Carlos Álvarez. |
En
1993, un entonces principiante barítono llamado Carlos
Álvarez
(Málaga,
1963) rechazaba la oferta del director italiano Riccardo
Muti para
debutar en La
Scala
de Milán,
una decisión sin precedentes que, lejos de sepultar su carrera como
él mismo había vaticinado, la catapultó.
"Al
rechazar hacer Rigoletto
en La Scala del maestro Muti pensé que nadie iba a
tener confianza en mí y fue justo al contrario, eso hizo que la
gente tuviera una percepción de mi trabajo de seriedad y
consecuencia", señaló entonces a la prensa Álvarez.
El
español no se sentía preparado para asumir esa responsabilidad, una
preparación que le llegó "con la madurez" tanto vocal
como personal y que le llevó
después a
la cúspide de la carrera operística.
Su
pofesión de barítono, en la que ya lleva cerca de treinta
años le llegó "por casualidad" mientras estaba estudiando
cuarto de Medicina.
Recuerda
el
año 1996
como uno de sus mejores años, cuando, por primera vez, actuó en los
cuatro teatros de ópera más importantes del mundo.
Viena,
Londres, Milán y Nueva York han sido ya desde
entonces testigos de su prodigiosa voz en múltiples ocasiones. El
malagueño tiene muy presente que su labor va más allá de una
profesión para "ganarse la vida", y que sirve "para
que la gente pueda cambiar su estado de ánimo y para que puedan
sentirse bien".
A
nivel personal
y superada la displasia severa que sufrió en la cuerda vocal derecha
en 2008 y que le obligó a pasar por el quirófano en tres ocasiones,
se muestra optimista. "Casi siempre intento hacer una lectura
positiva de todo lo que ocurre a mi alrededor, de las cosas que son
malas intento sacar un aprendizaje", señaló.
Respecto
al porvenir de la escena operística mantiene
que es partidario de "servir a esta profesión desde la
tradición" y no "meter el dedo en el ojo al público".
A su juicio, las innovaciones en las lecturas de las óperas clásicas
la mayor parte de las veces tienen más que ver "con situaciones
personales de los directores de escena que quieren poner en el
escenario algunos de sus conflictos" que con la intención de
seducir a un público más joven.
Para
Álvarez mantener la tradición no significa ser "rancio
o trasnochado" y para atraer a las nuevas generaciones lo que
hay que hacer es ofrecerles "calidad" y entradas más
asequibles.
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