Plano del puerto de Málaga. |
A lo largo del siglo XVI fueron varios los informes redactados apoyando la construcción de un abrigo para los buques que llegaban a Málaga. En 1526, el visitador Ramiro Núñez de Guzmán informó al rey de que Málaga necesitaba un muelle.
Mientras tanto los rebatos eran frecuentes, debidos al permanente acoso de los piratas berberiscos que recorrían el Mediterráneo. Por ello el rey Carlos I ordenó establecer en la bahía de Málaga una base para la escuadra de galeras de España, mandada por Álvaro de Bazán. En 1534, ante la noticia de que el temido Barbarroja se dirigía a estas costas, la corona impulsó la reparación de las murallas y las incipientes defensas portuarias.
La primera gran fecha en la historia del puerto moderno corresponde al 8 de mayo de 1545, en la que se autorizó por una real provisión establecer una sisa de hasta 5000 ducados anuales por cinco años para iniciar las obras. Estas llegaron a comenzarse con la construcción de un muelle que arrancaba del espolón situado delante del castillo de los Genoveses.
Las obras fueron dirigidas por un ingeniero vasco, Juan de Guilisasti, que curiosamente no sabía leer y escribir. Pero pronto las obras del citado muelle se paralizaron al demostrarse inútiles, puesto que contra él se creó una playa por causa de los acarreos arrastrados por las ya frecuentes avenidas del Guadalmedina, empujados por los temporales de poniente.
En el comercio las necesidades crecían, ya que desde el término de la Reconquista se habían impulsado las actividades mercantiles gracias a una tierra y a una climatología muy favorables. Intenso era el tráfico en la “vendeja”, período centrado en los meses de septiembre y octubre en el cual numerosas naves llegaban a este puerto a cargar la pasa, el vino y otros productos agrícolas malagueños.
Ello, unido a la necesidad de contar con un abrigo seguro para las naves mercantes y las galeras que defendían la costa sur de la Península, y con las constantes peticiones de los regidores del cabildo municipal, llevaron al rey Felipe II a autorizar en 1587 el inicio de las obras de un puerto llamado a convertirse en uno de los más capaces del Mediterráneo.
Para dirigirlas, el rey designó al ingeniero Fabio Bursoto, que había concluido recientemente la construcción del puerto de Palermo. Su proyecto consistía en un largo muelle que arrancaba en un saliente rocoso situado donde hoy está el Hospital Noble, a fin de abrigar la dársena de los temporales de levante, los más frecuentes y peligrosos. Se complementaba el abrigo con otro espigón que partiendo de la punta situada delante del castillo de los Genoveses, es decir el muelle iniciado en 1545, defendería el puerto de las marejadas de poniente y de las arenas arrastradas por las crecidas del Guadalmedina.
Al fin, en 1588, tras los trámites administrativos, se dio principio al muelle y se echó la primera piedra santificada con la bendición y oraciones del Obispo que se halló presente a esta solemnidad, con los clérigos de su Iglesia y la Justicia y Regimiento, con gran regocijo y contentamiento general de todo el pueblo.
El proyecto prosiguió durante unos quince años no sin dificultad por los efectos de los temporales, frecuentes en estas aguas en el otoño y la primavera, y siempre condicionado por los necesarios impuestos destinados a las obras, que nunca se recaudaban con la diligencia debida.
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