Mastodon Málaga y sus historias: Isabel II
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martes, 4 de mayo de 2021

La madre de la emperatriz Eugenia de Montijo y de la duquesa de Alba (y II)

 

La muerte del rey Fernando VII en 1833 y la consiguiente regencia de la María Cristina de Borbón, llamada la Gobernadora, alivió considerablemente la situación de Cipriano Portocarrero, que se vio rehabilitado ante la corte. En 1834 murió sin descendencia Eugenio Portocarrero, su hermano mayor, y le sucedió en los títulos y grandezas de su casa, heredando también una cuantiosa fortuna.


Eugenia de Montijo.


Una nueva vida empezaba para él con un nuevo nombre, cambió su apellido Guzmán por Portocarrero, conde de Montijo. Pasó a residir en Madrid, y bajo el Estatuto Real fue nombrado sin problema prócer del Reino. Sin embargo, su mujer no regresó junto a él. La condesa de Teba era ahora la condesa de Montijo, pero seguía en París.


Manuela Kirkpatrick frecuentaba en París a hombres de letras como Henri Beyle (Stendhal) o Prosper Mérimée, a quien había conocido en España. Mérimée fue buen amigo de la familia formada por Manuela y sus hijas, interesándose en la educación de estas. Por su propia declaración se sabe que el argumento de su novela Carmen se lo sugirió la condesa al relatarle un suceso real. Esta anécdota ha dado pie a que algunas fuentes supongan, erróneamente, que la personalidad de Carmen estaba inspirada en la de Manuela.


Por estos años cultivó también la amistad del joven diplomático inglés George Villiers, embajador en España desde 1833, que en 1838 heredó el título de IV conde de Clarendon y más tarde sería secretario del Foreign Office. Seconoce una estancia de Manuela y sus hijas en Londres durante la temporada de cricket de 1837.


Esta amistad dio pie a habladurías sobre una relación adúltera de la condesa con Villiers, soltero y seis años más joven que ella. Se ha dicho que Manuela, recién viuda, habría sufrido una decepción cuando lord Clarendon contrajo matrimonio en 1839 con una dama inglesa, también viuda aunque mucho más joven. Y hasta se ha llegado a atribuir al inglés la paternidad de las hijas de ella, cosa del todo inverosímil teniendo en cuenta los fechas.


Después de que muriera su marido en 1839, todavía se quedó algún tiempo en París la condesa viuda de Montijo. Hacia 1843, cuando sus hijas tendrían unos 18 y 17 años, se instaló en Madrid, dedicándose a una intensa vida social, sin reparar en gastos, con el claro propósito de ‘casarlas bien’. Durante la ‘década moderada’, Manuela protagonizó la vida mundana de la corte isabelina, congregando a lo más granado de la aristocracia y la alta burguesía en los bailes, conciertos y sesiones que a menudo celebraba en su palacio de la plaza del Ángel y en su casa de campo de Carabanchel, donde se construyó incluso un teatro.


La malagueña Manuela Kirkpatrick entró tardíamente a servir en palacio como dama de la reina, concretamente en 1847. Pero sus dotes de simpatía enseguida le ganaron la confianza de Isabel II, que ese mismo año la nombró su camarera mayor. el puesto más relevante para una mujer en la corte.


Ocupaba dicho cargo en febrero de 1848, cuando se celebró la boda de su hija Paca con el duque de Alba, pero cesó pocos meses después, tras solo un año de servicio. Su enemistad con el marqués de Miraflores, presidente del Senado y gobernador de palacio, la llevó a pedir el cese y a abandonar la corte. La reina quiso desagraviarla con un raro privilegio, desde entonces y hasta el final de su reinado, la condesa viuda de Montijo mantuvo en la Real Casa los ‘honores y consideraciones’ de camarera mayor.


A raíz de su salida de palacio, Manuela se instaló de nuevo en París en compañía de su hija Eugenia. Cinco años duró esta nueva estancia en la capital francesa, durante los cuales madre e hija aprovecharon bien el tiempo. El 30 de enero de 1853 Eugenia se casó en la catedral de Notre Dame con el ya emperador Napoleón III, en una ceremonia que revivió los esplendores del Ancien Régime.


