vivero de ICONA después de atravesar la carretera nacional 340. El avión había llegado de Madrid y se dirigía a Nueva York.

El presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, y el presidente de la Junta, Rafael Escuredo, visitaron el lugar del siniestro.

Con motivo del 35 aniversario del trágico suceso, el periodista Pedro Luis Gómez rememoraba en el diario Sur los hechos escribiendo “fue un día terrorífico en el que decenas de malagueños dieron claras muestras de arrojo y valentía ante una catástrofe y gracias a su decidida actuación se salvaron muchas vidas. Pese al tremendo peligro que suponía estar al lado, encima del fuselaje o dentro de un avión en llamas cargado de queroseno, quienes llegaron los primeros al lugar de los hechos ni lo dudaron. Era una irresponsabilidad personal, pero «una obligación» para con los demás. Algunos eran pasajeros, otros soldados de la Base Aérea, otros policías, otros guardias civiles, otros jardineros. La mayoría de aquellos ‘ángeles de la guarda’ permanecen en el anonimato.


lunes, 3 de diciembre de 2018

Cae al mar el avión de la línea Málaga-Tánger


La sabrosa crónica del corresponsal del diario ABC en Tánger (Marruecos)

El 31 de marzo de 1965 cae al mar el avión de la línea Málaga-Tánger cerca del cabo Espartel. Sólo hay tres supervivientes entre los 48 pasajeros y 5 tripulantes.

El diario ABC, en su edición del día 1 de abril titulaba una crónica de su corresponsal en Tánger resaltando “Pesqueros españoles rescatan a cuarenta y cuatro cadáveres de la catástrofe aérea de Cabo Espartel”. La entradilla de la citada noticia informaba de que “un avión de la compañía Iberia, en vuelo "charter" de Málaga a Tánger, con cuarenta y ocho pasajeros a bordo y cinco personas de tripulación, se estrelló ayer en el mar, minutos antes de las nueve de la mañana, en la zona del Estrecho de Gibraltar, a siete millas del cabo Espartel.

Cabo Espartel (Marruecos).
La misma información añadía que “excepto tres supervivientes -cuya existencia suponían las primeras informaciones y confirmaron las posteriores-, todos los ocupantes del aparato perecieron en la catástrofe, cuya causa no se ha determinado, y será muy difícil de esclarecer, dadas las circunstancias que han concurrido en el suceso”.

La crónica de ABC daba pelos y señales de lo sucedido. “A las doce menos diez de la mañana recibíamos en el embarcadero del puerto interior de Tánger a la señorita Mona Andersen, sueca; a la señora Tove Nielsen, danesa, y a D. Erik Sondermann, comerciante de Copenhague. Eran todo lo que quedaba con vida del "Convair Metropolitan" de Iberia, que había salido a las 8,33 minutos, hora española, del aeropuerto de Málaga repleto de turistas escandinavos que venían a pasar la jornada en Tánger”.

“Los tres supervivientes habían sido transbordados de un pesquero español a la canoa número 2.759, de las Reales Fuerzas Aéreas Británicas. Desembarcados aquí, ingresaron en el Hospital Principal Al Kortobi. A los pocos minutos de haber sido introducidos en el quirófano, uno de los médicos salió para decirnos que ninguno de los tres supervivientes tenía heridas de importancia, aunque sí sufrían fuerte "shock" nervioso. Momentos después, Erik Sondermann era llevado a una habitación. Tenía rasguños en la cara y estaba congestionado. Sin embargo, parecía conservar toda su lucidez. El cronista pudo aprovechar unos momentos en que el médico salió, para hacer unas preguntas a Sondermann”.

La sabrosa crónica del corresponsal tangerino, que reproduzco en su integridad, añadía que Sondermann “contestó con cierta dificultad: Todo iba bien a bordo y yo leía un periódico. De pronto sentí un tremendo golpe y me encontré en el agua. Lo primero que noté fue que mi brazo ortopédico flotaba a pocos metros de mí. En efecto, veo que al comerciante danés le falta el brazo izquierdo El médico volvía con el aparato en la mano, e interrupe bruscamente el diálogo”.

