En la entrega anterior se describió el origen de la mítica figura de el tempranillo y sus primeras andanzas como bandolero. Pasan los años y el bandolero sigue haciendo de las suyas. Los labradores de los términos de Antequera, Archidona, Alameda, Benamejí, Osuna, Morón, Ronda, entre otras localidades, canalizan sus denuncias y presiones a través de las autoridades locales, que no disponen de medios humanos ni económicos para erradicar la violencia y la extorsión en sus respectivos municipios. A su vez, las justicias locales enviaban sus quejas a los capitanes generales, que dispusieron diversas medidas para tal fin, tales como un control muy riguroso de los movimientos de la población, la emisión de órdenes a los corregidores que autorizaban el uso de armas, el envío de tropas de infantería y caballería de voluntarios realistas o incluso del ejército, gratificaciones y recompensas para los que aprehendiesen o facilitasen información tendente a la captura de malhechores.
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Panorámica de Alameda. |
Pero José María Hinojosa obtuvo el indulto del rey tras un proceso de negociación que se dilató durante meses hasta concluir en junio de 1832. Quedando constancia del mismo en varios documentos oficiales como pasaportes, o actas del Consejo de Ministros. A la amnistía se acogieron todos los miembros de la partida, unos 40 hombres.
El indulto supuso un cambio radical para “el Tempranillo”, ya que pasó de ser prófugo de la justicia a contribuir a La represión de la delincuencia. Murió un año después, el 22 de septiembre de 1833. Hay varias versiones sobre cómo se acabó su aventura, algunas fuentes señalan que el día de su fallecimiento José María cabalgaba junto a algunos de sus compañeros. Unos ladrones que se encontraban por la zona de Buenavista, a 2 kilómetros de Alameda, ocultos en un cortijo, ven como “el Tempranillo” y los suyos mandan registrar la finca, por lo que abren fuego. Un disparo hiere de gravedad a uno de sus hombres, y dos balas alcanzan a Hinojosa, que no tiene tiempo de reaccionar.
Los forajidos escapan y la cuadrilla traslada a su líder a un mesón, la Posada de San Antonio de Alameda. Pese a ser atendido, las heridas son mortales, por lo que pide redactar su testamento y la asistencia de un sacerdote. Según otras fuentes, la muerte de “el Tempranillo” no fue accidental, sino que respondía a un acto perpetrado con intención por algunos bandoleros que no aceptaron su repentino cambio de vida.
Los meses que van desde su indulto hasta su muerte, se le relaciona con Richard Ford, viajero inglés con quien entabló amistad; o John Frederick Lewis, quien le inmortalizara en un retrato realizado en los primeros meses de 1833. Actualmente, los restos de Hinojosa descansan en el patio interior de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, en Alameda, municipio en el que pasó gran parte de su vida.
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