La banda de Cristóbal Ruiz, el Zamarilla, siempre muy bien armada, fue el terror de los caminos de buena parte de la zona occidental de la provincia de Málaga. Era el bandolero más despiadado de su época y y su grupo vivía con la impunidad que le proporcionó un pueblo hambriento al que les entregaba algunas monedas o víveres producto de los saqueos. La Guardia Civil no desesperaba en sus intentos para capturar al más peligroso de los bandoleros del país.
Ermita de Zamarrilla en 1950. |
Fue tan célebre su figura que dio pie a una leyenda que permanece en la conciencia colectiva de los malagueños. Se cuenta que en una visita a su amante en el barrio de La Trinidad, entre las sombras de la noche, fue visto intentando entrar en Málaga. Avisada la Guardia Civil comenzó su persecución. En su huida se vio acorralado. Su única salida, cortado el acceso a la sierra, era esconderse en la ciudad. Allí eligió la todavía existente ermita de la Virgen de la Amargura, para esconderse.
Según la misma leyenda, la Guardia Civil le acorraló en la ermita y el bandolero buscó refugio sin encontrar ningún hueco donde esconderse. El Zamarrilla decidió meterse bajo el manto de la Virgen de la Amargura, que produjo el milagro. La leyenda asegura que los guardias entraron y registraron todo el lugar sin encontrar al bandolero, aún incluso cuando miraron debajo del manto de la imagen. La Guardia Civil tuvo que abandonar la búsqueda incapaz de dar con el bandido acurrucado bajo el manto.
Tras la marcha de los agentes, el Zamarrilla salió de debajo del manto y emocionado rezó y agradeció a la Virgen su protección. La rosa blanca que lucía en el ojal para la cita con su amada fue el regalo que el bandolero le dio a la Señora de la Amargura en señal de gratitud. El bandido clavó con su puñal la rosa blanca en el pecho de la Virgen y esta comenzó a cambiar su color a un rojo sangre intenso y el Zamarilla, siempre según la leyenda, se convenció de que por un milagro sus pecados habían sido expiados.
Tras estos supuestos hechos el bandolero arrepentido se entregó. La historia dio la vuelta a la ciudad y fue condenado, pero no acabó de cumplir la pena. El milagro y su buena conducta en el presidio le sirvieron para que la Justicia le concediera el indulto con la condición de que de retirarse a un convento. Cada año siguió depositando a los pies de la Virgen de la Amargura una rosa roja que cultivaba en el huerto del monasterio.
Bibliografía consultada: La virgen y el bandolero. Leyenda de la virgen de Zamarrilla. José Antonio Molero. Revista Gibralfaro. N.º 67, 20119
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