Con el casamiento de su hija menor, la condesa viuda de Montijo había cumplido su objetivo, y tras la boda regresó a Madrid, donde aún vivió un cuarto de siglo rodeada de una gran consideración social. Esta etapa se vio ensombrecida, en 1860, por la prematura muerte de su hija Paca Alba, que le dejó tres nietos de corta edad a quienes dedicó sus desvelos.


Falleció en su casa de Carabanchel el 22 de noviembre de 1879, a los 85 años de edad. Seis meses antes, había muerto trágicamente en Sudáfrica su nieto el príncipe Luis Napoleón, único hijo de Eugenia y heredero de los Bonaparte.

martes, 20 de abril de 2021

La detención Trinidad Grund

 

Repasando la prensa malagueña anterior al siglo XX se pueden encontrar hechos que no tienen la suficiente entidad para ofrecer una Historia, pero que sí reflejan anécdotas que vale la pena conocer.


Trinidad Grund (derecha) con su hermana Felisa.


Este es el caso fechado el 13 de enero de 1886, cuando en la Plaza del Obispo una pareja de agentes de la autoridad, acechaba a un individuo vestido de mujer, al que se había visto rondar por aquellos sitios. “Pasó por allí la virtuosa señora doña Trinidad Grund de Heredia y los agentes la detuvieron hasta que se desvaneció el error, que fue muy comentado”.


Por otra parte, el 15 de mayo de 1870, en vista de la alarma producida por el secuestro de una persona en la localidad de Alameda y de otra en Álora y del intentado en Archidona, motivó una circular del gobernador Manuel Somoza para que en los pueblos se formaran partidas especiales destinada a perseguir a los criminales, auxiliando a la Guardia Civil.


El 18 de mayo de1848 se publicó en la Gaceta de Madrid, una comunicación de los malagueños, felicitando a la reina Isabel II por el triunfo conseguido sobre los agitadores del orden público y ofreciendo los firmantes a la corona sus vidas y haciendas.


Suscribían el documento los señores Heredia (Tomás), Lachambre, Pedrola, Larios (Martín), Ugarte Barrientos, Huelin, Crooke, Arssu, Villarraso, Escovar (F), Rodríguez de Berlanga, Sturla, Oyarzabal, Bordoy, Llanos, Manzanares, Viana, Cárdenas y otros.



Por último, el 19 de mayo de1793 al finalizar las obras de construcción del Puente de Ronda su arquitecto Juan Martín Aldehuela quiso probar la obra, para lo que se colocó en un cajón grande, pendiente de una cuerda, que fue lanzada al espacio.


Al principio no ocurrió ningún incidente, pero una ráfaga de viento, arrebató la montera al arquitecto y al hacer este un movimiento brusco para cogerla, se volcó el cajón y cayó el desgraciado Martín Aldehuela, estrellándose contra las rocas”. Este artista había dirigido las obras del Colegio de San Telmo de Málaga y la Capilla Mayor de la Catedral.

lunes, 5 de abril de 2021

La visita de Isabel II

 

En el año 1862, la reina Isabel II de España y su consorte Francisco de Asís de Borbón, visitaron la ciudad de Málaga con motivo de la inauguración oficial del ferrocarril Córdoba-Málaga, la estación de ferrocarriles de Málaga y la apertura de la Exposición Provincial de Productos. La visita fue realizada como gesto de buena voluntad de la reina hacia los malagueños, ya que un año antes había tenido lugar una revuelta en Loja (Granada) que se había extendido a algunas localidades de la provincia, siendo la mitad de los detenidos naturales de Málaga.


Isabel II.


