Un emigrante malagueño, concretamente de Benamocarra, Francisco Díaz Arias, fue entrenador de fútbol, en sus años juveniles, del que luego sería héroe de la Revolución Cubana, Ernesto ‘Che’ Guevara de la Serna. Una historia desconocida sobre la que ha arrojado luz el periodista veleño Jesús Hurtado, en un extenso reportaje publicado en su blog “Velezedario”, donde además recoge otras historias de singulares personajes malagueños.
Francisco Arias con parte de su familia y el pequeño Guevara con el balón. |
Tras la caída de Málaga durante la Guerra Civil la familia de Francisco Díaz tuvo que partir hacia el exilio, participando en el drama que supuso la huida por la carretera de Almería. Francisco perdió, víctimas de la metralla, a su mujer Teresa y a un hermano de ésta, Antonio, que también les acompañaba.
Después de muchas peripecias parte de la familia consiguió embarcarse rumbo a Argentina, a donde llegaron el propio Francisco, su hermano José y su cuñada María Luisa que se instalaron en los primeros meses de 1939 en la localidad de Alta Gracia (Córdoba).
No mucho tiempo después empezó la relación entre la familia llegada desde Benamocarra con la del padre de Ernesto ‘Che’ Guevara, lo que motivó que el pequeño "Chancho", entonces no era apodado como “Che”, conociera con más detenimiento las reglas del fútbol y su amor hacia ese deporte, ya que Paco Díaz Arias además de trabajar de carpintero, entrenaba dos veces por semana al equipo de la escuela de la cercana localidad de Bouwer.
Allí y a espaldas de sus padres, pudo alinear de guardameta al pequeño Ernestito, y al que ya sus amigos también le apodaban como "el pelao", por los particulares cortes de cabello que lucía. Hay que destacar que ‘el pelao’ padecía una afección respiratoria, lo que la práctica de cualquier actividad deportiva hacía peligrar su salud.
Según narra Jesús Hurtado, Ernesto Guevara no fue un jugador habilidoso, pero era tenía mucho coraje y tesón. Quienes evocaron más tarde sus actuaciones destacaron que lo que más le gustaba era revolcarse por el suelo. Si bien, quién le dio la gran oportunidad, más bien le abrió el camino para combatir su asma y mejorar su precaria salud, fue un benamocarreño, Paco Díaz Arias, al que un día el caprichoso destino le hizo cruzarse en la vida de un gran hombre .
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