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martes, 16 de junio de 2020

La Farola

Faros en España hay muchos pero la Farola de Málaga, junto con la Farola del Mar en Tenerife, son los únicos faros que tienen género femenino. El 20 de mayo de 2017 se cumplieron dos siglos de la inauguración de La Farola, símbolo histórico para la ciudad de Málaga, construida con un presupuesto de casi 400.000 reales, equivalentes a unos 600 euros.

La Farola de Málaga.
Esta famosa obra que lleva un nombre femenino, fue construida con piedra del Monte Gibralfaro, con la mano de obra de presidiarios, lo que sin lugar a dudas, abarató los costos. La construcción del faro se inició en el siglo XIX, específicamente en el año 1717, durante el reinado de Fernando VII.

La idea de constituir un faro en este lugar, formó parte de un plan de ampliación del Muelle de Levante y se encomendó al ingeniero Joaquín María Pery, el diseño de dicho proyecto. Fue entonces cuando se planteó una torre de 120 metros, con un cuello largo de 21.64 metros de alto y una base de 9.8 metros de diámetro con una linterna atirantada. Una vez culminada la obra, el faro fue inaugurado el 30 de mayo de 1817, en la festividad de San Fernando, como un homenaje al entonces rey.

Desde su inauguración, esta obra ha sido uno de los íconos atractivos turísticos más importantes de la capital malagueña y unos años más tarde, los nativos la bautizaron como “La Farola de Málaga”, cuyo nombre es reconocido hoy popularmente. Durante su larga historia, su estructura ha sido sometida a varias reformas.

La primera revisión importante fue una consecuencia del terremoto de 1884, luego de que el desastre dejara inoperativo los mecanismos del faro. Una planta baja fue construida en el perímetro del faro en 1851, con la finalidad de que el vigilante pudiera permanecer allí con comodidad, luego en el año 1915 se incorporó una primera planta. Más tarde, durante la guerra civil, el faro sufrió grandes daños y debió someterse a reparaciones.

lunes, 15 de junio de 2020

Toros de Osborne

Por todos son conocidas las populares estructuras con silueta de toro extendidas por toda la geografía española que, aunque han han ido ‘cayendo’ en los últimos años, suman un total de 88. Lo curioso en sí es que en Andalucía estos toros bravos metálicos fueron declarados Patrimonio Histórico Andaluz, es decir, que son un Bien de Interés Cultural en toda regla. Concretamente posee tres, uno en Casabermeja, otro en Fuengirola, además del de Torre del Már, que en alguna ocasión fue utilizado como escenario de reclamaciones políticas y en cierto momento decapitado.

El Toro de Osborne de Torre del Mar amaneció decapitado en noviembre de 2015.
La imagen del Toro de Osborne es un referente ilustrativo del movimiento Pop-Art, un diseño de Manuel Prieto Benítez que ha llegado a la categoría de arte.

Manolo Prieto, autor del mítico Toro, era militante del Partido Comunista. Hay que decir que su obra más conocida trascendió a su creador, que antes de encumbrarse como diseñador elaboró carteles para el bando republicano durante la guerra civil.

Manolo Prieto aportó al imaginario colectivo una de las imágenes más poderosas del panorama de la gráfica internacional, y la más poderosa a nivel nacional, nombrada imagen española del siglo XX.

Un toro que, con el paso del tiempo ha sobrepasado cualquiera de sus planteamientos y objetivos previos publicitarios, hasta convertirse en imagen fundamental de nuestra historia visual, llegando incluso a ser imagen de España en el extranjero.

La razón de todo ello la podemos encontrar, tal vez, en que cumple la máxima de Cassandre sobre las condiciones necesarias en la imagen publicitaria que “dirigida al apresurado viandante, hostigado por un alud de imágenes de todas clases, ha de provocar sorpresa, violentar la sensibilidad y señalar la memoria de una huella indeleble”.

El dibujo que Manolo Prieto entregó a Osborne, y el uso que se dio y para el que había nacido, símbolo de la marca de brandi Veterano, fueron superados cuando las primeras vallas comienzan a instalarse en puntos estratégicamente elegidos de la geografía española, convirtiéndose en testigos mudos del paisaje, en figuras que proyectan una de las imágenes más singulares y emblemáticas de nuestra cultura.

En 1994, cuando el Ministerio de Obras Públicas reguló la presencia de vallas publicitarias en las carreteras estatales. Entre ellas, se ordenó también la retirada de los toros. Artistas, políticos y asociaciones culturales se movilizaron para mantener las efigies taurinas en el paisaje español. Ese mismo año, el Congreso de los Diputados declaró los toros de Osborne “patrimonio artístico y cultural de los pueblos de España”. Tres años más tarde, el Tribunal Supremo dictó una sentencia a favor de su mantenimiento. Durante cuatro décadas decorando las carreteras españolas, el anuncio de brandi se había convertido en algo espinoso y contradictorio, compartido por unos y denostado por otros: un símbolo de identidad nacional.

Hay que añadir que en una madrugada de 2002, un grupo no identificado serró el último Toro de Osborne que quedaba en Cataluña por ser “españolista” y “el símbolo estrella del anticatalanismo más rancio”.