La industria de cerillas en Málaga tuvo un desarrollo significativo durante la segunda mitad del siglo XIX, destacando como un ejemplo de las iniciativas manufactureras locales de la época. En 1850, varios establecimientos en la zona de Capuchinos comenzaron la producción de cerillas. Estas pequeñas fábricas aprovechaban materiales básicos como madera y fósforo, y se basaban en técnicas manuales y rudimentarias para la elaboración. Para 1870, Málaga contaba con 12 fábricas dedicadas a la producción de cerillas.
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Publicidad de la fábrica de Casielles. |
La ciudad, con una economía en transición hacia la industrialización, ofrecía un mercado favorable para productos de uso cotidiano como las cerillas, esenciales en hogares y comercios antes de la llegada de tecnologías más avanzadas.
En la década de
1890, estas fábricas comenzaron a desaparecer debido a varios
factores, como los cambios tecnológicos ya que el proceso de
fabricación se industrializó y se centralizó en grandes factorías,
dejando obsoletas las pequeñas instalaciones locales.
Por otra
parte, la competencia externa motivada por la importación de
cerillas más baratas y de mejor calidad desplazó a la producción
artesanal, además por la nuevas normativas y seguridad. El uso
de fósforo blanco, altamente inflamable y tóxico, llevó a
regulaciones más estrictas, encareciendo la producción para las
fábricas locales.
En 1845 el fósforo blanco se convierte en rojo por simple calentamiento. Menos tóxico y sólo arde a altas temperaturas. Esta técnica pudo aplicarse a las cerillas en la década de 1860. Se fabricaban con sulfúrico, huesos y carbón.
Destacaron las fábricas de Juan de Dios Casielles (Alameda de Capuchinos), Francisco Romero y la de José García del Pozo, ambas en Cruz del Molinillo.
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