Los pormenores de la visita real los recogió con detalle la prensa de la época, unas sabrosas crónicas que fueron recopiladas por Díaz Escobar y Díaz Serrano en su libro ‘Efemérides de Málaga y su provincia’El 16 de octubre de 1862 entró en Málaga la reina Isabel II. A las cinco de la tarde la Torre del Atabal izó la bandera anunciando la llegada. El Ayuntamiento la recibió con las demás autoridades, en la Hacienda de Teatinos, donde estaba también Cánovas del Castillo y los generales O'Donell, Zabala, duque de Ahumada y Quesada, marqués de la Vega de Armijo, Tenorio, conde de Balazote, duque de Bailen y otros dignatarios.


La acompañó hasta Málaga una cabalgata de jóvenes distinguidos. Entró por el Campillo, Calzada de la Trinidad, Martiricos, Guádalmedina, Huerto de los Claveles, Alameda de Capuchinos, Olletas, Plaza de la Victoria, calle de igual nombre, Plaza de la Merced, Alamos, Torrijos, Pasillo de Santa Isabel, Alameda, Muelle, y calle de San Juan de Dios hasta la Catedral, donde se encontraba el obispo Cascallaná v el Cabildo. Desde allí pasó a la Aduana donde tenían su alojamiento los reyes y el príncipe Alfonso, futuro Alfonso XII.


A las once de la mañana siguiente pasó la reina a la Catedral, donde se hallaba su confesor el padre Claxet, que entonó el Te Deum. De allí pasó al Asilo de Mendicidad. Regresó a la Aduana y allí, a las dos, empezó el besamanos de señoras y caballeros. Recibió luego a los alcaides de la provincia y al embajador extraordinario de Marruecos Sidi-Idris-Ben Idris. Luego inauguró la Exposición de la Sociedad Económica. Por la noche asistió al Teatro del Príncipe Alfonso, donde se cantó la ópera II Trovatore y se bailó La sal malagueña.


En la jornada siguiente se celebró en la Plaza de Álvarez una corrida, con la presencia de los reyes. Se lidiaron toros de Joaquín Concha y Sierra, actuando las cuadrillas de Manuel Domínguez Desperdicios, Manuel Fuentes Bocanegra y Jacinto Machio. En el quinto toro se presentaron en el palco regio el príncipe de AsturiasAlfonso y la infanta Isabel, vestidos de majos, siendo ovacionados.


Antes de salir el sexto toro llegaron los reyes y el público agitó banderas pequeñas y grandes. A la reina le llamó mucho la atención una que decía: ¡Viva la marecita de los españoles que tiene dos sacáis cono dos soles! Esta bandera la llevaba el conocido demócrata José Torres de Cádiz. La corrida acabó de noche y se acompañó a los reyes con hachas encendidas.


En la jornada posterior la reina Isabel colocó la primera piedra para el nuevo Hospital Civil, concurriendo al acto el príncipe de Asturias, obispo, gobernador civil, alcalde y presidente de la Diputación. También recibió a varias comisiones y particulares que le hicieron ‘regalos valiosos’. Después visitó la escuela de párvulos de San Juan de Dios.


A continuación se procedió a la inauguración la línea del ferrocarril de Córdoba a laga. Estuvo también en la fábrica La Industria malagueña, en la ferrería La Constanza, y en la Victoria, donde se cantó una Salve solemne. Por la noche hubo fuegos en el Puente y se dio un baile en su honor en la Casa del Banco. El alcalde Moreno Mazón, publicó un edicto anunciando que sus majestades embarcarían al día siguiente para Almería.


En esa jornada, en los paseos de Olletas y Capuchinos, formaron los batallones de la Milicia Nacional, reuniéndose cerca de 8.000 hombres armados. Los revistaron el comandante general y el mayor de la Plaza. Hubo músicas, vivas y entusiasmo. Se organizó en el Teatro del Príncipe Alfonso una función a beneficio de los heridos de la batalla de Alcolea, representándose el drama Lanuza.


Los reyes visitaron el Convento de la Trinidad y el Hospital de San Julián, donde el hermano mayor, José Antonio Durán, impuso al rey el escapulario de hermano, y la condesa de las Navas a la reina. Por la noche los reyes partieron para Almería en el buque Isabel II. El vapor Ariano, con autoridades y familias malagueñas acompañaron hasta larga distancia al buque de los monarcas, cuentan las crónicas.