“Una enfermera me dio noticias por la tarde de las otras dos supervivientes. La señora Nielsen, que ha perdido a su marido -iba sentado con ella junto a la ventanilla-, cree haber visto hacer explosión uno de los motores, pero no recuerda lo que ocurrió después. Mona Andersen dice que el avión había empezado a virar y perder altura cuando se produjo el accidente. No advirtió ninguna señal de alarma en la tripulación del aparato. Lo confirma el hecho de que los supervivientes no se hubiesen colocado los cinturones de seguridad y se encontrasen flotando en el agua, lo mismo que los cadáveres. Los tres supervivientes se mantuvieron durante una hora y media agarrados a algunos restos del aparato. Uno de los funcionarios de la torre de control del aeropuerto de Tánger dijo en los primeros momentos que, al establecer comunicación con el avión de Iberia, le había parecido oír decir que un motor no funcionaba bien. Pero la verdad es que luego no hemos podido oír la cinta magnetofónica que grabó la conversación”.

La crónica del corresponsal de ABC sigue narrando los hechos y sus vicisitudes y dice “el guardián marroquí del Cabo Espartel nos dice, por su parte, que vio caer al avión en barrena a poca distancia de la costa y levantar un enorme surtidor.

He podido hablar con los técnicos, señores Budión Santos y Menéndez, con el doctor Herrero y con los pilotos del avión especial enviado por Iberia. Volaron sobre los restos desperdigados del aparato a unas ocho millas de la costa. Varias embarcaciones de diversas nacionalidades aún seguían buscando supervivientes o los cadáveres de las víctimas. El "Convair Metropolitan" destruido era un aparato relativamente nuevo, pues sólo tenía ocho mil horas de vuelo”.

Puerto de Tánger (Marruecos).
Más adelante, la crónica periodística señala que, “apenas corrió la noticia de la catástrofe nos dirigimos a las once de la mañana al Cabo Espartel. Una caravana de coches ocupados por curiosos embotellaba los quince kilómetros de carretera. La niebla había sido intensa a primera hora y aún no se había despejado cuando llegarnos al mirador. Todos pensamos que a causa de la escasa visibilidad el aparato se habría estrellado en los acantilados del cabo. Pero ni en la falda de la montaña ni en los pocos kilómetros que podía alcanzar la vista en el mar había trazas del avión. Las ambulancias y coches de bomberos dieran media vuelta y se dirigieron al puerto, adonde se esperaba que serían llevadas las víctimas.

Nosotros fuimos al aeropuerto, donde nos informaron que a las ocho y dos minutos (hora de Tánger) un avión "Convair" de la Iberia, en vuelo "charter", había perdido contacto con la torre de control cuatro minutos antes de la hora prevista para el aterrizaje. Desde aquel instante no se pudo volver a comunicar con el aparato. Poco después se confirmaban trágicamente las sospechas, Tan pronto como se dio la alarma a través de la emisora Tánger Radio empezaron a acudir al lugar del accidente numerosas embarcaciones, helicópteros y aviones. Después se informó que los cuarenta y cuatro cadáveres recogidos iban a ser trasladados por embarcaciones españolas a Cádiz.

La mayoría de los pasajeros eran suecos y daneses. Venían en excursión desde la Costa del Sol. El avión accidentado, que llevaba la, matrícula "EC-ATH", había sido alquilado por una popular agencia de viajes. El piloto, don Juan Brinles, conocía perfectamente la ruta, y era uno de los más experimentados de la línea. Los representantes de la agencia se hallaban ya en el aeropuerto con los autobuses dispuestos para realizar los acostumbrados "tours" a las rutas de Hércules, Cabo de Espartel, Monte, Alcazaba y Ciudad Moderna. Después de almorzar en un restaurante típico y de hacer compras de objetos de artesanía, los escandinavos tomarían a última hora de la tarde el avión para regresar a Málaga.

Después de recorrer el sector donde había caído el aparato, el guardacostas marroquí "Tarfaya" regresó a Tánger, trayendo numerosos restos: bolsos de señora, zapatos, sandalias, cinturones, sombreros, sillones y la documentación de a bordo. La tripulación del guardacostas dijo que los restos se hallaban a sólo siete kilómetros de la playa tangerina Sidi Macana. La gendarmería real hizo recuento de los efectos”, termina la brillante y minuciosa crónica del corresponsal, que no firma su trabajo con nombre y apellidos.