La cripta de los condes de Buenavista está enclavada en el santuario de Nuestra Señora de la Victoria de Málaga, basílica que alberga a la patrona de la ciudad y que es la huella barroca más notable de la capital. La cripta permaneció cerrada durante años aunque en la actualidad puede ser visitada. Está situada bajo la torre de 3 pisos que hay a la derecha del templo y se entra por una pequeña puerta lateral.
Sepúlcros de los condes de Buenavista. |
El templo original fue mandado a construir por el rey Fernando El Católico, en la misma plaza en la que se instaló el campamento castellano durante el asedio a la ciudad, en 1487. El mal estado de la construcción original hizo necesaria una gran obra de restauración y ampliación, que fue ejecutada durante el siglo XVII, y financiada gracias al mecenazgo de los condes de Buenavista.
La iglesia fue restaurada por el arquitecto Felipe de Unzurrunzaga, que diseñó el trasaltar, donde se les concedió derecho de sepultura a los condes, en la cabecera del presbiterio, que es un cuerpo en forma de torre de 22 metros de altura dividido en tres pisos. Hoy lo único que queda del templo original es el retablo barroco del altar mayor.
Cuando la puerta del trasaltar se abre para dejar paso a la cripta se puede observar que sobre las paredes pintadas de negro, existe una profusa decoración de yesería blanca que cubre paredes, techos y columnas, en una omnipresente alegoría al paso inevitable del tiempo, a la muerte, representada por calaveras, esqueletos, huesos, relojes, espejos, guadañas, balanzas y todo tipo de símbolos que evocan el carácter mortal del hombre. Llaman la atención las imágenes de niños, tal vez con la intención de advertir que nadie está exento de la muerte.
La planta es cuadrada, de 8.5 metros de anchura por 3,30 metros de alto y tiene un soporte central formado por cuatro columnas en el centro de la sala, con forma octogonal. Al fondo de la sala están los sepulcros de los condes, situados uno frente a otros de forma simétrica, entre ambos un pequeño altar con una gran cruz de oro, símbolo de la resurrección e inmortalidad.
Los sepulcros están profusamente decorados y sobre ellos las estatuas de los condes en actitud de oración. Aparecen jóvenes, vestidos con riqueza, contrastando con el resto de tétricas figuras que ilustran la cripta.
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