Mastodon Málaga y sus historias: El Palo
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martes, 24 de septiembre de 2024

Los espetos

 

Los malagueños sitúan el origen del espeto en la playa de El Palo, y hasta identifican a su inventor, Miguel Martínez Soler, propietario del merendero La Gran Parada, quien, a finales de siglo XIX, en un chambao, decidió asar con leña unas sardinas ensartándolas previamente en una cañavera.


Espetos de sardinas.


Espetar es clavar una serie de pescados en una caña para asarlos a la parrilla, siendo el más popular el espeto de sardinas. Tradicionalmente, la caña se clava en la arena junto a las brasas o, en el caso de los chiringuitos, en una barca preparada con brasas.

En el siglo XIX la provincia de Málaga vivía fundamentalmente de la pesca. Por aquel entonces las sardinas, debido a su bajo precio, eran un alimento de gente humilde, sobre todo de aquellos que vivían de la pesca, que se conformaban incluso con la “bastina”, que es como se llama a los restos del pescado.

A finales de siglo, El Palo, que ahora es un barrio de Málaga capital, era un pueblo de pescadores en pleno desarrollo socioeconómico. Con la llegada del tranvía y el tren, los malagueños de otras zonas empiezan a trasladarse a este pueblo para disfrutar de agradables jornadas de playa.

Es en esta época, concretamente en 1882, cuando Miguel Martínez Soler Migué el de las sardinas abre su famoso bar en la playa: La Gran Parada. Sería el inicio de los chiringuitos en la Costa del Sol y fue él quien empezó a pinchar las sardinas en un trozo de caña y ponerlo en la arena junto al fuego.

La Gran Parada pronto reclamó la atención no solo de los malagueños, sino también de personajes de la Historia de España, convirtiéndose en un punto de referencia para personas relacionadas con el mundo del espectáculo.

Entre estos personajes destaca el rey Alfonso XII, que visitó La Gran Parada el 21 de enero de 1885. Esta visita al chiringuito coincidió con un viaje oficial del rey con motivo de un terremoto que se produjo en la Axarquía.

martes, 6 de febrero de 2024

El cementerio de El Palo

 

Según recogen las Efemérides malagueñas de Díaz Escovar, en 1845 se empezó la construcción de el cementerio de El Palo, en terrenos cercanos al mar. Se conoce el lugar exacto donde se encontraba, en la avenida de la Estación, conocida antiguamente como Huerta de Benítez, en su parte más cercana a la playa y frente al colegio Valle Inclán. Hoy en día, una calle muy céntrica.


Cementerio de El Palo.


Aunque hay que reseñar que con anterioridad ya existía un camposanto en la localidad que hasta 1804, había sido patrimonio exclusivo de la iglesia el proporcionar a sus fieles el lugar de eterno descanso.

Sin embargo otras fuentes aseguran que en 1865, la población paleña seguía creciendo y todas las dependencias comenzaban a quedarse pequeñas. Es entonces cuando los vecinos se reúnen con la idea de que se construya un nuevo cementerio. Los hermanos Manuel y Gaspar Román Soler, el tío de ambos, José Soler López y otro vecino más, José Díaz Arjona, con el alcalde pedáneo hicieron llegar al Ayuntamiento malagueño la propuesta del nuevo cementerio, el 25 de septiembre de 1865.

Al día siguiente se dio luz verde al proyecto del nuevo cementerio de la barriada. Tras una serie de tanteos se decidió comprar parte de la huerta de Andrés Ruiz Martín, llamada El Saladero. El precio que se pagó por los 1.600 metros cuadrados ascendió a 1.300 reales de vellón.

El cementerio se construyó con un cuadro de mampostería con una puerta de entrada para las inhumaciones. El resto, que llegaba hasta las mismas arenas de la playa, se dejó cercado de cañas y chumberas, con los correspondientes hitos y mojones para la ampliación del mismo en caso de que fuese necesario.

El Cementerio de San Juan de El Palo comprende una extensión de 3.213 metros cuadrados, con 824 fosas y 1.327 nichos, hasta la remodelación del popularmente conocido como “Patio de párvulos”. Dicha transformación cambió por completo la morfología de su anterior distribución. En el centro se encuentra un panteón familiar con 20 nichos que ahora es parte de los enterramientos ordinarios.

En cuanto a la vegetación, hay que señalar que predominan los cipreses, pinos y geranios. José Rodríguez, abuelo de enterradores que durante muchos años prestaron servicio en estas instalaciones, sembró en el interior, muy cerca de la entrada, una palmera ya centenaria. Es un ejemplar muy singular, a la altura de un metro parten del estipe o tallo principal trece brazos y una infinidad de tallos pequeños que la hacen ser muy rara dentro de su especie.

