"Soy
Claudio
Guillén.
Mi padre ha muerto hace veinte minutos y le enterramos el miércoles,
a las cuatro de la tarde, en el Cementerio
Inglés de
Málaga,
frente al mar y, sin ceremonias religiosas, tal como él quería".
Con estas palabras, el hijo del poeta, comunicaba telefónicamente a
los
medios
la muerte de su padre.
El
autor de Cántico, uno de los más brillantes de la Generación
del 27, acababa de morir rodeado de sus dos hijos, Claudio
y Teresa y de su segunda esposa, Irene. Desde días
antes, la bronconeumonía que desde el verano aquejaba al poeta se
había agravado y complicado con otras afecciones: una dolencia renal
muy fuerte y una circulación cerebral muy pobre. Atendido por los
doctores Francisco Sánchez Guerrero y Miguel
González-Molina, el poeta ya no abandonó su domicilio.
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Jorge Guillén. |
Vicente
Aleixandre, premio Nobel de Literatura y
compañero de generación del poeta fallecido, supo la noticia en su
domicilio de Madrid. El escritor dijo, "No me siento con
ánimos porque no puedo ni manifestar mi profundo dolor por la
pérdida de este gran artista. Fue un excelente e insustituible
amigo. Ha sido una vida tan espléndidamente digna y alta, tan
generosa, tan cumplidora de la obligación de dar poesía al mundo y
a su país que no hay palabras para embolsar una inversión como la
suya. Fue un ser admirado y querido. Es, y sigue siendo, uno de los
más altos poetas que ha tenido España. Era un gran artista
de la palabra española, expresada como una comunicación, un
cántico, un dolor y un universo. Era, al mismo tiempo, uno de los
altos exponentes de la poesía española de nuestro siglo, uno de los
más elevados resortes expresivos que ha tenido nuestro país a lo
largo de su historia".
Pedro
Laín Entralgo, director de la Real Academia de la Lengua
dijo: "La noticia es inesperada. Se trata de un gran e inmenso
poeta. Siento una profunda pena. Las letras españolas han perdido a
uno de los más ilustres hombres de nuestro siglo. La Academia,
de la que él era miembro de honor, siente una herida muy honda y muy
viva. Por él no se notaban los años que habían pasado porque
mantenía un lúcido espíritu juvenil. Era un hombre lleno de vida
hasta ayer mismo".
Francisco
Ayala, premio Nacional de Literatura, que había sido
recientemente elegido académico de la Lengua, recibió la
noticia como "algo muy triste para la Literatura. Estamos ante
la pérdida de un gran poeta porque su obra marcó una dirección
particular con influencias directas sobre otros poetas. Su poesía
era pura, depurada y estricta. Con una gran profundidad filosófica y
con una visión original del universo. Personalmente, se trataba de
un hombre fino, extraordinariamente amable, de gran cordialidad y
delicadeza en el trato: un caballero".
Hacía
siete años que Jorge Guillén había llegado a Málaga,
ciudad elegida por el poeta para pasar el resto de sus días frente
al cálido mar Mediterráneo. Guillén, "vallisoletano
siempre" esperaba en Málaga su momento final: "Me
dormiré, tranquilo, sosegado. No me despertaré por la mañana ni
por la tarde".
La
relación entre el poeta y la ciudad se remonta a los años en que
cornienza a fraguarse lo que sería el movimiento de la Generación
del 27. Eran sus contactos convertidos luego en amistad
entrañable con Moreno Villa, Prados y Altolaguirre.
Después de algunas publicaciones en revistas malagueñas, y sobre
todo en la revista Litoral, Guillén viajó por primera
vez a Málaga en abril de 1955.
A
partir de entonces, el ilustre poeta visita
asiduamente
Málaga.
Conoció sus lugares de interés artísticos
y costumbristas
y contactó con jóvenes poetas. En 1966 compró el
apartamento en el Paseo
Marítimo,
frente al mar y ya sus visitas fueron cada vez de mayor duración.
"La
dictadura se traga o no se traga. Como yo no la tragaba, por eso me
marché", dijo Guillén al día siguiente de su llegada a
Málaga, el 7 de enero de 1977, cuando ya había comenzado en
España la transición. Se confesó demócrata, liberal y
"profesional de la esperanza".
En
Málaga escribió su última obra: Final. Durante este
tiempo su salud se fue resquebrajando. Su primera dolencia importante
fue una afección renal por la que tuvo que ser hospitalizado en
Madrid en junio de 1977. En agosto de ese año, tuvo que ser
atendido por los mismos motivos en el hospital Carlos Haya, al
que volvió en diciembre. No obstante, su salud se vió especialmente
resentida a consecuencia de la bronconeumonía que sufrió el 14 de
julio de 1983, fecha en la que ingresó de nuevo en el hospital.
Guillén
superó la crisis y regresó a su domicilió para continuar la
recuperación. Ésta tuvo
muchos altibajos y coincidió con el infarto sufrido por su esposa,
Irene,
cuya ausencia -estuvo hospitalizada una semana- le afectó
especialmente.
En
sus
últimos
siete años, Guillén
recibió
importantes premios y distinciones entre los que destaca el
Cervantes,
en 1976.
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