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Entrada a la Feria de Muestras de 1924. |
Este formidable escenario servirá de inspiración para la Exposición Universal de Barcelona y
también para la Exposición Iberoamericana
de Sevilla, ambas celebradas en 1929.
El alcalde Gálvez
Ginachero contó con el apoyo de la burguesía local. Entre otros de Pedro Temboury, Gonzalo Bentabol, Manuel
Freüller, Alvaro Príes Gross o Luis Fernández de Villavicencio y Crooke.
Se construyeron los efímeros pabellones entre los que se
encontraban el dedicado a las Bellas
Artes, que albergó importantes obras creativas de malagueños del XIX y del
XX y tesoros del Cabildo Catedralicio.
En el pabellón de Historia
y Arte Retrospectivo se expusieron vestigios ibéricos y romanos y en otro
dedicado a la Flora se exhibieron
exóticas plantas acompañadas de objetos decorativos, entre los que destacaron
los traídos del lejano Japón.
En el pabellón dedicado a la Agricultura, Industria y Comercio
había paneles, maquetas y productos que reflejaban bien la rica producción
malacitana, desde la caña de azúcar, el tabaco y el maíz, hasta las últimas
técnicas empleadas en los paseros.
Además había muestras
de empresas locales como Casa Larios,
Ceregumil, López Hermanos, La Vienesa,
Antonio P. Pons y Adolfo Ros, entre otros, que
conformaban un muestrario completo y variado.
A pesar de tanto esfuerzo, la Exposición de 1924 no tuvo continuidad y aquel alarde de progreso
se perdería con la crisis venidera, para recibir la puntilla con la posterior guerra
civil. Aunque late en la iniciativa el propósito de Primo de Rivera de exhibir las
conquistas de la dictadura, también en la ciudad surgió un cierto orgullo por
mostrar lo mejor de sí misma.
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