Miguel de Molina. |
Hacía menos de un mes que Miguel de Molina había sido ingresado en un hospital bonaerense a
causa de un infarto agudo de miocardio, del que llegó a recuperarse
parcialmente. Molina era todavía a
su edad una figura que formaba parte de la noche bonaerense, a pesar de que
vivía retirado en su casa de Belgrano
y se negaba casi siempre a hacer declaraciones. Su sombrero y pañuelo le daban
un aire estrafalario que nunca abandonó.
Hacía unos meses que Molina
había recibido en la Embajada de España
en Argentina la encomienda de la Orden de Isabel la Católica. En aquella
ocasión cantó al recibir la condecoración y no dudó en prorrumpir en vivas al rey
de España con voz quebrada por la
emoción. Dijo entonces Molina que Argentina era su segunda patria, adonde
había llegado "como un pajarillo asustado" y donde los argentinos le
dijeron que se podía quedar y no tener miedo.
El mito y la leyenda acompañaron siempre a este malagueño
nacido en 1908, cuyo nombre completo era Miguel
Frías de Molina.
Su vida profesional comienza en los tablaos y, de ellos,
pasó a los teatros, donde triunfó en los años treinta, particularmente en el Romea de Madrid, con versiones insuperables de "La bien pagá", "Triniá"
y "Ojos verdes".
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