Otra de las curiosidades propias de este cementerio es la principal fuente de abastecimiento de agua, ubicada en su entrada principal. Ha conservado intacta su estructura con un grosor de cal adherida a sus paredes más ancha que el propio material que la conforma. Es, por tanto, todo un icono de este camposanto.

Justo enfrente de la entrada principal se encontraban las instalaciones donde vivía el sepulturero junto a su familia. Aún siguen en pie, aunque sin uso útil por parte del cementerio.


Fuente documental: Parcemasa

martes, 11 de octubre de 2022

Las hurdes malagueñas

 

Las hurdes malagueñas fueron denominadas así en un reportaje de la prestigiosa revista malagueña Vida Gráfica en su edición del 29 de septiembre de 1930. Hoy es uno de los barrios más poblados y de mayor expansión de Málaga, El Palo. Hace casi cien años estaba plagado de cuevas donde vivían numerosas familias sin apenas recursos. Las cuevas se situaban sobre las laderas que están por encima de El Palo actual, en las estribaciones del monte de San Antón, a los lados de los cauces secos de los arroyos.


Cuevas de El Palo.


A veces eran simples pequeñas construcciones adosadas, sin apenas ventanas y con utensilios colgadas en las puertas por la falta de espacio. Estaban en un terreno pedregoso en el que no había el más mínimo rastro de urbanización, sin electricidad, agua corriente, saneamiento o pavimento. Algunos animales correteaban delante de las cuevas.

El aprovechamiento de las cuevas como viviendas es muy antiguo, y ya hay constancia documental de la ocupación de las llamadas cuevas de las Viñas en el siglo XVIII. A su alrededor fueron proliferando chozas y más tarde, en dirección a la playa, se edificaron casas que fueron dando forma a las primeras calles de El Palo, habitado por agricultores y pescadores.

El Palo quedaba antiguamente muy alejado de Málaga, era la primera población que se encontraba en el camino hacia la costa oriental. Siempre ha dependido del municipio malagueño, aunque en el pasado protagonizó algún intento de segregación pese al corto número de vecinos. A mediados del siglo XIX, El Palo contaba con 250 casas y cerca de 1.800 habitantes, disponía de una escuela de primeras letras y ni siquiera tenía parroquia propia.

Sus vecinos trabajaban en las tareas agrícolas, especialmente en las viñas y huertas próximas de los partidos rurales de Jaboneros, San Antón, Gálica, Jarazmín y Juncares, y en las faenas pesqueras, que capturaban, sobre todo, boquerones y sardinas.

Poco a poco las cuevas fueron quedando como viviendas marginales respecto al resto de la barriada, formando agrupaciones con nombres como cuevas del Olivar, del Arroyo, de Santa María Magdalena o de las Viñas. A principios del siglo XX la confluencia de factores como una ciudad heredada ya muy densificada, la inmigración constante desde las áreas rurales y la falta de promociones de viviendas destinadas a las clases populares propiciaron la aparición de zonas marginales en la periferia urbana, formadas por núcleos de chabolas y de autoconstrucción. El Palo no fue una excepción.

Aunque la mayor parte de los núcleos de infraviviendas surgieron a principios del siglo XX, algunos ya existían con anterioridad, como las viviendas marginales de la plaza de Santa María y del barrio de la Alcazaba, en pleno centro. Al mismo tiempo, con la afluencia de inmigrantes procedentes de áreas rurales, se fueron consolidando agrupaciones de chabolas y autoconstrucciones en El Ejido (donde también había cuevas), Arroyo del Cuarto y, especialmente, en las playas de La Malagueta, El Palo y San Andrés.

El desarrollo de políticas de construcción de viviendas sociales a partir de mediados del siglo XX y la mejora extendida de las condiciones de vida fueron propiciando el abandono de las infraviviendas, o su conversión en viviendas más dignas. Aún queda alguna cueva habitada como una variedad de arquitectura popular que presenta varios ejemplos en Andalucía, que apenas ha atraído la atención de los estudiosos del fenómeno troglodita.


Fuente documental: El barrio de las cuevas. Raquel Garrido. Málaga Hoy, febrero 2012

lunes, 14 de febrero de 2022

El submarino hundido por los nazis

 

El Submarino C-3 fue un buque de la Clase C de la Armada Española construido en los astilleros de Cartagena (Murcia). Participó en la Guerra Civil en el bando republicano y fue hundido por el submarino alemán U-34 comandado por Harald Grosse, frente a las costas de El Palo.


Submarino C3.


