Pablo Ruiz Picasso había regresado a Málaga a finales del año
1900 en compañía de su amigo Carlos Casagema, poeta y pintor, con
quien se aloja en la pensión Las Tres Naciones, situada en la
calle Casas Quemadas. Después de unas semanas de estancia, abandona
la ciudad a principios de 1901 para no volver jamás.
El pintor viajó a Málaga para
pedirle a su tío Salvador Ruiz Blasco1.200 pesetas con las que
pretendía librarse del servicio militar. Picasso no llegó a
recibir el dinero, dado que las relaciones con su tío se deterioraron
seriamente puesto que éste no aceptaba el bohemio modo de vestir del pintor ni
las correrías protagonizadas con su amigo Carlos durante los
días que pasaron en la ciudad.
La realidad es que la figura de Pablo Picasso sufrió
un elevado rechazo social, principalmente por su ideología izquierdista, sobre
todo por parte de las autoridades locales, provinciales y nacionales del
régimen franquista, que con el transcurso del tiempo y el incremento del éxito,
el prestigio y la fama del artista, fueron cambiando de postura, a mi juicio,
hacia una posición bastante hipócrita.
Al margen de este comentario, se hace conveniente mencionar la
oportunidad de conocer la vinculación de Picasso con su tierra
a través de la exposición colectiva de 200 obras, “El sur de Picasso,
Referencias andaluzas”, que comisariada por José Lebrero, se
puede ver en el Museo Picasso de Málaga hasta
el 2 de febrero de 2019.
Una exposición que a juicio del crítico del diario ABC, Juan
Francisco Rueda, evidencia “con indudable eficacia, la «atadura» de Picasso a
una herencia que, nunca mejor dicho, se convierte en yacimiento arqueológico
del que, a lo largo de su carrera, se auxilia «acarreando» materiales que recontextualiza
en numerosísimas obras y en muy distintos tiempos”.