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Un grupo de los amotinados. |
Algunos soldados arrojan municiones al muelle del puerto de Málaga y otros del Regimiento de Garellano sacan una bandera de Vizcaya que tuvo que arrebatarles un oficial.
Al día siguiente, tropas llamadas a embarcar por la tarde
recorren la ciudad emborrachándose y promoviendo escándalos. Otros soldados, a
la hora del rancho en el Cuartel de
Segalerva, se resistieron a embarcarse y salieron a la calle armados, entre
gritos subversivos.
Estos incluso dispararon sobre un suboficial de Ingenieros, José Ardoz, que al intentar detener a los sediciosos recibió dos
disparos, uno en la frente y otro en el pecho que le causaron la muerte. Más
tarde los amotinados batieron varias calles disparando y prorrumpiendo en gritos.
La ciudad quedó desierta, cerrada a cal y canto.
Los embarcados procedentes del Cuartel de Capuchinos también se sublevan y se enfrentan a las
fuerzas del orden. Unos 700 soldados fueron embarcados en el vapor Barceló y los demás perseguidos.
En la revuelta se trató de incriminar a varios anarquistas
malagueños y al cabo Sánchez Barroso,
que había admitido la participación en los sucesos como consecuencia de la
ebriedad. Condenado injustamente a muerte, fue indultado poco después. Este
motín decidió a las autoridades a trasladar hasta Almería el punto de embarque de las tropas.
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