En 1949, José Gálvez y Aurora Toro, tras estar al frente del bar El Brillante, en Puerta Nueva, decide trasladarse a la calle Pozos Dulces y abrir el bar El Diamante. El Diamante, fundado en el número 3 de la calle Pozos Dulces, cumplió 70 años en plenitud de facultades y con buena parte del mobiliario de esos comienzos, 1949, como la prodigiosa nevera forrada de madera que funciona como el primer día, las estanterías o la barra de mármol. Lo fundaron un matrimonio de primos hermanos, José Gálvez Toro (1911-1991), de La Cala, descendiente de los Gálvez de Macharaviaya y su mujer, la paleña Aurora Toro Alcaide (1920-1996).
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Bar El Diamante. |
El primer bar El Brillante, estaba junto al Parador de San Rafael, en una época en la que calle Compañía y Puerta Nueva eran tal vez las más comerciales de Málaga, con los cosarios alojados en el Parador de San Rafael, que se dedicaban a comprar cosas para llevarlas a los pueblos.
El matrimonio abrió además una lechería (llamada El Diamante) en la vecina calle Horno para vender leche de vaca y de cabra. Estuvieron prácticamente hasta que llegó la ordenanza que señalaba que había que pasteurizar la leche. Es entonces cuando se crea la Central Lechera Malagueña. José Gálvez compró uno de los primeros land rover de Málaga y recorría las vaquerías de los alrededores de la ciudad, mientras su esposa estaba al frente de la lechería y cuidaba de la casa y la familia.
José nunca permitió que le dieran gato por liebre, usaba un un densímetro que él llamaba lactómetro, para introducirlo en la leche, y si aquello no estaba dentro de unos márgenes y descubría que tenía agua, pagaba al lechero y luego delante de él cogía las cántaras, tiraba la leche y le decía que no volviera más. La lechería El Diamante surtía a Casa Mira, La Veneciana y los principales bares de Málaga.
En el bar se trabajaba a destajo. El propietario abría el negocio a las 5 de la mañana, para captar a los más madrugadores, esos que comenzaban el día con una copita de coñac o de anís y el establecimiento solía cerrar a las 11 de la noche y después tocaba barrer y fregar el bar a diario.
El Diamante, que se centraba sobre todo en desayunos y en tapas hechas por Aurora, atendía sobre todo a muchos comerciantes de la zona y se preciaba de no cerrar ningún día del año. Hacia comienzos de los años 80, cuando ya José Gálvez superaba los 70 años, decidió traspasar el negocio a sus propios empleados.
Fuente documental: Siete décadas de un museo de la hostelería. Alfonso Vázquez. La Opinión de Málaga, 9 de junio de 2019
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