Mastodon Málaga y sus historias: El asesinato de Manolito Sánchez

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martes, 28 de enero de 2025

El asesinato de Manolito Sánchez

 

En la puerta del cinematógrafo Pascualini existían una serie de puestos de avellanas, chumbos y otras chucherías a los que concurría la chavalería. Uno de ellos era propiedad de un humilde matrimonio, Martín y María, que intentaban sacar adelante a sus tres hijos, de doce, nueve años y seis meses de edad.


José Moreno, asesino confeso de Manolito. Foto: ABC,


Destaca la crónica, publicada en La Unión Merantil, que el primero de ellos era alegre y juguetón pero el segundo, triste protagonista involuntario de esta historia, «era seriecito, uno de esos muchachos que van siempre pegados a la falda de su madre». Al niño se le vio salir del Pascualini con un »avión», un pájaro muerto al que el chaval, en un funesto presagio, pretendía desplumar para después comérselo.

Pronto se desató la alarma en el matrimonio, que con la ayuda de los empleados del Pascualini registraron el establecimiento y las calles adyacentes en busca del chico. Ante el infructuoso esfuerzo, acudieron a la Inspección de Vigilancia, en la que tampoco pudieron darles novedades sobre el paradero del niño.

En cuanto amaneció recorrieron todas las instancias oficiales y, al terminar el día sin noticias, el padre acudió a la Asociación de la Prensa. A la mañana siguiente los periódicos daban la noticia de la desaparición en sus portadas .

El 12 de agosto -el rastro de Manolito se perdió el día 7 por la noche- desesperada, la madre era recibida por el Gobernador Civil que, mientras la atendía, oyó como unos chicos comentaban el hallazgo de un niño muerto. La pobre madre pensó enseguida en su hijo y salió corriendo hacia el lugar de los hechos: la Huerta del Coto, junto a la ferrería del Martinete.

Al llegar al lugar, rodeado de curiosos que desconocían la identidad del cadáver, la madre reconoció enseguida a su hijo por las ropas: «!Es mi hijo¡ ¡mi hijo de mi alma!», gritaba la desconsolada madre.

El cadáver, de lado y medio cubierto por las cañas, había sido encontrado por un par de chicos que iban a llevar el almuerzo a sus padres a una de las fábricas cercanas. Éstos avisaron rápidamente al sargento de Carabineros del puesto más cercano, que se presentó junto a un guardia municipal.

«¿Cómo fue muerto?» Se preguntaba la citada crónica, aunque quedaba claro, por el estado de descomposición del cadáver, que el pobre niño había muerto hacía días . Rápido se presentaron en el lugar de los hechos el juez instructor y el forense, que decretaron el levantamiento del cadáver y la realización de la posterior autopsia.

Pronto corrieron infinidad de rumores e hipótesis, siendo la más recurrente la que apuntaba a la posibilidad de que un carro lo hubiese golpeado y arrojado a los cañaverales. Otros, apuntaban más bien a que el niño, como había pasado anteriormente en Almería, había sido secuestrado para sacarle posteriormente la sangre .

Por aquellos tiempos existía la creencia supersticiosa, más o menos extendida entre las clases populares, de que ciertas enfermedades, como la tisis, podían curarse bebiendo la sangre de un niño sano. Esta es la razón por la que los crímenes de los conocidos «sacamantecas» se extendieran por toda la geografía nacional .

A partir de entonces comenzó la investigación judicial, que era seguida día a día por los periodistas , que esperaban a la salida del juzgado al juez instructor para que diera las novedades del caso. Se interrogaron a decenas de personas: trabajadores del cine, vendedores ambulantes, cocheros…, sin que las pesquisas llegaran a ningún punto concreto.

Pasaron los meses, ante el temor constante de los padres malagueños, que temían que le sucediese a sus hijos lo mismo que al pobre Manolito, del que la autopsia confirmó que le habían rajado el cuello y sacado la sangre, hasta que la casualidad hizo dar con los asesinos .

Parece ser que un día entró en la venta de la «Señá Carmen» un niño que debía tener la misma edad que el asesinado y pidió que le llenaran una botella de vino para su madre. Dos hombres, que habían estado bebiendo, comentaron al ver al niño: «mira, igual que el Manolito al que le cortamos el gaznate». Aquellos hombres eran dos conocidos delincuentes llamados José Moreno Tovar (El Moreno) y Francisco Villalba (El Trapero) . El tabernero, al poco tiempo, los denunció a la Guardia Civil y fueron detenidos. Los delincuentes confesaron su crimen, pero nunca confesaron a quién le habían vendido la sangre .


Fuentes documentales: ¿Infanticidio o accidente? Un niño muerto. La Unión Mercantil de Málaga en su portada del 13 agosto de 1913. El infanticidio de Málaga que disparó el miedo a los «sacamantecas». Cristóbal Villalobos. Diario ABC, 17 de enero de 2015. Web En zapatillas. Rutas y leyendas de Málaga.

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