Al comienzo de la Guerra Civil el submarino se encontraba en el puerto de Cartagena, base a la que pertenecía. Su comandante era el capitán de corbeta Salas Pinto. El 18 de julio de 1936, en cumplimiento a la orden recibida del ministro de Marina, salió de Cartagena junto con los submarinos B-6, Isaac Peral, C-4 y C-6 rumbo al Estrecho, al mando del jefe de Flotilla, capitán de fragata Francisco Guimerá Bosch, con la misión de interceptar el paso de las tropas sublevadas desde el norte de África hacia la Península, situándose frente a las costas andaluzas.

El día 20 de julio entró en el puerto de Málaga junto con el resto de la flotilla, donde el capitán de fragata Guimerá, el comandante y segundo comandante del C-3, al igual que el resto de los mandos de la flotilla, a excepción del comandante del C-1, capitán de corbeta Lara, fueron relevados del mando y trasladados al buque prisión Monte Toro por considerarles simpatizantes con los sublevados.

En la mañana del día 21 salió a la mar con la orden de localizar y proteger al petrolero Ophir hasta su llegada a Tánger, misión que efectúa en compañía del submarino B-6. El día 27 todos los destructores y submarinos son destacados a las proximidades de Cádiz para interceptar a un supuesto convoy, hasta que se comprueba que todo se debía a una información falsa. Poco después el C-2, el C-3 y el C-6 reciben la orden de situarse en línea circular frente al puerto de Ceuta para evitar la entrada del crucero Almirante Cervera, que había zarpado de El Ferrol rumbo al Estrecho.

El 1 de agosto, en el puerto de Málaga recibió del C-4 toda la munición antiaérea y torpedos, así como distintos repuestos de giroscópica, antes de que éste saliera rumbo a Cartagena al objeto de realizar pequeñas reparaciones. El día 15 partió hacia el Cantábrico al mando del alférez de navío Arbona, junto con el C-6, regresando a Cartagena por averías. Zarpó de nuevo hacia el Cantábrico el 25 de agosto ya que el gobierno de la República había creído que la presencia allí de la escuadra sería más decisiva. Más tarde se le uniría el C-6. Su misión era intentar localizar y hundir al acorazado España y al crucero Almirante Cervera, que operaban por aquellas aguas. Asimismo y para aprovechar el viaje, se les embarcó abundante armamento portátil y munición con destino a las tropas que operaban en Bilbao.

El 2 de octubre de 1936 regresó el C-3 a la zona del Mediterráneo, entrando en Málaga el día 8. El 12 de diciembre navegaba a las 14,00 horas en superficie a 4 millas al sudeste de La Farola de Málaga. En la torreta se encontraba el comandante Arbona y el capitán de la Marina Mercante Agustín García Viñas, adscrito a la Armada como oficial de derrota del submarino. En la cubierta hacia popa se hallaban los marineros Isidoro de la Orden Ibáñez y Asensio Lidón Jiménez, que vaciaban los restos de la comida diaria.

A unas dos millas del C-3, más próximo a la costa, se encontraba el guardacostas Xauen relevando a la lancha I-4 en sus labores de vigilancia. Aproximadamente a igual distancia, estaban faenando los pesqueros Joven Antonio y Joven Amalia.

A las 14,19 horas el C-3 se inclinó de proa y ligeramente caído a estribor. Una llamarada y una nube de humo blanco habían precedido al hecho. De forma casi instantánea, el submarino se hundió dejando a flote tan sólo al capitán García Viñas y a los marineros De la Orden y Lidón. Tan rápido fue el hundimiento que ningún otro hombre pudo salir y sus 37 tripulantes murieron frente a las costas de El Palo donde sus restos reposan todavía hoy a 70 metros de profundidad.

En 1997, el abogado malagueño Antonio Checa descubrió los restos de un naufragio, del que intuyó pudiera tratarse del C-3. Después de varias inmersiones con un vehículo dirigido en modo remoto y dotado con una cámara de video, se obtuvieron las primeras imágenes. La mala visibilidad de la zona y el estado en que se encontraban los restos impidieron la identificación del buque.

En octubre de 1998, la Armada Española destacó al buque de salvamento Mar Rojo con un equipo de buceadores de la Armada que, por fin, consiguieron identificar los restos como pertenecientes al C-3. La Asociación de Familiares de las Víctimas del C3, con sede en Cartagena, de donde procedía el 90 por ciento de los fallecidos en el ataque del submarino nazi, se creó en el 2002 con la intención de recuperar los cuerpos, darles sepultura y reflotar el pecio, una cuestión que, pese a los reiterados intentos, aún no se ha conseguido.